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❝𝘌𝘹𝘰𝘯𝘦𝘳𝘢𝘥𝘰❞

Marcó líneas indispensables a la hora de salir, es difícil respirar cuando casi no te dejan hacerlo, es irrealizable no pensar en lo significativa que es la muerte cuando la tienes plasmada en cada lugar donde miras, como si el horror, las catástrofes se avecinaran llevándote con ellas.

En las paredes hay muestras de grafitis con el nombre de las victimas exigiendo justicia, una vida en casa que se basa en intentar escapar como si este fuera un laberinto infinito, donde los bosques se ciernen en nuestro camino implementando una cacería sucia, llena de cosas vengativas o insignificantes. Por supuesto el dinero es la fuente de todo, la ambición es veneno, donde todos los toman aun sabiendo que van a morir, pero son dóciles, total ellos también necesitan escapar, necesitan salir de la agonía que los encarcelan y los hacen adictos a cubrir crímenes de gente vacía que va por el mismo lado, justo donde se dirige su demencia.

Nadie se da cuenta de lo que Tiflis aborda, como acogen personas y se niegan a soltarlas solo por ser una fuente peligrosa de obtener un poder lejos de sus manos, que pronto quedan manchadas al taparlos de su propia neblina, una que ellos mismos se provocan con el pasar del camino, y luego se hunden con el sufrimiento que hace presión en sus caras.

Es importante nuestra seguridad, pero más es la de ellos.

El vaso descartable se cae abruptamente, derramando la mezcla de agua con pintura sobre mi delantal. Lo tomó y lo dejo en la mesa mientras la colera se dispersa por mi cuerpo.

—¿Se está cortando la llamada, o es que me acabas de golpear cibernéticamente? —resuena la voz de Arty de mi teléfono por toda mi habitación.

—Me acabo de empapar de agua con pintura —le resumo tratando de no sonar enojada.

Decido tomar un poco de aire antes de seguir, porqué entre más pensaba, más podría arruinar lo que venía construyendo y la verdad no quería hacer otro boceto.

Hoy no quería leer, no tenía mi mente fija en eso, más cuando recapacité y supe que la imagen de esa persona entrando al bosque era inusual, algo nuevo, y como todo lo nuevo; cosas que nadie ha visto antes, será negado o puesto en esa zona de peligro que me creaba conflictos. Si se lo comentaba a alguna persona de mi alrededor, no me creerían, me ganaría una etiqueta más que llevaría mi nombre directo a las bocas de las demás personas, y no es como si me molestara, pero me generaba incomodidad, tal vez un poco de pánico, y aunque eso no pasaba ya no tan a menudo, igual me seguía aterrorizando que pudiera resurgir esa etapa en mi vida.

¿A quién no le asusta tener que volver a los momentos más dolorosos del pasado? A pesar de que lo supe manejar, no sé qué sucederá cuando pase de nuevo, como reaccionar ante un hecho ya vivido, pero con peor potencia.

—¿Estas pintando?

—Si, con el kit de pintura que me dio mi madre en mi cumpleaños número catorce. No quiero desperdiciarlo, siento que es muy valioso...

Podría simplemente explicar que mi madre no se había empeñado demasiado en buscar un regalo, fue como darle un juego de mesa a un niño. Quería que tuviera un nuevo pasatiempo para dejarme entretenida, como una cosa a la que le urgía sacarse de encima.

—¿No me habías comentado que tu madre odiaba el puesto de Sandy?

—Mhmm...

—¿Entonces porque te regala pintura si odia "sus garabatos de niña hippie"?

Sandy era una chica de piel morena, con algunos piercings ubicados en distintos lados de su rostro, y un cabello café que la mayoría del tiempo se encontraba trenzado. Tenía un puesto en el centro del pueblo, donde vendía sus cuadros y varias de sus manualidades, entre ellas pulseras, atrapa sueños, cosas hechas con arcilla, y mis favoritas que son sus pequeñas esculturas que adornaban la vidriera. Me encanta su trabajo, se nota que tiene una pasión muy grande por ello, además hace lo que muchos adultos —que la juzgan— no pueden; vivir de algo que aman.

Entre Las Sombras [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora