Mariposas.

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Había un campo abierto. Y la pequeña niña estaba ahí. Su dulce voz la llamó. Se acercó a ella y escuchó que preguntaba algo, pero no lograba entenderle. Se acercó más, pero parecía que no era suficiente. No fue hasta que estuvo a su lado, inclinada, pudo escucharla claramente.

–¿Qué son esas cosas?

Miró hacia arriba. Miles de mariposas volaban sobre ellas. 

–¿No las conoces? Son mariposas–le dijo. 

–Pero... ¿Qué tipo de mariposas son?

–Son mariposas monarcas. Son muy bellas, ¿verdad que sí? Ellas vuelan muchos kilómetros.

–No es posible que vuelen tanto.

Hizo una mueca que probablemente la niña no vio. Se fijó en el charco que había al frente de ella, pero había un problema al ver su reflejo. Lucía de la misma edad de la niña. ¿Cómo podía ser eso posible? Recordó que tenía 25 años y era imposible tener ese aspecto. Entonces, despertó. 

Tenía lágrimas en los ojos, pero no sentía que el sueño hubiera sido triste. ¿Melancólico? Tal vez. La voz de la niña sonaba muy apagada, y por un momento, deseó soñar lo mismo otra vez. Volteó a ver el reloj, las 3:40 a.m. Todavía faltaba mucho para que el sol saliera, así que se dispuso a dormir de nuevo.

Para su desgracia, no volvió a soñar lo mismo, eso quería decir que ese sueño no tenía continuidad. Por alguna razón, eso la hacía sentir vacía e incompleta. ¿Qué habría pasado con la niña de su sueño? ¿La hubiera soñado igual? Se preguntó si era normal hacer este tipo de preguntas. Así que simplemente decidió ignorar el tema por el momento. Tenía que alistarse para ir al trabajo. Había concluido su carrera, pero trabajaba de mesera, por lo mientras, era lo que había tenido a su alcance. Sólo tenía una mala racha.

Meserear no es tan malo como parece , cuando uno se hace con la experiencia. Pero la rapidez de los pedidos a veces son sobrehumanos. ¡Eh! Que los meseros también son humanos, pensaba a diario. Pero era obvio que las personas que iban a comer al restaurante no se ponían a pensar en cosas como los sentimientos del mesero. Así que "apagaba su mente" en el trabajo. Todo era mecánico. Ver el pedido, ver la charola, servir, llevarla a la mesa, levantar. Fácil.

Recordó su primer día de trabajo,  cuando había levantado todo los trastes de la mesa y se percató apenas que el cliente se había ido sin pagar la cuenta. En fin, son cosas que pasan. Ese tipo de cosas que se pueden olvidar durante unos días y lo recuerdas cuando ves el descuento a tu salario.

¿Pero en qué estaba? Mesa 2, servuda. Mesa 4, lista, Mesa 5...

En su sueño solo vio de perfil a la niña, nunca su cara completa, pero ahora... Parecía que veía su versión adulta.

Crack.

La distracción costó romper todas las copas que llevaba. Descuentos, descuentos y más descuentos. Lo odiaba. Intentó quitar un vidrio con la mano pero sólo conseguió cortarse. Se supone que debía ir por la escoba antes. Fue por ella y regresó a limpiar.

–¿Disculpa, te lastimaste?

¿Y esa voz? 

Era la chica a la que estaba viendo, pero ¿por qué?

–No te asustes, tengo cosas para limpiarte. Sólo me preocupé cuando vi que te cortaste.

–No... No se preocupe. Estoy bien. Lamento las molestias.

–Todo estará bien, Meryl, sólo confía en mi.

¿Se había vuelto loca o acababa de decir su nombre? No la conocía de ningún lado, a menos que...

–¿Segura que no me conoces de ningún lado? Pero si has soñado conmigo hoy.

No estaba segura, pero lo que acababa de pasar, era todo menos normal.

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