Capítulo 4

31 10 29
                                    

Narra Karime

¡Maldito hijo de puta! De todas las personas, justo él tiene que enterarse de la existencia de Karina. No voy a permitir que le haga daño, así tenga que acabarlo con mis propias manos, ganas no me faltan después de todo lo que Leonardo, me ha hecho.

—No tendrás la oportunidad —le aclaro, no permitiré que se le acerque—. Te aconsejo que no pierdas tu tiempo —alego.

—Nunca algo referente a ti será perder el tiempo —se burla. Tengo tomar una respiración profunda para no perder los papeles con él. Tengo que usar la inteligencia y no dejar que la rabia me domine, aunque tratándose de Leonardo, eso es una tarea difícil de conseguir.

—¿Cómo supiste de ella tan rápido? —Intento indagar.

—Preciosa, no subestimes mi inteligencia. Quiero verte. —Mi piel se eriza de punta a punta al escucharlo.

—No pienso verte —contesto a su afirmación.

—Karime, no te hice una pregunta, fue una afirmación, o más bien, una orden. Me conoces, no me desafíes. No te gustarán las consecuencias. Si quieres que me olvide de la existencia de tu hermana, ven a verme y hablamos de negocios —Como siempre amenazándome. Es la técnica que siempre usa contra mí. Otras veces no he cedido, pero esta vez, no tengo muchas opciones.

—Bien. Estaré en tu mansión en una hora —digo y automáticamente cuelgo sin darle tiempo a responder nada.

Me dirijo a la habitación que pedí le asignarán a Karina, al llegar, la encuentro cómodamente dormida, la observo y los sentimientos que llegan a mí me hacen derramar una pequeña lágrima. ¡Joder!, si le pasa algo por mi culpa, no me lo perdonaría, suficiente culpa cargo con que haya estado cuatro años presa por mi causa.

Ir a ver qué propuesta me tiene Leonardo, es la mejor opción que tengo ahora. No quiero convertirme en quien siempre he luchado por no ser: una asesina. No lo hice cuando me dañó tanto, no deseo hacerlo ahora, pero por Karina, hago lo que sea necesario.
Voy a mi habitación y me cambio de ropa. Pantalones ajustados, blusa negra, una chaqueta de cuero y botas negras, es mi look de hoy. Entre mis botas oculto un cuchillo que pasará desapercibida para la seguridad de Leonardo, y mi arma favorita, tras mi espalda.

Bajo las escaleras siendo sigilosa, si mi padre me ve, no me dejará salir. Tiene un odio desmedido por Leonardo, o más bien, por toda la familia Sotomayor. Nunca me ha contado el porqué de ese odio en todos los años que llevo a su lado, tampoco pregunto, no me interesa, siendo sincera.

Salgo y me subo a mi auto saliendo del perímetro de la mansión Santarém. Al cabo de una hora, llego a la verja de la imponente mansión de Leonardo, en cuanto el guardia de la puerta me ve, abre la verja permitiéndome el paso. Al estacionarme me dirijo a la entrada de la mansión, tres hombres se interponen en mi camino.

—Señorita, debe pasar por el escáner de seguridad —me informa uno de ellos.

—Eso no será necesario. Karime sería incapaz de atentar contra mí. —Pobre imbécil, no sabe lo que dice, si me toca un pelo, le arranco las bolas.

Entramos a la mansión con él guiándome con su mano en mi espalda. No quiero provocarlo hasta que diga que es lo que quiere. Llegamos a una oficina, oscura, sin una pisca de color, así como el dueño.

—¿Quieres beber algo? —pregunta sirviéndose un trago en el mini bar que tiene en la oficina.

—Al grano Leonardo, ¿qué quieres? —pregunto directa, odio los rodeos. A mí que me hablen de frente.

—Tan directa a la acción como siempre. —Lo miro rodando los ojos. Qué idiota.

—Leonardo, esto no es una visita de cortesía. Habla de una puta vez y acabemos con esto —digo levantándome del mullido sillón y lo miro fijamente.

—Relájate, Karime, por si no lo sabes, estas en mis manos —anuncia y quiero carcajearme—. Aquí las cosas se hacen como yo quiera, cuando yo quiera y de la forma que yo quiera.

—El tiempo donde controlabas mi vida terminó hace 9 años, Leonardo —aclaro—. No soy la misma muchachita de 16 de años a la que jodiste con tu locura.

—Sé que deseas mi locura en el fondo de ti. —Es un loco maniático. He llegado a pensar que está obsesionado conmigo.

—Dime que es lo que quieres para dejar a mi hermana en paz —le pido. No quiero que se ponga furioso. Estoy en desventaja, aunque tengo mi arma.

—Quiero dos cosas —me cuenta.

—Dilas.

—Te quiero a ti de vuelta Karime. Quiero que seas mi mujer. —La locura que ha salido de su boca nunca me la esperé.

—¿La segunda?

—La ubicación de los diamantes —dice tan cerca de mi cara que puedo sentir su aliento en mis fosas nasales.

—La respuesta es no. No tendrás ni los diamantes, ni a mí —respondo segura.

Al soltar que no me tendrá a mí se vuelve loco. Me agarra fuertemente del brazo, acorralándome en la pared impidiéndome moverme. Me tiene aprisionada entre sus brazos, tal y como muchas veces hizo, y por desgracia, ocurre lo mismo; me paralizo. La diferencia a la Karime de 16 años a la de ahora, es que sé defenderme, pero debo de admitir, que su reacción me asusta.

—Si te niegas, tu hermanita la va a pasar muy mal. —Al decirme eso, una fuerza sobrehumana se apodera de mí y le doy una patada en la entrepierna logrando que suavice su agarre. Un puñetazo en su cara es lo próximo que siente, logrando noquearlo un poco.

—No tendrás nada, ni a mí, ni los diamantes y mucho menos a mi hermana. No te cruces en mi camino. Acabaré contigo si osas poner tus manos sobre ella —sentencio mientras él se retuerce en el suelo, puedo ver la sangre en su mano, le he roto la nariz.

Salgo de allí rápidamente y cuando llego a la sala, veo que están los mismos tres guardias que me recibieron, ¿cómo salgo de aquí ahora? Entonces, escucho el grito de Leonardo llamando a los guardias, contrario a lo que pienso, los guardias de la puerta no se van, si no que tengo que esconderme porque tres más, atraviesan la puerta camino al despacho.

Recorro la mansión buscando una salida que me permita pasar desapercibida y no la hallo. Cuando estoy saliendo de una habitación de la planta baja siento que me toman del brazo al tiempo que me tapan la boca para evitar que grite. El sujeto camina arrastrándome mientras yo me mantengo tan tranquila como puedo, necesito saber quién es, si lucho ahora, Leonardo puede descubrirme.

Entramos a otra habitación con muy poca iluminación y entonces me voltea aun sin quitar su mano de mi boca. Cuando nuestras miradas se encuentran, ocurre la magia que nunca pensé que me ocurriría.

—Te tengo que entregar a Leonardo —Es un matón suyo. No sé cómo pude pensar que aquí dentro alguien pudiera ayudarme—, pero no puedo hacerlo.—Lo miro directamente a los ojos. Una mira azul oscura quiere atravesarme, no entiendo que me pasa. Siento un calor dentro de mí que me impide pensar y actuar aprovechando que está distraído, simplemente no puedo.

—¿Quién eres? —le pregunto.

—No es tiempo de que lo sepas, muñeca. Tienes que salir de aquí ahora. Conozco un camino. Saldrás por el jardín de atrás. Desviaré a los guardias de la entrada y te abriré la verja para que salgas en tu auto —dice y es el plan perfecto. Al llegar a la puerta del jardín y comprobar que no hay nadie, voy a salir cuando me agarra acercándome tanto a su boca que puedo sentir su respiración acelerada—. Nos volveremos a ver.

En cuanto esas palabras salen de su boca arremete contra mi boca en un beso apasionado y yo, le respondo con todas las ganas que tengo. Desde que nuestros labios se tocan siento esas mariposas que nunca creí experimentar. Es de locos, no lo conozco de nada y siento esto. Cuando se separa de mí, solo sé que quiero más, pero no es el momento para esto.

—Márchate, cuando menos te lo esperes, nos volveremos a encontrar, muñeca.

Besitos Kya💫😘

Somos Una (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora