Pero no era Remy, sino su hermana pequeña, Willow. Según me había contado ella en una ocasión, sus padres le pusieron ese nombre porque eran grandes fans de Buffy Cazavampiros.
Tenía entonces ocho años. Cuando abrió y me reconoció, se me echó en brazos diciendo "¡¡¡Sam!!!". La abracé y le dije:
- ¡Hola, Willow! ¿Qué tal? Me alegro mucho de verte.
- Tenías que haber estado el otro día en clase-me decía, realmente contenta- ¡Me pusieron un sobresaliente en el examen con el que me ayudaste!
- ¡Vaya, qué guay! Haces que me sienta muy orgulloso.
Ella sonrió, y volvió a abrazarme. Haz cualquier cosa por un niño pequeño, y te querrá tanto que fundará un club de fans de ti. Aunque la verdad es que, para Willow, yo era más bien como una especie de hermanito mayor.
- Por cierto, Will, ¿está tu hermana?
- Me ha dicho-dijo, hablándome al oído en voz baja- que si alguien preguntaba por ella dijera que no estaba, pero en realidad está encerrada en su cuarto.
- Oh, vale. Bueno, pues... ¿podrías... podrías decirle algo de mi parte?
- ¡Claro!
- Muy bien, dile por favor que me equivoqué, que no debería haberle mentido, que hacerle daño era lo último que quería. Y dile... dile que siento mucho lo del vestido. Que si puedo hacer algo, cualquier cosa para compensarlo, que me lo diga. Pero sobre todo, Will, no te olvides de decirle...-dije, haciendo una pequeña pausa-... que la quiero. Que la quiero muchísimo.
- Vale, Sam, ahora se lo digo.
- Muchas gracias, Willow, ¡y a ver si hacemos otra de esas carreras a caballito un día de estos!
- ¡Sí!-dijo, gritando de alegría-.
- Hasta luego, Willow.
- Adiós, Sam. ¡Vuelve pronto!
Y me fui. Estaba claro que no podía confesarle a Willow mi amor por Remy. Aquello habría sido demasiado raro. Así que empecé a andar de vuelta hacia mi casa.
Lo que yo no sabía, y que me contó Remy tiempo más tarde, era que había escuchado mi declaración de principio a fin, escondida tras la escalera del recibidor, que llevaba hacia el segundo piso de su casa. Tampoco sabía que, momentos después de mi marcha, llegó Riley.
- Hola, Remy-.
- ¡Hola, Riley! ¿Qué tal? Siento mucho lo de la cena, es que estaba muy enfadada y...
- No, es igual. No te preocupes. No he venido por eso. Es que... necesitaba contarte algo, algo importante. No puedo seguir engañándote.
No me digáis que esta última frase no os suena de algo, ¿eh?
- No lo entiendo-dijo ella-. Entonces, lo de que yo te gustaba, el hecho de que aceptaras ir conmigo al baile, los paseos...¿todo eso era para poner celosa a Rachel?
Riley afirmó la pregunta, avergonzado. Remy se sentía rara. No es que estuviera enfadada, sino más bien triste y sorprendida. Era un sentimiento extraño.
- Bueno-dijo Riley, tras unos instantes de silencio-. Siempre podrías ir con Sam. Lo suyo sí que es amor del de verdad, no hay más que verle.
- ¿Qué?-preguntó Remy, confusa-. ¿Qué quieres decir con eso?
- Sam te quiere, Remy. Y no precisamente como amiga. Está tan enamorado de ti como lo estaba Romeo de Julieta. Según se dice por el instituto, lo está desde el día en que os conocisteis.
Riley y Remy se despidieron el uno del otro. Ella, por su parte, vivía el dilema de su vida. Y era comprensible, teniendo en cuenta que acababa de enterarse de que su mejor amigo, el chico en el que más confiaba en el mundo, había estado enamorado de ella desde siempre. Y ella nunca se había dado cuenta, después de tanto tiempo... Como mínimo, impactante.
Pensativa, se dirigió a su cuarto. Se sentó en la silla del escritorio y cogió de él una foto en la que salíamos ella y yo, abrazados, en una excursión a la playa haría un par de años.
Remy no sabía qué hacer. Nunca había pensado en su mejor amigo como algo más que eso. Confiaba muchísimo en él, y lo quería mucho, pero... Pero no estaba segura de querer eso. Sentía algo muy fuerte por Sam, de eso no cabía duda, pero no tenía la certeza de que fuera esa clase de amor.
De pronto, reparó en su estantería, en un viejo álbum en el último estante. Era alta, así que no tuvo problemas para alcanzarlo. Lo abrió, y fue entonces cuando empezó a revivir todos y cada uno de los momentos que en su día había inmortalizado junto a mí. Su mejor amigo.
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Desde el lago
RomansaSam Sturman, alumno de último año de instituto en un remoto pueblo de la Columbia Británica (Canadá), lleva enamorado de su mejor amiga Remy desde el día en que la conoció. Unos cinco años y medio después, ella ni siquiera se ha enterado. Pero con l...