Treize

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Changbin era un chico de 17 años con gustos comunes para alguien de su edad.

Por eso, después de un tiempo, su relación con Felix se fue distanciando poco a poco.

Changbin salía más con sus amigos a fiestas y juntas, mientras Felix volvía a su estado antisocial otra vez.

El pequeño pelinaranja no tenía a nadie más, Minho iba a verlo cuando tenía tiempo. Veían películas juntos pero no era lo mismo que estar con Changbin.

Lo peor era que Felix no sabía cómo decirle a Changbin lo que estaba sintiendo.

Se veían tan pocas veces ahora, y no encontraba el momento para decírselo.

Creía que ya no le importaba al mayor.

Los días fueron pasando.

Felix marcaba en su calendario los días que Changbin vendría a casa, eran poquitos. Cada uno tenía un sticker de un pingüino pequeño.

Pero el mayor a penas y le prestaba atención.

Felix estaba triste.

Se cansó de la situación con rapidez, su madre le decía que cuando uno quería mucho algo, hacía lo que fuera necesario para conseguirlo.

Así que un día, mientras estaban sentados en el sillón viendo caricaturas, Felix tomó aire y se armó de valor para hacer lo que tenía pensado.

Changbin iba a pararse para ir a su casa, pero Felix estiró los brazos y abrazó su cuerpo justo antes de que el mayor pudiera hacer algo.

El de cabellos azules quedó sin respiración por un segundo.

—Felix, tú. . .

—No te vayas, por favor, Hyung. No quiero que dejes de ser mi amigo.— El pelinegro estaba llorando, soltando toda su angustia y sintiendo el miedo y ansiedad recorrer su cuerpo, más no le importó. Trató de ser valiente.

Y Changbin comprendió que sí sabía que estaba alejándose de Felix, pero era para evitar exactamente lo que estaba sintiendo en ese momento.

Supo que ya no quería a Felix como un amigo, en realidad, lo quería como algo más.

Supo que ya no quería a Felix como un amigo, en realidad, lo quería como algo más

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