Capítulo 5

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La mesa de madera se encontraba decorada por un tazón de fideos instantáneos; la habitación en la que se encontraba siendo ocupada por el Sombrerero, Aguni, Niragi y dos hombres armados cuyos nombres desconocía.

—No sé cómo pretenden que coma si mis manos están atadas —señaló K—, ¿acaso debo darme cabezazos contra el tazón? Por cierto, ¿por qué me ataron esta vez?

El Sombrerero sonrió antes de sentarse frente a ella al otro lado de la mesa.

—Para que no vuelvas a huir.

La fémina observó detenidamente las facciones del hombre, luego repasó los rostros del resto de presentes.

—Unas simples cuerdas no evitarán que huya.

—Pero una bala sí —respondió el cabecilla.

K resopló.

—Entonces... ¿me darás de comer tú? Porque hasta el momento no he podido desarrollar mi telequinesia.

—¿Cuántas cartas puedes traernos? —preguntó el Sombrerero.

—Ninguna.

El Sombrerero respiró profundamente antes de cambiar su pregunta.

—¿Cuántos días de visado te quedan?

K bajó la mirada hasta el abandonado cuenco de comida para evitar mirar a ninguno de los presentes. Eran molestos, todos ellos lo eran.

—Unas dos semanas —respondió tras varios segundos de silencio.

—¡Eso es perfecto! —exclamó—. Varios de nosotros tienen fechas limite similares, ¿no sería mejor ir en grupos?

La pelinegra pestañeó un par de veces, como concienciándose de lo que hablaba el hombre frente a ella.

—Preferiría ir sola.

—Ya... —comenzó a decir el contrario—. Te asignaremos tu grupo en unos días, pero tranquila ¡estoy seguro de que se llevarán bien!

K suspiró, notando el aire caliente bajo su mascarilla. No le agradaba estar en aquel lugar, tampoco el tener que ser obligada a asistir a los juegos acompañada. Quería que aquella conversación terminara y así poder irse para comer sus fideos instantáneos; El Sombrerero se dio media vuelta, encarando a un aburrido Aguni. El primero comenzó a hablar sobre la seguridad del lugar, así como de la búsqueda de más jugadores expertos. Mientras, K centró su atención en su cambiado viejo amigo.

Si hace unos años le hubieran dicho que Suguru terminaría luciendo así, se hubiera reído ante la broma y no les habría hecho ni el más mínimo caso. K no era tonta y era consciente de que aquel cambio drástico tenía que ver con los años de tortura que su hermano junto a sus amigos le habían hecho pasar, pero ¿en qué momento pasó a ser tan radical? La última vez que se vieron haría ya varios años, tanto él como ella tenían una relación amistosa en la que ambos pasaban ratos tranquilo y de aquel chico parecía no quedar rastro en aquel momento.

Kyoko salió de su ensimismamiento cuando la puerta de la sala fue cerrada con fuerza, sus ojos recorrieron los alrededores para ver que estaba siendo habitada sólo por ellos dos. Los oscuros ojos de la chica viajaron hacia la figura que ahora se sentaba frente a ella, sosteniendo el tazón de fideos en sus manos y comiendo tranquilamente.

K elevó una de sus cejas, provocando que su cicatriz se estirara de sobremanera.

—¿Qué te pasó? —preguntó el varón con la boca llena, sus palabras casi ininteligibles.

La joven movió su cabeza hacia arriba para que la mascarilla se deslizara por su rostro y así dejarlo expuesto. Niragi detuvo la acción de llevar los palillos a su boca cuando esto ocurrió. A él también le resultaba raro el volver a encontrarse con ella; pero a diferencia de K, él sentía repudio y asco hacia su persona. Al fin y al cabo, había sido ella quien lo dejó solo a su suerte.

—Intentaron arrancarme un ojo en una de las pruebas —contestó simple.

El ambiente era extraño, nada similar a la primera vez que se vieron. De pasar a disfrutar de silencios cómodos, pasaron a ser partícipes de silencios asfixiantes.

Niragi dejó caer los palillos con rabia, ¿por qué su humor era tan malo? Todo tenía que ver con ella.

Siempre era culpa de ella.

—Maldito lunático —murmuró entre dientes y se levantó de su silla, haciéndola caer con un ruido sordo—. Me han ascendido a tu niñera, así que muévete. No quiero estar pegado a ti todo el día.

Por primera vez en mucho tiempo, K se sobresaltó ante las palabras de alguien. Definitivamente, ese no era su viejo amigo.

Recuperándose con rapidez, la pelinegra avanzó hasta situarse a su lado, dejando las ahora sueltas cuerdas encima de la mesa. Niragi bufó ante la imagen que veía. Tomando su rifle y situándolo en su hombre como si fuera acción del día a día, avanzó hasta la puerta para salir por ella.

—Camina más deprisa —demandó.

K frunció el ceño. Estaba literalmente justo detrás de él, ¿qué más deprisa quería que caminara?

—Estoy detrás de ti, idiota —farfulló.

El contrario se detuvo de golpe, girándose de forma tétrica hacia ella. K imitó su acción y esperó mientras veía al chico avanzar un par de pasos hacia ella.

La diferencia de altura era notable, K siempre había tenido que elevar la cabeza para poder verlo directamente a los ojos. Aquellos ojos que ahora carecían de brillo o simpatía alguna. Las joyas que adornaban su rostro y reflejaban de manera diminuta a la persona frente a él le daban un aspecto muy distinto al que ella conocía. ¿Acaso ahora usaba lentillas?

K recordaba haberle recomendado en varias ocasiones cambiar sus gafas por las lentillas, que le resultaría más cómodo a la hora de salir junto a ella (siendo que siempre terminaban asistiendo a algún parque de atracciones o lugar similar); aunque siempre se encargaba de recordarle que, de igual forma, lucía bien con las gafas. K siempre había intentado que su percepción de sí mismo no se viera afectada por las crueldades que su hermano y amigos le decían a un más joven Niragi.

La última vez que se vieron durante el festival de primavera de hacía unos años, Kyoko admitió cuán atractivo le resultaba su rostro en un intento de elevar el autoestima del chico y, a su vez, confesar un poco de su atracción hacia él. Sin embargo su acción pasó inadvertida por el chico, creyendo que sólo lo decía por ser buenos amigos, y tras eso, jamás volvieron a verse.

K regresó su atención a Niragi.

El chico mostraba una mueca disgustada mientras picoteaba con su dedo índice el rifle en su hombro. Las voces del resto de habitantes de la Playa se oían a lo lejos; música en la piscina, un ligero aroma a comida, gritos de júbilo y el splash del agua en la piscina. ¿Acaso era sano vivir de manera tan absorta a lo que estaba aconteciendo en ese momento? ¿Ignorar que podrían caer en uno de aquellos juegos y morir de repente era buena idea? K tan siquiera podía pensar en relajarse, todo a su alrededor podría matarla si diera un paso en falso, ¿cómo sería capaz de cambiar su atuendo por un bikini y sentarse bajo el sol a tomar alcohol y escuchar música?

El repentino movimiento de la mano de Niragi provocó que sus sentidos se pusieran alerta. K se tensó cuando la mano se dirigió a su rostro, preparándose mentalmente para atacar en caso de que fuera necesario. Sin embargo, la acción de Suguru la dejó helado.

De forma brusca y con expresión todavía asqueada, agarró la mascarilla y la colocó malamente sobre su rostro, tapando su nariz y parte de su ojos.

—Tápate. Nadie quiere ver tu fea cara —soltó—. Y date prisa.

Tras eso, comenzó a caminar otra vez.

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⏰ Última actualización: Jan 03, 2023 ⏰

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