Desde el lago (Capítulo 6)

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Como cada viernes por la tarde desde que nos conocíamos, Remy y yo habíamos quedado en el Tim Hortons del pueblo, justo a mitad camino entre su casa y la mía. 

Pasó el tiempo. Llevaba ya como dos horas esperando, y ella no aparecía. Me pareció muy raro porque, incluso con su encaprichamiento con Riley, aquello seguía siendo algo así como lo más sagrado de nuestra amistad. Porque no hay nada como los donuts "Chocolate Dip" o "Double Chocolate", acompañados del también chocolate (aunque esta vez líquido) "Hot Medium Chocolate". O eso creía hasta entonces.

Remy jamás se perdería una tarde en el Tim Hortons. No sin avisar, al menos. Ambos habían renunciado a otras cosas infinidad de veces, con tal de poder disfrutar de aquella hora sentados al calor del fuego, el dulce olor de los donuts o el chocolate caliente recién hecho...

Y entonces fue cuando comprendí que lo había olvidado. Aunque, en el fondo, me daba igual. Permanecí allí de pie, en la entrada, esperando. Y esperaría unas tres horas más hasta que ella se dignase en aparecer. Suerte que aquel Tim Hortons abría 24 horas.

Cuando me vio, puso una cara de asombro total.

- ¡Oh, madre mía!-dijo, en cuanto estuve lo suficientemente cerca para que la oyera-. Lo siento, de verdad, se me había olvidado. Riley me ofreció ir a dar un paseo y... 

- No, si es igual. Tampoco llevo aquí tanto tiempo.

- ¿Ah, no? ¿Y qué hay de estas-miró la pantalla de su móvil- 27 llamadas perdidas de Sam Sturman?

- Es que... temía que te hubiera pasado algo. Ya sabes, siendo nuestra tarde del Tim Hortons, no aparecías y yo... Bueno, me asusté.

Hubo unos segundos de silencio.

- Bueno, y... ¿qué tal con Riley?

- Genial, es un tío fantástico. Es gracioso, simpático y... Bueno, todo lo que una chica podría desear.

- Vaya, cuánto... cuánto me alegra oír eso.

- Ey, te prometo que uno de estos días hacemos la tarde del Tim Hortons.

- Claro, podríamos... no sé, ¿mañana?

- Es que mañana he quedado... con Riley. Ya sabes, para cenar. Pero el domingo estoy libre.

- Muy bien. Pues el domingo entonces. Que te lo pases bien mañana.

- Gracias, pero... ¿qué es eso?-dijo Remy, que al parecer había reparado en lo que yo llevaba escondido en una mano-.

- Es que... Bueno, digamos que te había comprado uno de esos "Double Chocolate" que tanto te gustan. Cuando he visto que tardabas y que había mucha gente, pensé que si se acababan, yo...

Remy se lanzó a abrazarme. Me había abrazado muchas otras veces, pero nunca como aquella vez. Pude sentir el calor de su cuerpo, y todo el amor que me estaba dando en tan intenso aunque breve abrazo. Me sentí el ser humano más feliz sobre la faz de la tierra. En aquel momento, el resto del mundo había dejado de existir. Sólo estábamos Remy y yo. Allí, abrazados.

- Te quiero, Sam Sturman-me dijo dulcemente al oído. Y siempre lo haré. No lo olvides.

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