EN LAS SIGUIENTE SEMANA SUHO NO PUDO VOLVER A IR A LA TIENDA DE CÓMICS, debía estudiar para los exámenes y había estado entretenido en el dojo; por lo tanto, no había vuelto a ver a la extraña chica. En realidad, tampoco le había dado muchas vueltas al asunto —no más de las que él creía necesarias.
Pero el viernes había llegado de nuevo y SuHo sentía la necesidad de quitarse el peso de la escuela de sus hombros, por lo que se encaminaba de nuevo a la tienda. Cuando entró, esta estaba vacía, excepto por el dueño, por lo que caminó relajado en busca de algo que leer —ya se había terminado el otro libro. Estuvo unos minutos mirando indeciso las estanterías hasta que decidió releer su saga favorita.
Cuando tuvo el libro en la mano miró los sofás con el ceño fruncido. ¿Debería sentarse? No estaba especialmente cansado, sin embargo algo le hacía querer ir de nuevo a aquel sitio. Se encogió de hombros y se encaminó al mismo sofá de la última vez. Leyó tranquilamente unos cinco minutos antes de que la puerta de la tienda fuera abierta abruptamente, interrumpiendo su pacífico momento. Segundos después, Kim Minying apareció entre las estanterías, con una mochila —SuHo supuso que del instituto— colgando de su mano izquierda y una expresión de pesadez en el rostro.
Tal y como había pasado la vez anterior, la chica ni siquiera le dirigió la mirada; simplemente tiró su mochila a un lado, cerca de SuHo, y se desplomó en el sofá, cayendo en un profundo sueño. Nuevamente el chico miraba la escena con el ceño fruncido, ¿a caso no tenía modales? Él estaba justo delante suya y no había saludado, sólo pasó de todos y se tiró al sofá, como si estuviera en su casa.
Bufó molesto y volvió a su lectura. Esta vez pasaron dos horas antes de que ella volviera a abrir los ojos; SuHo había ido a por otro manga y, cuando volvió, ella se encontraba sentada en el suelo con la mesa llena de libros. Estaba concentrada en su tarea porque cuando SuHo se volvió a sentar en el sofá no pareció percatarse de su presencia, lo que molestó al chico. Decidió mirarle para intimidarla y que al menos le mirara, no soportaba a la gente sin modales —aunque en realidad prefería que nadie le hablara—. Pero la chica siguió mirando su libreta, con el ceño fruncido y el lápiz entre sus dientes blancos.
SuHo carraspeó harto. Entonces la chica levantó la mirada sorprendida.
—Oh, lo siento, no me había dado cuenta de que estabas ahí—se disculpó inclinando su cabeza hacia delante—. Estos ejercicios son realmente complicados—sonrió.
El chico se inclinó para observar lo que la chica hacía. Era matemáticas, y a juzgar por el tipo de ejercicios, avanzada. Averiguó que la chica estaba en su mismo curso, debían tener la misma edad.
—Te has equivocado aquí—señaló.
—¿Ah, si? A ver—ella también se inclinó a mirar, y sus ojos se abrieron con sorpresa— ¡Es verdad!
Rápidamente cogió una goma y corrigió su error. Era tan sólo un número cambiado, pero había arruinado toda la ecuación.
—Realmente soy mala en esto—suspiró apoyando la cabeza en las libretas.
SuHo no dijo nada, volvió a sentarse bien y siguió con su lectura. De vez en cuando la rubia le pedía ayuda con algún punto que no entendía y él dejaba su libro y le explicaba con paciencia. En realidad, no se le daba mal, pero cometía muchos fallos por su falta de atención.
Una hora más tarde la chica guardó sus libros con una sonrisa en la cara. Por fin había acabado.
—Muchas gracias—sonrió levantándose.
SuHo creyó que se marcharía, pero ella se dirigió a una estantería y sacó el segundo libro de Sailor Moon, para luego sentarse de vuelta en el sofá.
Ambos leyeron en silencio, no era incómodo y no tenían intención de entablar ninguna conversación. Así pasaron las horas.
Esta vez SuHo tuvo que irse antes. Soltó el cómic y miró indeciso a la chica. ¿Debía despedirse? Ella no levantó la mirada, así que sólo suspiró y siguió su camino.
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Perdón por el retraso, por fin he acabado el curso y quiero lloraaar.