CAPÍTULO 39

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Ese día Irene llegó bastante tarde a casa.

Luego de besar a Bogum y verlo correr
encolerizado hacía el interior del colegio
junto a un sorprendido Sehun, entró a su
auto lo más rápido que pudo y se dirigió a casa, deteniéndose cada treinta segundos para quejarse debido al gran dolor que le estaban ocasionando las maniobras al conducir.

Entró a casa como pudo, cayendo sobre
el suelo con un agudo grito de dolor que
taladro las paredes del lugar.

El dolor no era soportable como las otras
veces en las que había sido golpeada por
esos despreciables chicos. Aquella había
sido la golpiza de las golpizas.

Ese día, con cada movimiento, Irene
sentía que estaba a punto de perder el
conocimiento de forma poco agradable.

Se levantó con ayuda de las paredes,
manchándolas con la sangre en sus manos, y caminó lentamente hasta llegar y tomar el teléfono de la casa. Tenía ganas de vomitar y veía estrellitas por todas partes.

Eso no estaba bien.
Otras veces habría curado sus heridas ella misma con algo de ayuda de su novia, pero ese día... Ese día realmente necesitaba un médico.

Marco el número de Seulgi. Se lo sabía
de memoria, y, como siempre, ella era su
primera opción.

Siempre lo sería.

La llamo una... dos... tres veces.
Ella no contestó.

Tal vez se había marchado a casa de Jennie y volvería cuándo se diera cuenta de chica no estaba allí; cuándo supiera que la chica sonriente que decía ser su amiga era una traidora que solo había fingido ser una buena persona para obtener información.

Tal vez estaba comprándole rosas... O tal
vez estaba visitando a Jisoo... O intentando arreglar las cosas con su madre.

Las posibilidades eran infinitas. Tan
infinitas que jamás habría podido imaginar el verdadero motivo...

Fué entonces, al escuchar el tercer tono de la tercera llamada, cuándo vomito.

Lo hizo repentinamente, sin poder
contenerse y sin razón aparente. Y dolió
como mil infiernos juntos atravesando su
garganta.

El dolor la estaba mareando. No podría
soportarlo más.

Miró el suelo, sintiendo que se desvanecía.

Este estaba manchado con su asquerosa
bilis, y Irene sabía que a su novia no le
gustaría eso.

Pero no limpiaría.

No porque no quisiera.

No lo haría porque el dolor la estaba
matando de adentro hacía afuera.

Tomó el teléfono de nuevo, sabiendo que
no podría soportar más el la sensación devdesvanecimiento, y llamó a su madre.

Sí, la mujer aún debía estar en el trabajo, pero realmente creía que estaba a punto de morir con cada respiración que daba. Y no estaba exagerando.

Young-Mi: ¿Hola?
Irene: Mamá, soy yo... -Susurró, un
chillido escapando de sus labios debido a
la articulación de las palabras y el esfuerzovque debió hacer para pronunciarlas.

Cayó al suelo, sin importale el vómito
bajo sus pies. No estaba bien. Se estaba
desvaneciendo. Y no podía luchar contra
esto.

Young-Mi: ¿Irene? ¿Qué sucede? -Se la
notaba preocupada.
Irene: Necesito que vengas a casa
-Susurró, el aire faltandole en los pulmones.
Así debía de sentirse de Seulgi cuándo
perdía el oxigeno. Ahora comprendía lo
horrible que era-. Necesito que me lleves a un hospital... yo...
Young-Mi: ¿Irene?

𝙇𝙖 𝘾𝙝𝙞𝙘𝙖 𝘿𝙚 𝙇𝙖 𝙑𝙚𝙣𝙩𝙖𝙣𝙖 - seulreneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora