Capítulo 10

12 5 4
                                    


—¿Cómo se supone que haremos eso? Se dará cuenta —dice uno de los gorilas.

—No lo hará. Cuando él llegue, no va a notar nada raro a menos que ustedes le den alguna señal, lo cual no harán —explico—. Les voy aclarar algo, yo no soy como Abraham que los amenaza. —Abren sus ojos al saber que lo sé—. Luego de que acabe con él hoy, ustedes serán libres de irse y en caso de que no lo logre, los ayudaré a huir de él. Por culpa de ese bastardo mi hermana murió, la única persona que tenía en el mundo. Por culpa de él y Leonardo, me quedé sola. Ayúdenme, no quiero obligarlos hacerlo.

—La ayudaremos. Ese hombre nos ha metido en esto contra nuestra voluntad, nos amenaza cada día —dice el que parece ser el jefe y los demás asienten.

—Bien, muchas gracias. Entonces, el plan es el siguiente…—Tardo alrededor de treinta minutos explicándoles y entienden todo a la perfección, será sencillo, Abraham no se espera algo como esto.

Estamos  en la camioneta nuevamente, esperando que Abraham llegue, estamos preparados. Su camioneta negra se estaciona frente al bar seguida de una que le sigue detrás.  Se baja, y detrás suyo, cinco hombres más lo custodian. El guardia de la puerta le dice que Octavio está adentro y doy la señal en cuanto él y sus hombres pisan el bar.

Volvemos a ingresar al lugar y me encuentro a un Abraham sujeto por sus propios hombres y a mis chicas amarrando a los nuevos que llegaron con él. Al levantar la cabeza, me mira, puedo observar la sorpresa en su rostro, pero, aun así, una sonrisa estúpida se asoma en sus labios. Sin aguantarme voy hasta él, levanto su mentón y le sueno una dura cachetada con toda la fuerza que logro sacar de dentro de mí.

—Te arrepentirás de esto.

—No estás en posición de decir nada y menos de amenazarme. Como puedes ver, estas solo. El control el mío y el que cayó en la trampa no fue otro que tú.

—Convenciste a mi gente de unirse a ti. Los mataré a todos.

—¿Quién dijo que ellos se unieron a mí? —Podía sentir como la respiración de esos hombres se atascó en su garganta—. Hice lo mismo que tú, los amenacé, —Abraham se queda pasmado. —, y no les quedó otra opción que cumplir. No pueden hacer nada. Están acorralados, tanto ellos, como tú. —explico la situación con una sonrisa retorcida.

Me siento en un taburete mirando el espectáculo que se está tejiendo frente a mí. El lugar que escogió Abraham me dio muy buenas ideas de cómo hacer sus últimas horas un infierno. Está siendo esposado a dos tubos donde supongo las bailarinas de este lugar, bailen. No sé cómo el dueño permitió que Abraham usara este lugar, de seguro lo amenazó, no sé, ni me importa.

—Pagarás por esto, Karina —me dice al sentirse tan indefenso.

—El que pagará por todo serás tú —digo sosteniendo un cinturón, tal y como él hacia cuando estábamos juntos y llegaba drogado y sin dinero porque se lo gastaba todo en esa mierda—. Por todas las veces que me maltrataste—le doy en reiteradas ocasiones en lugares estratégicos—, por haberme amenazado con los diamantes cuando salí de la cárcel —le doy puñetazos tal y como me enseñaron mis profesores. Cuando voy a seguir con la pistola Max toma mi mano y me detiene.

—No lo hagas. No vale la pena ensuciarte las manos por una rata como él. —Me ruega con la mirada. No quiere ver cómo me convierto en una asesina.

—Eres tan romántico que aburres abogaducho de cuarta —escupe Abraham desde su lugar amarrado—, ella nunca te corresponderá. La dañé tanto, pero tanto, fue tan delicioso qué…—Max lo hace callar dándole un golpe con el triple de fuerza de los míos. Observo como la sangre sale de su boca y él la escupe riéndose macabramente—. Era tan estúpida, nada que ver con quien es ahora. Hay algo que no sabes mi adorada Karina —dice tosiendo.

—No tienes nada que me pueda interesar. Anteriormente me amenazaste con mi hermana. Esta vez no puedes, está muerta—pronunciar esas palabras me duelen—. Estas aquí, a mi merced.

—Y pronto tú estarás a la mía, como hace años. —Una gran carcajada se escapa de mis labios.

—Los golpes te están afectando el cerebro —me burlo.

—Ríete, dicen que él que ríe de último, ríe mejor —dice.

—Di de una buena vez de que estas hablando —inquiero.

—Tú me vas a liberar, voy a salir de aquí por mi propio pie. Te puedes quedar con los hombres, no me interesa conservarlos —cuenta.

—¿Si no qué? —pregunto retándolo.

—Nunca tendrás el cuerpo de tu hermana para ponerla en una tumba que puedas visitar.

Al salir esas palabras de su boca quiero lanzarme sobre él con un arma y matarlo de una vez. Los recuerdos me atropellan, cuando me tuvo en sus manos, tal y como ahora. Mi venganza tendrá que esperar un poco más. Esta es la razón por la que los hombres de Octavio no dan con el cuerpo de mi hermana. No tengo opción.

—Suéltenlo —Ordeno a las chicas y Abraham sonríe. Piensa que ha ganado la guerra, cuando solo ha sido una pequeña batalla.

Mis planes de acabar con este infeliz  no resultó según lo planeado, pero no me rendiré, su final está cerca, tarde o temprano le haré pagar, tengo la certeza. Dicen que la vida se encarga de darle a cuál su merecido, pero a este, se lo daré yo con mucho gusto. Fue mucho tiempo esperando a que la vida le cobrara todas las mierdas que hizo, su tiempo ya pasó, ha llegado el mío.

A los hombres de Abraham los ayudé a irse de aquí para que no pueda volver a reclutarlos, solo conservé a uno de ellos, que prometió ayudarme. No confío mucho en él, pero de algo servirá. Las exs reclusas recibieron su recompensa y el bar, lo dejamos limpio sin rastro de que estuvimos ahí.

Durante el camino a la mansión mi cabeza no para de maquinar. El tiempo se me está acabando, lo de Abraham tomará más tiempo de lo que pensaba y no puedo arriesgarme a que me maten.

—Max —le llamo para que desvíe un minuto su vista de la carretera.

—Dime.

—Necesito salir de aquí unos días. Necesito descansar de tantas cosas —admito y él me observa con el ceño fruncido—. Karime mencionó alguna vez que tienes una isla. —Él se tensa en su lugar y no entiendo por qué —. Es el lugar perfecto para relajarme y pensar mis próximos pasos. ¿Crees que me puedas llevar y dejarme quedar un fin de semana? —pregunto viendo aun su rostro desconcertado ante mi petición.

Llegamos a la parte de la isla. Será un fin de semana muy interesante. Muchas cosas sucederán allí. ¿Adivinan?

Los kiero Kya💫😘

Somos Una (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora