Prefacio

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Una joven adolescente de largo y oscuro cabello golpeaba su pie derecho contra el suelo de tierra.

Llevaba esperando cerca de una hora y su hermano no aparecía por ningún lado. La chica miró nuevamente el reloj en su muñeca y suspiró.

"Maldito imbécil" pensó mientras comenzaba a caminar fuera del recinto.

Las calles de la ciudad seguían tan activas como siempre, con gente yendo y viniendo de forma rápida. Suspiró al pensar que, en tan solo unos años más, ella sería la que estuviera correteando para no llegar tarde al trabajo.

Se desvió del camino poco después, utilizando el atajo que ella y su hermano mayor solían tomar para evitar el gentío.

El cielo estaba completamente despejado, sin ninguna nube en él y con el tono celeste extendiéndose a lo lejos en todo su esplendor. A la joven le gustaban los días así, a pesar de que la brisa escaseaba y solía pasar algo más de calor. Justo cuando iba a sacar sus viejos auriculares del bolsillo de su uniforme, un fuerte golpe y el quejido callado de una persona llamaron su atención. Pronto las risas masculinas comenzaron a inundar sus oídos a medida que más y más golpes se escuchaban.

La curiosidad siempre fue más fuerte que la razón.

Era por esto que sus pasos se desviaron sin dudar hacia el constante golpeteo. Centenares de graffitis bañaban las paredes, las piedras y tierra en el suelo se movían con cada paso que daban los jóvenes frente a ella. Bates en sus manos mientras se reían de un joven de anteojos que yacía de rodillas en el suelo.

Su sangre hirvió al ver los rostros conocidos.

— ¿Me estas jodiendo?

Su voz hizo que la escena se volviera silenciosa rápidamente, las cabezas giraron en su dirección y el rostro descompuesto por la locura del cabecilla del grupo se tensó en un instante.

— ¿Qué haces aquí?—la voz de su hermano mayor llegó a sus oídos, la tensión se notaba en el aire.

Una risa seca escapó de la garganta de la joven.

— ¿Estás de coña, no?—preguntó—. Llevo una puta hora esperando frente al instituto esperando a que te dignes a aparecer, pero claro, ser un maldito animal es más importante.

— Deberías haberte quedado donde estabas—dijo su hermano dando un paso al frente de forma amenazadora.

Aquel gesto poca influencia ejercía sobre su hermana ya que era todo al revés, él era el que debía temerle a la menor. Ahora ella tenía el control de contarle o no a su familia sobre lo que hacía.

— No soy tu mascota para que me tengas esperando por ti frente a un edificio mientras tú andas por ahí dándole palizas a gente que no se defiende—respondió—. Dime, Yuki, ¿llamo ahora a casa o espero hasta la cena y les cuento en persona?

Uno de los chicos hizo el amago de acercarse con el bate, listo para golpear a la joven más no llegó a dar ni dos pasos cuando su hermano golpeó con el suyo propio la cabeza de éste.

— ¿Qué se supone que ibas a hacer?—la mirada descolocada del joven hizo a todos retroceder, nadie sabía qué pasaba por su cabeza en ese momento—. No le digas a nuestros padres.

— Dime por qué no debería decirles, obviamente el chico debe haberte hecho algo sumamente malo como para que te vengues a golpes, ¿no?—el silencio los consumió nuevamente, la chica sonrió—. Curioso, esto le interesará a mamá.

— No. K, por favor, no les digas—el pánico era notable en la voz de su hermano.

Yuki giró su rostro y escuchó las burla de sus amigos:— No sé de qué os reís, si se enteran que yo hice algo, ustedes caen conmigo.

Las risas pararon y el temor se instaló en todos los presentes.

— Fuera—pronunció la chica mirando a todos los presentes. La confusión cruzó por ellos, no durando mucho ya que pronto salieron corriendo, todos menos su hermano y el joven de rodillas—. Tú también, me pensaré en el camino si decirle o no qué tan buen compañero eres a mamá.

— Per-

— Adiós.

La adolescente no lo miró, no dirigió su vista ni una sola vez a su hermano quien todavía se encontraba a su lado. Tras unos largos y silenciosos cinco minutos, el mayor se rindió y su cuerpo desapareció a lo lejos.

Ahora solo quedaban ella y el joven cuya nariz sangraba.

— ¿Vas a quedarte en el suelo mucho tiempo?—el tono de la chica había bajado el volumen, elevando un poco el tono de éste para que sonara algo más dulce. Tomando su pañuelo del bolsillo de su chaqueta, lo estiró y dejó su mano frente al joven; Ella intentó hacer memoria pero no recordaba haberlo visto. Los ojos del contrario recorrieron su mano durante varios minutos, todo en completo silencio—. Vamos, tómalo.

El joven seguía sin moverse. La chica suspiró y se colocó de rodillas junto a él, ahora ambos estaban a una altura similar.

» Venga, toma el pañuelo. Tu cara parece un cuadro—la chica hizo el amago de acercarse, pero el joven inclinó su espalda hacia atrás. Un bufido escapó de sus labios—. Oye, no seas así, es solo un pañuelo.

El mayor pareció pensar en algo y, tras mucho dudar, tomó el pañuelo de color melocotón entre sus dedos. Una diminuta sonrisa se instaló en el rostro de la joven.

— Soy K—volvió a hablar la joven.

El adolescente frente a ella aún seguía callado, su rostro bajo mientras limpiaba la sangre de su boca y nariz. Sus ojos mostraban la lucha interna que tenía.

Justo cuando la contraria iba a volver a hablar, la voz del varón llegó a sus oídos. Había sido como un suspiro, tan bajo que si hubiera hablado en ese momento se habría perdido por completo las palabras del chico.

— Suguru Niragi.

Su sonrisa se hizo más notoria al haber obtenido una respuesta.

— Bien—dijo mientras se ponía en pie—. No te preocupes más ni por Yuki ni por el resto de idiotas, les tienen más miedo a que sus familias se enteren así que mientras yo sepa algo, no podrán hacer nada—la chica calló para luego soltar una pequeña risa divertida—. Ventajas de ser la favorita de la familia.

Sus ojos formaban dos medías lunas al sonreír, llamando la atención del mayor frente a ella.

— Vamos—animó mientras daba trotes hacia la mochila y libros del contrario y los tomaba entre sus brazos—, te acompaño hasta en centro.

La joven empezó a caminar dando pequeños trotes, sin esperar al chico. Poco después escuchó los pasos detrás de ella y sonrió.

Ambos jóvenes caminaron en silencio, sorprendentemente cómodos con la presencia del otro.

TIMELESS | Alice in Borderland Donde viven las historias. Descúbrelo ahora