4. Mala fama

250 49 6
                                    


Mala fama // Dana Paola



♠️


Miki tenía mala fama desde hacía un año, cierto o no, cuando te cuelgan cierta reputación es muy difícil deshacerte de ella.

Y tenía dos opciones, sufrir por ello o hacer de su capa un sayo y levantar bien la cabeza, Miki había decidido la segunda. Lo que en el fondo le servía de blindaje, ¿qué es lo peor que te pueden decir si tú ya lo has asumido todo incluso lo que nunca has hecho?

Sí que tenía que soportar risitas e insinuaciones, pero en realidad nadie quería relacionarse con él, su mala fama le precedía.

Estaba deseando acabar el instituto, comenzar una nueva etapa en la universidad, conocer gente nueva, y en el fondo, poder ser otra cosa. Pero para eso aún le quedaba un curso y soporta a los gilipollas de su clase imitándole gimiendo como si se lo estuvieran haciendo allí mismo.

Él solo les sonreía lamiéndose los labios, demasiado para algunos.

¿Qué hubiera pasado si pudiera mostrar lo que realmente quería?

Contra todo pronóstico Miki era virgen y lo máximo que había dado era un beso al imbécil de Héctor. Pero este ya había contado una película ridícula sobre él y cómo suplicaba.

Más bien había sido un rechazo y una patada en los huevos con mala reputación como guinda del pastel.

Lo mejor, ponerse su música, blindarse, esperar, ya llegaría un mejor momento.

Mientras tanto nadie le impedía soñar despierto, porque si algo tenía y nadie le podía atacar allí eran sus sueños y fantasías. Y en ellas siempre aparecía un chico que le daba una oportunidad, que no se burlaba de él y que le dejaba ser lo que él quisiera ser sin ser juzgado. Sí, había visto muchas películas románticas, pero soñar era gratis, aunque luego la realidad fuera una hostia con la mano abierta.

—Ey, Miki, ¿te vienes al baño con nosotros?—le gritó Héctor desde la puerta de la clase. Ese tío era gilipollas, de verdad que lo era.

—Héctor, tienes la polla pequeña, asúmelo ya y ponte a chupar tú.

Ese era el diálogo común entre ellos, el problema era que Héctor tenía amigos, y a Miki ya no le quedaba ninguno. La magia de la mala reputación, los evapora en cuanto los rumores se expanden.

Como su madre le había dicho, esos no eran amigos suyos, solo borregos.

—No decías eso cuando te la comías entera y pedías más.

Iba a contestar, el tema de los tamaños y el grosor solía funcionar para sacarlos de quicio. Capullos. Pero alguien se le adelantó.

—Si quieres volver a estar con él, ¿por qué no te disculpas por lo que dijiste sobre él y le pides salir correctamente?

Miki miró a Jose, había dos tipos de marginados, los del tipo de Miki con los que todos se meten, y los del tipo de Jose, de los que te apartas de su camino, por si acaso.

—Yo nunca saldría con este gilipollas—contestó Miki, primero porque era verdad; segundo, porque no necesitaba que nadie le defendiera aunque fuera lo que soñaba siempre despierto.

Jose emitió algo parecido a una sonrisa que daba un poco de repelús porque ese tío no sonreía nunca, grande como un armario empotrado, con una melena metalera y siempre de negro, de él se decía que hacía rituales satánicos con cabras.

20 recuerdos de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora