Llegó a la residencia pasado el toque de queda. Dios, era tardísimo, seguro que las educadoras estarían enfadadas. Tendría suerte si se libraba del castigo.
Su habitación estaba en el primer piso, así que le era fácil entrar por la ventana, que había dejado abierta antes de salir. Esperaba que Álex no hiciera demasiadas preguntas, lo último que le apetecía era tener que darle explicaciones.
Llamó al telefonillo, sabía que el cambio de turno de vigilante había sido veinte minutos antes.
- Gus, soy Nid, sé que ya ha pasado el toque de queda, pero...
- Nid, todos los viernes me haces lo mismo, al final un día nos van a pillar y voy a perder mi trabajo por tu culpa, ¿y entonces qué?
- Venga hombre, no seas gruñón, te prometo que no lo volveré a hacer, es que se me ha pasado un poco la hora...
- Va, venga, pasa, pero que no te vean, y que sea la última vez que me haces esto, que siempre igual.
Gus rondaría los 45 años, aunque aparentaba más. Era un hombre con poco pelo en la cabeza, aunque una abundante barba canosa, que solía acariciar. Le gustaba su trabajo, aunque a veces se aburría, al fin y al cabo llevaba ya casi quince años haciendo lo mismo cada noche. Llevaba trabajando en la residencia desde mucho antes de que Nid llegase, y siempre habían tenido un vínculo especial. Tenía turno de noche, así que a veces, cuando Nid no podía dormir, saltaba la ventana e iba a verle a su cuarto de vigilante. Por supuesto ninguna educadora tenía ni idea de esto, ni siquiera sus compañeras de habitación se enteraban.
Después de darle las gracias y charlar unos minutos con Gus, Nid subió a su habitación. Sabía que las educadoras estarían en el salón, así que tenía que saltar por la ventana, esperaba que Álex no se hubiese dormido. Corrió silenciosa por el jardín, aunque con la poca luz que había y las lámparas exteriores apagadas casi se da de bruces contra el suelo un par de veces, pero no era la primera vez que tenía que colarse en su cuarto y tenía el camino bastante practicado.
Llegó a ponerse debajo de su ventana abierta, justo como la había dejado antes de irse. Empezó a escalar por el canalón que recorría la pared, ayudándose de algún ladrillo mal colocado en el que podía apoyarse. Consiguió alcanzar el alféizar de su ventana y agarrarse con los dos brazos. Se impulsó desde el canalón para coger fuerza y conseguir entrar en la habitación, aunque lo que consiguió fue entrar de cabeza y chocarse contra el suelo.
De repente se encendió la luz de la habitación. 'Mierda, me han pillado', pensó Nid antes de levantar la vista del suelo. Pero la única persona que había notado su ausencia había sido Álex, que la miraba desde su cama.
- ¿Dónde has estado? Hace horas que tendrías que haber llegado. Estaba preocupada por ti.
Al oír esas palabras, a Nid le empezaron a salir unas mariposas en el estómago un tanto extrañas. Probablemente nunca nadie se había preocupado por ella, y mucho menos se lo habían dicho. Fue una sensación extraña, agradable, por una parte. Pero Nid tampoco quería sentir nada, ni pensar que a alguien podría llegar a importarle. Siempre había estado sola, y los sentimientos le daban demasiado miedo. Quizá por eso era tan borde con Álex, y le frustraba muchísimo que no captase la indirecta de que no quería ser su amiga.
- Estoy bien, no pasa nada. Me gusta pasear por la noche, eso es todo, y lo hago bastante a menudo así que no me montes otro numerito de madre preocupada la próxima vez.
Realmente a Nid le dolió decir esas palabras, pero inconscientemente tenía que decirlas, debía decirlas. No quería que nadie se acercara demasiado a ella, no quería hacer daño a nadie, y mucho menos a ella, ya que tendría que seguir aguantándola después.
Álex se limitó a tumbarse en la cama, dando la espalda a la cama de Nid, e intentar volver a dormirse. Aunque no lo conseguía, seguía con el oído los movimientos de Nid para asegurarse de que no volvía a desaparecer.
Primero se quitó los zapatos, dejándolos tirados por el suelo, claro. Se bajó los pantalones y se quitó la sudadera que, por cierto, olía a muerto, así que la lanzó a la bolsa de ropa sucia que tenían para bajar a la lavandería. Después cogió una camiseta aleatoria del armario para usarla de pijama, se la puso y se metió en la cama.
Mientras intentaba dormirse, Nid empezó a pensar en que al día siguiente tenía la noche de prueba en el antro. Ella era menor, y le habían ofrecido un trabajo de noche sin siquiera haberle pedido el DNI. Estaba un poco asustada, confusa porque había sido todo demasiado fácil. Pero, sobre todo, lo que pensaba era que no tenía absolutamente nada que ponerse. Por la mirada que le había echado el dueño del local, necesitaba llevar algo atrevido y sugerente para ganar puntos, y necesitaba ayuda. Lo primero que se le vino a la cabeza antes de dormir: necesito a Álex.
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Dos en Uno
Teen FictionLos orfanatos y las casas de ricos pueden tener dos cosas en común. La primera, que te sientes atrapado, y la segunda, que estás igual de solo. Aunque ellos vengan de mundos diferentes, son más parecidos de lo que la gente, y ellos mismos, piensan.