01 | BIENVENIDA, HARLEY

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HARLEY

—Drake...

Lo único que nos separaba era su pantalón, yo no traía bragas, y el vestido de pijama que tenía era bastante pequeño. Por eso, pude sentir como estaba. Muy... excitado. Muy duro. Sentirlo así no fue más que una invitación a la necesidad de querer tenerlo más cerca, de quererlo solo para mí. Ignoré la fuerte corriente de electricidad deliciosa que pasó por mi espina dorsal, sin embargo la que pasó por mi zona intima en busca de ser saciada por el no pude ignorarla.

Mierda, quería que me empezara a hacer de todo en ese mismo momento.

Lo veía directamente a los ojos desde mi posición —sobre él, sentados en la cama— con suficiencia, elevando las cejas y entreabriendo la boca.

—No juegues con fuego si sabes que luego te quemarás —sus manos, que antes estaban tras el sobre la cama para lograr equilibrarse, las lleva a mis caderas, dándole más fuerza a sus palabras, apretándolas.

Sus ojos me miran tan intensamente que me descolocan, saber que como está sin haber hecho ni el mínimo esfuerzo me hace sentir bien. Genuinamente bien.

Sin previo aviso, me levanta apartándome de su regazo y se pone de pie. Frunzo el ceño sin saber que está ocurriendo, buscando sus ojos con bastante desespero. Veo como sacude una pelusa invisible en sus joggers grises. Pasamos unos segundos mirándonos fijamente. Es un provocación de miradas, un juego de quién puede contenerse durante más tiempo.

Aunque, siempre suelo ganar yo.

Se acerca a mí para minimizar el espacio entre nosotros, para estar lo suficientemente cerca el uno del otro. Es tan malditamente alto que debo alzar mi mentón casi por completo para verlo directamente a los ojos. Reparo en los detalles de su perfecto rostro sin limitarme a morderme los labios. Éste pequeño gesto de mi parte parece que lo hace enloquecer. Coloca su mano en mi cuello, es lo suficientemente grande para que el pulgar pueda abarcar mi mentón, y me eleva un poco más la mirada. Su otra mano se va a recorrer mi cintura. Llevo un pijama suelto, por lo que debe meter su mano debajo para poder tocar lo que quiere.

En cuanto su fría mano hace contacto con mi piel, frunce el ceño, su mirada algo sorprendida y su sonrisa maliciosa solo hacen que le le devuelva el gesto de una forma coqueta. Tener control sobre el siempre ha sido deleitable.

—Mmm... —digo, poniendo una de mis manos en su nuca para atraerlo más hacia mí—Debo decirte que no tengo nada abajo de este pijama, Drake.

Donde se ocultan los sueños ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora