Capítulo 2

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Cerca de cinco horas habían pasado, el Sol se alzaba en el celeste cielo y daba de lleno en el rostro de la joven que yacía tranquilamente sobre el suelo de su hogar temporal. Sus ojos, ligeramente cerrados y disfrutando del calor solar que atravesaba los cristales.

Había vuelvo tras aquel encontronazo con los habitantes de la playa, su cuerpo había colapsado en el suelo de la sala donde solía dormir y ahí había estado desde entonces, durmiendo de a ratos. Era cerca del mediodía, más no tuvo ninguna intención de levantarse, su mente aún intentaba recordar dónde había escuchado la voz del pelinegro que conoció horas atrás. Sus cejas se fruncían con frecuencia al no encontrar respuesta.

Un suspiro frustrado escapó de sus labios mientras llevaba sus brazos a su rostro y se tapaba con ellos, bloqueando los rayos solares. Contó hasta diez, en un intento de disipar aquella voz en su mente que repetía el encuentro una y otra vez. Bajó sus brazos y se sentó, espalda ligeramente encorvada mientras apoyaba ambas manos entre sus piernas y observaba el suave suelo en el que se encontraba.

Girando la cabeza hacia su derecha pudo observar la pequeña pizarra que colgaba de la pared, allí había quince líneas dibujadas. Poniéndose en pie, la joven guió sus pasos hasta la pizarra y tachó una de las líneas con el casi inexistente trozo de tiza que estaba al lado.

Quedaban catorce líneas. Catorce días de visado.

Aunque no lo hubiera querido, aquello se había convertido en una rutina para ella. Ir, jugar, ganar, contar los días restantes para el siguiente juego y volver a comenzar aquel círculo vicioso. No había nada más que hacer. ¿Podía salir a cualquier lugar y tomar cualquier objeto, ropa o comida que quisiera? Efectivamente. ¿Había gente con malas intenciones y que, probablemente, quieran hacerle daño solo por diversión en los alrededores? También; Era por esto que se mantenía en aquel edificio lo máximo posible, únicamente saliendo para entrenar o buscar provisiones.

Aunque a veces se arriesgaba a pesar de ser solo ella. K también quería disfrutar del silencioso y solitario Tokyo de aquel mundo; La brisa fresca, los animales salvajes que volvían a la ciudad tras la escasez de vida humana, el sentimiento de tener aquello solo para uno mismo. Todo eso la empujaba a vagar por las calles por un corto periodo de tiempo mientras disfrutaba el pequeño lado bueno de aquella situación.

K rió tras su mascarilla al observar nuevamente la línea que acababa de tachar.

Aún tenía dos semanas de libertad para recuperarse de la noche anterior.

Quizás había pocas cosas malas en K; o quizás había muchas, más la peor era el poder recordar con sumo detalle los rostros de las personas con las que participaba en los juegos. Recordaba cada vez que había tenido que sacrificar a alguien para poder sobrevivir, también las veces que los gritos desgarradores llenaban las paredes de las salas de juego o las veces que la sangre bañaba tanto su cuerpo que el olor metálico de aquel espeso líquido se quedaba impregnado en su nariz por días.

K recordaba todo aquello, los días de visado también servían para descansar su mente.

Más tarde aquel día, K subió a la azotea del edificio una hora antes del atardecer. Había un ambiente neutro, no tan frío pero tampoco tan caluroso, un clima perfecto para tomar un descanso y desconectar.

La ciudad se alzaba frente a sus ojos y el silencio la abrazaba recordándole que estaba sola. La joven inspiró y expiró profundamente un par de veces, mientras los pájaros volaban a lo lejos dejando que una brisa suave alejara el sonido de su piar.

K sacó su ración de comida de una bolsa y comenzó a comer despacio mientras disfrutaba las vistas. Era un ambiente que cien por cien hubiera compartido con su madre si estuviera en su mundo, pero ya no tenía a nadie con quien compartirlo; Agradecía el haber sido trasladada sólo ella, ni su madre, siquiera su hermano o su padre aunque la relación no hubiera sido la misma en los últimos años.

TIMELESS | Alice in Borderland Donde viven las historias. Descúbrelo ahora