Capítulo 4

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K miró a su alrededor con atención en busca de una salida mientras Niragi seguía golpeando y gritando al otro lado de la puerta.

La única vía libre que encontró fue a través del pequeño balcón que tenía la habitación. K arrastró uno de los muebles que se encontraban a su lado y lo colocó frente a la puerta; se apresuró a atar su cabello en una rápida coleta y corrió para abrir el ventanal. El aire golpeó de lleno en su rostro cubierto, haciendo que sus ojos lagrimearan un poco. Escuchaba como los golpes se hacían más y más violentos y pronto más voces se unieron a la de Niragi. K se subió a la barandilla del balcón y miró hacia abajo. Probablemente habría más de siete metros de altura, pero partirse las piernas no era una buena opción para ella.

La joven suspiró y se agarró del metal para comenzar a desplazarse hacia el balcón en el piso de abajo. Tuvo mucho cuidado, más aún cuando sus manos sudaban debido a los nervios de tropezar y caer. K estaba bajando hacia el segundo balcón cuando el fuerte golpe de una puerta siendo rota retumbó en sus oídos.

—¡¿Dónde está?! —aquella voz no era la de Niragi, sino la del Sombrerero. K se apresuró a meterse en el balcón que estaba a punto de alcanzar e intentó abrir el ventanal—. Encuéntrenla —ordenó el hombre cuando ella consiguió estar dentro de la habitación.

El lugar, para su suerte, se encontraba vacío y parecía que no había sido utilizado aún. No habían pertenencias ni rastro de actividad humana, por lo que se permitió respirar profundamente mientras calmaba el latir de su acelerado corazón. Tenía que encontrar la forma de salir de allí sin que la notaran, cosa que sería algo complicado ya que todos la estaban buscando y, además, su forma de vestir llamaba la atención entre los habitantes del lugar.

K caminó hacia la puerta y miró a través de la mirilla: no había nadie alrededor.

Con mucho cuidado y en silencio, abrió la puerta y asomó su cabeza con precaución. Miró de izquierda a derecha y allí no había nadie. Cerró la puerta detrás de ella con cuidado, asegurándose de que ésta no hiciera demasiado ruido. K caminó hacia la izquierda, mirando de vez en cuando hacia el otro extremo del pasillo; cuando llegó a la esquina tuvo que asomarse para ver si había gente por allí, otra vez: nadie.

Caminó con cuidado por el pasillo, siempre agudizando su audición para evitar que la encontraran. Cuando estaba a mitad del pasillo, escuchó las voces de unos seis hombres y tuvo que hacer malabares para esconderse en el hueco de un pequeño desvío que había en el pasillo. Regularizó su respiración, calmando su corazón.

—¿La han visto? —preguntó uno de los hombres.

—No. El Sombrerero nos ha mandado reunir para que todos la busquen.

—¿Tan importante es?

—Al parecer sí. Él dice que es un diamante en bruto que nos será de gran ayuda.

—¿Niragi la conoce? —preguntó otro.

—No lo sé, ¿por qué preguntas?

—Porque parecía bastante molesto.

—Quizá...

La voz desapareció cuando giraron al final del pasillo y ya no fueron visibles para nadie. K pudo soltar el aire retenido en sus pulmones e intentó salir de su escondrijo. Una vez fuera, siguió su camino. Se había esperado que el Sombrerero mandara a buscarla, y que hiciera una rápida reunión para avisarlo le daría el tiempo suficiente como para, al menos, salir de aquel lugar.

K siguió caminando por las vacíos pasillos, bajando escaleras y escondiéndose de vez en cuando de gente que se dirigía al punto de encuentro que había indicado el Sombrerero. No fue hasta que llegó a la planta baja que pudo aliviarse un poco. Ahora sólo tenía que encontrar la puerta trasera.

Justo en ese instante se escuchó la voz del Sombrerero a lo lejos.

—Como bien sabrán —comenzó a decir—, hemos conseguido dar con el fantasma —unos gritos de júbilo se escucharon. K dio la vuelta en una esquina y caminó por un largo pasillo de color gris—, pero, para nuestra mala suerte, ella no quiere estar aquí y está intentando escapar en estos momentos —La joven siguió caminando hasta llegar a una gran puerta metálica—. Por lo que me gustaría pedir vuestra ayuda para encontrarla. Es necesario buscar por todos lados, por cualquier lugar que recordéis y que tengáis permitido pasar. La necesitamos, y si no la tenemos con nosotros, ninguno podrá regresar.

K miró las bisagras de la puerta y vio la ligera oxidación en ellas, indicándole que harían algo de ruido por lo que debía correr tras abrirla. Miró una vez hacia atrás y no logró ver nada. Suspiró y colocó ambas manos en la gran manija para empujarla hacia abajo y así comenzar a abrir la puerta. Sin embargo, no esperaba la gran mano en su abdomen y el brusco empujón que recibió. Fue lanzada hacia la izquierda, en donde una puerta abierta guiaba hacia unas escaleras.

K cayó y rodó un poco antes de detenerse. Entre quejidos y una molestia en su cadera, encontró la fuerza para mirar hacia arriba. Niragi la miraba con desdén, bastante molesto mientras cerraba la puerta detrás de sí. Ella se intentó poner en pie bajo la atenta mirada del varón. Esperó hasta que ésta se enderezara para acercarse a ella y tomar su mandíbula con brusquedad. K fue obligada a mirarla directamente a los ojos, mostrando la clara molestia en él. Niragi quitó la mascarilla de su rostro con brusquedad y la lanzó al suelo, dejando a la vista el rostro de Kyoko que ahora era adornado por una larga cicatriz.

Niragi empujó su cuerpo e hizo que su espalda impactara contra la pared aún sin soltar su mandíbula. K gruñó ante el dolor.

—¿Realmente creías que ibas a escapar? —preguntó con una sonrisa burlesca. Se acercó bastante a su rostro, analizando su aspecto y bufó divertido—. Sigues siendo igual de estúpida que antes.

K arrugó sus cejas y lo miró extrañada. Nunca jamás lo había escuchado dirigirse a alguien de aquella forma, siempre había sido el educado de los dos. ¿Qué demonios le había pasado a Niragi en los últimos años para convertirse en eso?

—No puedo decir lo mismo de ti —murmuró la joven con dificultad.

Niragi rió a escasos centímetros de su rostro, logrando que K captara el aroma a fresa del caramelo que se había comido con anterioridad.

—Por supuesto que no soy el mismo —dijo con burla—. Ow, ¿acaso esperabas que fuera el mismo chico imbécil que podías manipular, Kyoko?

La joven abrió sus ojos con sorpresa.

—¿Qué demonios estás diciendo, Niragi? —preguntó con notable molestia—. ¿Siquiera te has escuchado al decir eso?

—Cállate —demandó.

Niragi la miró de arriba a abajo, como si analizara la persona que tenía frente a él. El agarre en la mandíbula de K se hizo más fuerte, más brusco y ella no pudo evitar quejarse ante esto. Él la empujó una vez más hacia la pared con rabia y soltó su mandíbula antes de alejarse.

—Vuelve a ponerte la mascarilla y sígueme —ordenó.

K se quejó ante el dolor y no se movió de su lugar. Niragi volvió a girarse hacia ella, esta vez con el rifle en sus manos y la miró sin mucho afán.

—Será mejor que comiences a darte cuenta de en qué posición éstas y empieces a hacer lo que te dicen —volvió a hablar el varón—. No dudaré ni un instante en ponerte una bala en la frente, K.

TIMELESS | Alice in Borderland Donde viven las historias. Descúbrelo ahora