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"Infernal Fire"

But the world has gone
Where you belong
And it feels too late so you're moving on
Can you find the way back home?

Within Temptation - Fire and Ice.

Fuego.

En este lugar reinaba el fuego por doquier. Largos pilares se alzaban formando enormes columnas que parecían tocar el cielo infinito, columnas que nunca se apagaban, o pretendían flaquear, creando un tenebroso arco de sombras inconsistentes por todo su alrededor, haciendo danzar en el suelo de obsidiana un calidoscopio de opacos colores sin vida alguno. Luces macabras y escalofriantes que con su mera presencia podían consumir el alma de los seres más fuertes, tenaces y heroicos de todo el universo, convirtiéndolos con una lamentable facilidad en pedazos de hueso y carne desmembrada e inservible que el mismo suelo se encargaría de devorar glotonamente y con mucho placer, como si tuviese vida propia, como si de una criatura viva se tratarse. Una de sus muchas criaturas hambrientas de sangre, permaneciendo siempre expectante a cualquier iluso que se atreviese a molestar o asomar su presencia sin ante haber sido debidamente requerida. Un leal perro guardián, se le podría llamar. Un soldado carroñero más a su servicio y eterna disposición.

Un suave tap se escuchaba, una y otra vez, con un ritmo constante en medio del asfixiante y usual silencio. Estaba sola, nadie se atrevería a molestarla, el temor de sufrir las consecuencias estaba grabado en lo más profundo del código genético de los muchos y diversos habitantes del reino, solo unos pocos podían tener ese lujo disfrazado en desgracia.

La emperatriz era una persona impredecible que poseía una personalidad complicada. Años atrás o talvez siglos, pues el tiempo no tiene cabida ni sentido ser recordado en este lugar, ella apareció de la nada, reclamando un trono ya ocupado, solo siendo una pequeña niña en blancas y puras vestimentas. Todos rieron, su padre rió y sintió orgullo por su más perfecta y preciada creación; sin embargo sus amatistas ojos inmutables solo sintieron ira, una ira tan profundamente arraigada a su alma, que su diminuto cuerpo apenas podía contener en lo más remoto de su interior. Su ascenso al trono estuvo bañado en una cruel historia de guerra y tortura, de sangre y despecho. Uno por uno fueron cayendo sin misericordia alguna, su propia familia, y todos los que se opusieron; se extinguieron en un chasquido de minutos - y los que no, lo desean salvajemente- devorados por y para un bien mayor - o mal, mejor dicho- consumidos, y luego olvidados.

Nadie pudo detenerla entonces, y nadie lo hará ahora.

Raven ya no más, Lenore, suspiró mientras sus dedos daban pequeños toques repetitivos sobre el brazo de su trono. Su cuerpo se encontraba cómodamente reclinado mientras apoyaba su mejilla contra el dorso de su mano izquierda y dirigía su mirada llena de puro aburrimiento hacia la nada.

Silencio.

Había tanto silencio. Antes lo buscaba con desesperado añoro, y soñaba con sumergirse en su capullo de comodidad y paz, ahora, le causaba una agobiante molestia. Suspirando otra vez, dejó de traquetear los dedos y cambió su postura reclinándose en el espaldar de su acolchada silla; su mirada perdida en el infinito vacío de lo que se le conocía aquí como cielo. No había estrellas, nunca las habría, solo una turbia oscuridad asfixiantemente pesada que absorbía cualquier indicio de luz.

¿Qué más se podría esperar del infierno?

Ya no era la misma, su cuerpo había cambiado radicalmente desde aquel fatídico día, tanto en el exterior como en su interior, y sus ojos eran los espejos que reflejaban esa trasformación. Sus bellas e inusuales gemas amatistas tenían ahora un tono escarlata, casi gatuno que brillaba en la oscuridad absoluta, enmarcados en escleróticas tan negras como la misma noche; un contraste bellamente macabro y fantasmal que acentuaba sus largas y tupidas pestañas, dos hermosas medialunas de alas de mariposas que adornaban su delicado rostro. Largos mechones de cabellos plateados estaban recogidos en un complicado y estilizado peinado adornado por una corona de oro con diamantes negros; de igual color, un vestido con destellos de diamantes de la más suave seda abrazaba cada curva de su cuerpo, dejando solo descubiertos sus delgados hombros con mangas largas y ajustadas que acariciaban sus brazos en totalidad. El traje poseía una apertura lateral que mostraba su pierna derecha, enfundada en delicadas medias que acentuaban su figura y unos zapatos de tacón alto con detalles dorados a los lados; una combinación que resaltaba su pálida piel de porcelana, realzando su etérea e innatural belleza de luz de luna. Un ser delicadamente hermoso y muy mortífero.

Memories of Fire and IceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora