Marcel Proust tenía razón. Estamos hechos de pequeños instantes, detalles en los que no nos fijamos y que tiempo después descubriremos que nos han marcado.
Como Charles Swann probando una magdalena sumergida en el té me he sentido yo al inundarse mis papilas gustativas del sabor de las pasas que mi abuela me daba para almorzar en mi infancia; como él te has sentido tú al volver a entrar en una panadería y oler el hornazo que siempre comías el Lunes de aguas en el Tormes; o tú, que al oír la melodía del acordeón en la Plaza Anaya has vuelto a escuchar las melodías de la Tuna cuando ibas a la facultad deprisa, sorteando a los turistas.
Somos expertos en apreciar y añorar lo perdido, no lo poseído. Quizá por eso, de vez en cuando, nos sorprendemos intentando ser más observadores, recorriendo nuestras miradas con el deseo de dejar impreso en nuestras retinas cada detalle de la arquitectura salmantina. No me creo si me dices que nunca te has sentado en el suelo de la Plaza Mayor en primavera a tomar un helado, que no te has enamorado de los graffitis del Barrio del Oeste o que no te has imaginado a Lázaro de Tormes cruzar el empedrado Puente Romano. No me creo que nunca hayas pensado que lo bueno de la lluvia de Salamanca es el color que adquieren sus piedras, esas piedras que enamoraron a Amenábar y a Buñuel, por las que se paseaban entre escena y escena Romeo y Julieta, otras tantas Fray Luis de León. No me creo si me dices que no has llevado a tus amigos a La Malhablada a tomar algo y no te han pedido una foto allí, con el imponente picote de la Clerecía de fondo; que no te has detenido en seco, por la noche, a apreciar la belleza de los relieves de la Puerta de Ramos de la Catedral Nueva; o que la tradición no te ha llevado a buscar la rana, el mono y el astronauta.
Y si realmente no lo has experimentado ve, ve y vive todos esos instantes. No quiero que me digas que te fuiste sin enamorarte de cada rincón de Salamanca, quiero ver tus fotos sonriendo entre las callejuelas de La Alberca; que te sorprendas al descubrir que Ciudad Rodrigo y sus murallas tienen un encanto portugués o que hayas deseado vestirte de época al visitar el conjunto monumental de Alba de Tormes. Pero, sobre todo, quiero que me lleves contigo en ese viaje, que bajemos las ventanillas del coche y que el viento sacuda nuestra melena mientras reímos y sentimos nuestro estallar de alegría; quiero conocer a las gentes de Salamanca y alrededores, oírles decir "canda la puerta", "atroncha por este camino", "límpiate el berrete", "vamos pallí" o "avíate, que llegamos tarde" y darme cuenta una vez más de que lo sublime de una ciudad no radica tan solo en sus edificios y su cultura, sino también en las personas que conforman su geografía.
Es necesario cerrar etapas para poder avanzar, y cuando creas que la has dejado atrás, volverá esta etapa a tu memoria acompañada de un profundo sentimiento de melancolía. Algunos nos daremos la vuelta en el quicio de la puerta para dedicar un último adiós a nuestro hogar con lágrimas en los ojos y notaremos que nuestro corazón grita "gracias"; otros decidiréis volver para enseñar a vuestros hijos las calles que os vieron crecer y el resto os sorprenderéis de los establecimientos que cerraron y de los nombres de las calles que cambiaron, recordaréis a las personas que Salamanca os dio y sonreiréis recitando para vuestros adentros:
"Salamanca, que enhechiza la voluntad de volver a ella a todos los que de la apacibilidad de su vivienda han gustado".
Salamanca, eres ciudad de paso, de crecimiento personal y descubrimiento de uno mismo.
Salamanca, estás escrita de risas entre brindis de cervezas, besos furtivos en portales, abrazos de despedida en la estación de autobús, lágrimas en bancos, abastecimientos alimenticios en el 24h de Gran Vía los jueves por la noche y nombres propios escritos con pésima caligrafía en las puertas de los baños.
Salamanca, te pertenezco, te pertenecemos. Tienes en cada uno de tus rincones la historia de cada persona que puso una porción de su corazón aquí.
Mirian Gáez
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Microrrelatos
RandomAquí encontraréis un poco de todo. Microrrelatos escritos sólo por el mero hecho de divertirme y ponerme un reto; cartas; amor; desamor; recuerdos etc.