23. Pérdida

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Gray

En cuanto la resolución llega a mí, el aparato se resbala de mi mano sin que me importe en absoluto. Esto en verdad es lo peor que podría pasar.

Mi mente trabaja a toda velocidad buscando explicaciones, soluciones, lo que sea, sin embargo, el pensamiento que prevalece sobre cualquier otra cosa es la preocupación por Jellal. Un agujero se instala en mi estómago y siento un escalofrío recorrerme de pies a cabeza cuando pienso en el peor escenario.

No, eso no puede ser. Jellal no puede terminar así, él no.

Estoy en el punto medio entre la negación y el fatalismo durante una cantidad de tiempo que ignoro; todo lo que sé es que vuelvo a la realidad por los llamados insistentes y preocupados de la chica frente a mí.

—Jellal... ¡tengo que encontrarlo! —exclamo al hacerme consciente de mi entorno. Sin darle tiempo a la chica de contestar nada, doy media vuelta y corro en dirección a las escaleras.

Sé que voy bastante rápido, pero siento como si no avanzara nada, como si el camino que lleva a casa de Jellal se alargara cada vez que doy un paso.

Cuando llego a la puerta ni siquiera me molesto en tocar o intentar crear una llave con hielo; congelo la cerradura casi de forma inconsciente y empujo con fuerza, rompiendo parte de la puerta en el proceso. Una vez dentro, reviso cada una de las habitaciones del apartamento sin encontrar absolutamente nada aún después de hacer una segunda búsqueda más meticulosa. Nada, ni una sola señal de que alguien haya estado aquí en horas.

Es inevitable tirarme del cabello y caminar de un lado para otro como animal enjaulado, tengo que pensar algo y rápido. A lo que menos le puse atención fue el fondo de la llamada, aunque podría decir que no está en un lugar muy ruidoso por el volumen al que habló, eso descarta Sabertooth y otros lugares más. Ahora, ¿a dónde sí pudo haber ido?

Un momento, haciendo memoria, me parece haberle escuchado que hoy tenía un asunto pendiente con los de Crime sorciere. Sé que ninguno de ellos querrá que me acerque a menos de un kilómetro, pero es la única pista que tengo.

En mi camino hacia la dirección que me cuesta un poco recordar, termino topándome con Juvia. En condiciones normales le diría que vuelva por donde vino, no tiene ningún sentido que me siga, pero la verdad ese tema me tiene sin cuidado ahora mismo, así que solo paso de largo.

No voy ni a mitad de camino cuando comienzo a sentir la fatiga, sin embargo, me obligo a continuar tan rápido como me lo permiten mis piernas, mientras que el mal presentimiento crece a medida que se acorta la distancia.

Hay una evidente energía negativa en el interior de la construcción. Me tiemblan las manos y por primera vez en mucho tiempo en serio me da miedo saber qué es lo que me voy a encontrar. Por temor a arrepentirme, no me lo pienso ni un segundo y atravieso la entrada.

Del otro lado me recibe una nube de miasma y hollín que me obliga a taparme nariz y boca, y toser como si se me fuera a salir un pulmón. No hay duda, fue aquí. Me gustaría deshacerme de esto con magia, pero nada me asegura que no vaya a afectar por accidente a alguien que pueda estar aquí.

—¡¿Hay alguien aquí?! ¡¿Jellal?! —pregunto en el mayor volumen que consigo antes de tener otro ataque de tos. No hay respuesta alguna, así que decido recorrer el lugar. Esto va a estar complicado, con esta nube apenas puedo ver a dos metros de distancia.

Me freno en seco al escuchar un siseo amenazante demasiado cerca de mi cara. Al ver de frente al animal, encuentro una enorme serpiente que pierde el interés en mí a los pocos segundos para retroceder en dirección a un cuerpo que no había notado hasta el momento, al cual rodea como si quisiera proteger. No es hasta que me fijo en su rostro que termino de encajar las piezas. Si no recuerdo mal, su nombre era Erik, aunque apenas puedo reconocerlo con su mandíbula desprendida con escandalosas heridas a cada lado de su boca, además que al menos la oreja que debería estar a la vista parece haber sido removida por completo. Sus ojos están abiertos de par en par con lágrimas secas derramadas, y al fijarme un poco más, se hace evidente que uno de sus brazos está roto. Lo que intenta proteger esa serpiente no es más que el cadáver de su dueño.

Ángel caídoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora