8. Symphony

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Symphony// Clean Bandit-Zara Larsson

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Bear, un androide de combate, estaba intentando desconectar su canal de audición. La pacífica tranquilidad de su hogar de veterano retirado estaba siendo invadida por el continuo parloteo de un androide de ocio, que era como ahora la sociedad llamaba a los antiguos androides sexuales.

Había encontrado al pequeño androide en la basura de uno de los locales donde él trabaja como guardia de seguridad. Todo cables pelados y miembros desencajados.

—Cállate—volvió a pedir sin éxito mientras trataba de recolocarle un brazo. Casi entendía que le hubieran practicamente arrancado la cabeza, era insufrible no parar de escucharle, además de que el contenido de sus palabras eran todas tan sucias que si él hubiera podido sonrojarse lo hubiera hecho.

—No puedo evitarlo—le miró apenado el androide, haciendo un pequeño inciso sobre la lección de cunnilingus que le estaba dando.

Bear suspiró, al menos le había colocado bien las piernas y los brazos, no era un trabajo muy fino, pero al menos no lo había tirado por la ventana.

Trasteó con su sistema central, pero este se escapaba de su básico conocimiento de robótica.

—Tú, vamos a ver a un amigo—le dijo al pequeño androide. Le había preguntado su nombre, pero o bien no tenía o no era capaz de recordarlo. Así que sencillamente lo llamó Tú.

Tú se levantó, y le siguió sin parar de hablar y con un caminar un tanto extraño.

—¿Puedes bajar al menos el volumen?—le preguntó dirigiéndose a la puerta.

—Bajar volumen, bajar volumen—canturreó el pequeño androide con una expresión un poco ida—. No puedo.

Parecía un poco avergonzado, pero Bear se encogió de hombros y tan solo subieron cuatro plantas más allá en su edificio.

En aquella zona de la ciudad solo vivían androides, y en su edificio Bear los conocía a todos. Llamó a la puerta, y un pequeño dispositivo con cara de búho salió propulsado hasta quedar justo delante de sus caras, Tú dio un salto colocándose detrás de la enorme espalda de Bear, pero este ya estaba más que acostumbrado.

La puerta se abrió y apareció Owl, un androide de tecnología. Aunque su campo era más el hackeo informático fue el primero que se le ocurrió a Bear.

Owl llevaba unas enormes gafas que eran una mejora que se había agenciado en uno de sus trabajos.

Los miró inquisitivo, y sí que se enrojeció cuando escuchó las cosas que decía Tú. Este trataba con su manos cubrir todas las obscenidades que decía.

—Tu amigo necesita sexo—le dijo a Bear, y este solo lo empujó entrando a su casa.
—Lo encontré en la basura, lo demás se lo he podido arreglar, pero el sistema del habla lo tiene dañado.

Owl lo miró cabeceando, pero Bear no le dejó decir nada.

—Me debes unos cuantos favores.—En realidad Owl le debía algo más que favores, más bien la vida, y ahora quería que se lo devolviera.

El androide de tecnología resopló molesto, pero comenzó a andar hacia el interior de la casa.

—No es mi campo—se quejaba como para sí mismo, mientras ellos le seguían intentando no caer entre cables y chismes tirados por el suelo. Bear agarró a Tú en dos ocasiones en las que las piernas del androide trastabillaron.

Dos horas después, Bear jugueteaba con unos muñequitos con expresiones grotescas de la colección bizarra de Owl mientras este había dejado en completo silencio a Tú.

20 recuerdos de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora