𝓓í𝓪 3

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Propuesta
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La voz asustada de Mista lo alteró, corrió al baño sin soltar el teléfono y cubrió su cuerpo con la bata de seda. Trataba de mantener la calma, realmente lo intentaba, pero el grito seguido del sonido de la llamada siendo cortada pudieron más con él. En un acto de desesperación convirtió el televisor en un animal mitológico y atravesó montado sobre él las puertas que daban al balcón.

En una situación distinta disfrutaría de la bella vista o de la cálida brisa que le ofrecía Grecia, pero su mente solo se concentraba en buscar y salvar a Mista. Con el corazón en la mano apresuró al animal, deseando llegar lo más rápido posible al lugar.

Al divisar de lejos la acrópolis de atenea sintió que por fin podía respirar, arregló sus cabellos y fijó su mirada en las ruinas. No sabía lo que había pasado, ni tampoco cuántos eran, pero si alguno de ellos se atrevió a lastimar al chico, oh Dios, esperaba que rezaran mucho porque su tortura los llevaría directo al infierno.

A unos pocos metros del suelo convirtió la esfinge en enredaderas y bajó entre ellas. Con una entrada espectacular se dedicó a observar, mas el enemigo no esperó más y se lanzó a atacar. Giorno solo divisó una figura y con la suficiente fuerza llamó a Golden experience atravesando el abdomen de la figura humanoide de un solo golpe.

-¡Exigo saber dónde está Mista!

El sonido de su voz fue lo único que escuchó, el lugar lucia vacío, causando que las palabras rebotaran en grandes ecos a través del templo. Iba a dar otra amenaza, esta vez agregando ser compasivo si lo entregaban sin pedir nada. Pero su acelerado corazón no le permitía mantener la calma causando trabas en el habla. Los sonidos raros que salieron de sus labios resonaron a través de las ruinas, causando más enojo en él. Poco después se escuchó una risa, un sonido que lo sorprendió y asustó.

-¡Mista! ¡Mista! -gritó. -¿Dónde estás?

-Aquí~-. El ronroneo en la grave voz causó más confusión, no sabía qué es lo que debía sentir o hacer, siempre que se trataba de aquel hombre no podía mantener la calma causando que su cuerpo sea mucho más rápido que su mente.

De un momento a otro sintió una presencia detrás, estaba dispuesto a atacar, pero el hombre fue mucho más rápido y lo atrapó entre sus brazos.

-Aquí estoy, Giorno -. Fue un simple susurro, un cálido aliento contra su oreja, pero fue más que suficiente para pasar del miedo al alivio al sentir esa calidez corporal.

Correspondió el abrazo con desesperación, aferró sus brazos al cuello del mayor y sus dedos sintieron el cabello ajeno, de forma inconsciente cerró los ojos tratando de memorizar el aroma de su amado.

-Te extrañé -murmuró Guido jugando con la seda.

-También yo-respondió el menor con una sonrisa en los labios.

Mista trató de separar el abrazo, siendo rechazado por el jefe y sintiendo como este se aferraba aún con más fuerza.

-Gio Gio, si no dejas de abrazarme así me quedaré sin aire-. Fingió tener poco oxígeno, mas eso no impidió que el rubio se afianzara más a su cuerpo.

"Parece un león sobre su presa", pensó.

-Giorno me vas a romper el cuello -con esa mención trató de persuadirlo, pero el joven chico no cedía ante su agarre.

-Solo un poco más -pidió.

-Pero la comida se va a enfriar-. Y con esa simple frase logró dos cosas, la primera maldecirse a si mismo por "bocón" y la segunda que los brazos del menor dejaran de aferrarse a su cuerpo.

𝕮𝖔𝖗𝖙𝖔𝖘 𝕲𝖎𝖔𝖒𝖎𝖘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora