𝓓í𝓪 6

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Vacaciones (en edición)
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Las luces en la estación eran casi inexistentes, la noche tintada de oscuridad y un olor inmenso a guerra que no podías evitar. La gente de este país se acostumbró al metal y volvió al óxido parte de su paisaje, el cielo nocturno, no teniendo suficiente con ser oscuro, comenzó a cubrirse de humo y los nulos rayos lunares solo hacían la vista aún más miserable.

A lo lejos se escuchó una explosión y el cuerpo del mayor se estremeció.

Buenas noches— saludó Dio en un susurro. El hombre encargado de revisar los pasajes le dedicó una sonrisa típica e hizo una leve reverencia al reconocer el sello que sobresalía en el traje de ambos hermanos.

—Sean bienvenidos al último tren, jóvenes Joestar, serán trasladados al barco ni bien el tren haya llegado. Los aliados y Estados Unidos agradecen su contribución en esta guerra— una fingida mirada de cansancio enterneció el corazón del pelizazul, mientras que el marido reconoció al instante la mofa en aquella voz.

¡No tuvimos elecc- Jonathan lo interrumpió de forma inmediata.

Es todo un honor servirle a Estados Unidos bajó su gorra de época y la llevó a su pecho adornando su rostro con una deslumbrante sonrisa.

El hombre quedó satisfecho, sellando los boletos con un aura de extrema felicidad. El viejo hombre se hizo a un lado y los dos hermanos subieron en fila; Dio, que se encontraba detrás de Jojo, aguantó las ganas de romperle el cuello y solo mantuvo un rostro serio mientras pasaba al costado de ese ser despreciable.

Joven Dio, ¿por qué tiene un bulto bajo la capa?

Ambos Joestar pararon en seco, el mayor giró para dar una respuesta, pero el aludido fue mucho más rápido y sonrió con inocencia.

Lo que está debajo de mi capa es lo que queda de mi maleta, lamentablemente una de sus bombas amenazadoras cayó en nuestra mansión, los alemanes realmente tiene una puntería de mierda, así que recogí lo más preciado para mí y lo traje conmigo debajo de esta capa—. Hizo un movimiento con la tela. —Esos nazis merecen la extinción y cadena perpetua, sus amenazas nos nosotros vimos, —detuvo sus palabras para apoyar su mano en el hombro del señor —Estados Unidos nos ayudó, gracias por ser tan solidarios y dejarnos vivir en su maravillosa y espléndida nación.

El encargado de los boletos cayó en la actuación, un aura de superioridad rodeó al viejo hombre y dejó leves golpes en los nudillos del joven.

Estados Unidos siempre los ayudará, gracias a ustedes por confiar en nosotros, ¡disfruten del viaje!

Jonathan y Dio agradecieron, se despidieron con una sonrisa y caminaron hasta la habitación que se les asignó.

El mayor de los dos sacó su pañuelo y empezó a secar su propio sudor, mientras el hermano menor deshacía el nudo de su capa y dejaba el pequeño bulto en la cama. Fue un leve movimiento, pero lo suficiente para visualizar unos hermosos rizos dorados, el progenitor no aguantó y se acercó enredando y jugando con los dedos; el rostro del pequeño Giorno estaba semidescubierto y su respiración tranquila causaba un efecto calmante en su excéntrico padre. Los labios de Dio besaron la frente del infante dejando una leve marca del oscuro colorete.

Y, mientras el joven hombre le dedicaba una mirada de adoración al niño, su amante observaba la escena con un sentimiento cálido en el pecho, el nerviosismo que antes había sentido se disipó al ver a su esposo e hijo. Con cautela se acercó a ellos dos y depositó un beso en la cabellera del rubio mayor.

𝕮𝖔𝖗𝖙𝖔𝖘 𝕲𝖎𝖔𝖒𝖎𝖘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora