¿Quién soy?

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Meryl pensaba, siempre lo hacía, pero antes no tenía una intrusa en su mente. Era extraño. ¿Cómo le decía a alguien que había realizado una creación de la que no era capaz de acordarse? ¿Y qué desencadenó que volviera a aparecer? No podía decir que era una alucinación, puesto que su compañero de trabajo la había visto; y había conversado con ella. ¿Exactamente qué era? Tampoco podía decir que era algo "real". Que exhaustivo era estar viviendo todo eso. Prefería ahora un poco el pasado. 

Ahí todo se detuvo. El pasado estaba bloqueado. No podía recordar mucho. Recordó que la  separaron de sus padres cuando tenía cinco años, y ella sufrió mucho con ello. Pero ¿por qué lo recordaba ahora? Era algo que realmente le había afectado y simplemente decidió ignorarlo todo este tiempo.  Más palabras llegaron a su mente. "No son responsables. Podrían matar a su  niña. No está segura con ellos." ¿Quién hablaba? ¿Por qué sentía que volvía a revivir todo? ¿A que se debía toda esa evocación de recuerdos? No podía respirar. Estaba enojada, molesta y triste con la vida. Ella simplemente sabía que sus padres se habían alejado. Aunque la hubieran separado, nunca se aparecieron para buscarla de nuevo. Eso les dictaba que se habían olvidado de ella. No habían hecho un esfuerzo por mejorar. 

Un llanto se apoderó de ella, uno muy fuerte. ¿El regreso de su creación era la causa de esto? ¿Era algo malo, un mal presagio por ejemplo? De pronto, dejó de llorar. Si sentían lo mismo, si lo sentían al mismo tiempo, entonces "Helena" también se debía sentir triste. Se quedó quieta e imploró y visualizó ese mundo que era tan parecido al de ella. 

Listo. Ella lucía una bata blanca y se encontraba despeinada sin saber por qué. Estaba consciente de que nada de lo que veía era palpable, pero se sentía como si lo fuera. Se hallaba en la mitad de una calle, y vio a la única persona que podía estar ahí sentada en una banca. Corrió hacia esa dirección, a la mitad del camino había empezado a llover. Cuando estuvo frente a ella, se dio cuenta que estaban vestidas igual. Tenía el cabello sobre su cara y parecía que había estado llorando todo ese rato. 

-¿Estás bien? - preguntó Myrel. 

-Sí- respondió con una voz ahogada- es bueno que ahora estés aquí. ¿Estás mejor tú? 

-Lo sabías. Quise que aparecieras en mi mundo, pero creo que fue mejor venir. 

-¿Has recordado algo? Puede que sea algo triste. 

-¿Cómo lo supiste? 

-Como te dije, he estado contigo casi siempre. Siento tus tristezas, enojos y alegrías- se frotó los ojos-aunque es algo malo, fue bueno que lo recordaras. 

-Pero ¿por qué? 

-A veces sirve. Es algo difícil de explicar, pero desde ahora, podrás recodar muchas cosas. Cosas que no recordabas. 

-Pero, ¿por qué no te recuerdo a ti? 

-Porque estoy ligada a todas esas experiencias, el que yo volviera, el que tú me hayas llamado, es por eso. No deseaba ser una carga, ya que tú eres mi única amiga aquí. 

-No lo eres- le dijo Myrel sinceramente- Ven a mi mundo cuando quieras. Pero ¿por qué no te puedes quedar permanentemente?

-Son reglas. Mi existencia sólo depende de lo que tú creas y ya. Simplemente no soy como ustedes.

-Pues qué boba regla, si se podría cambiar alguna vez...

Luz. Había regresado a su mundo. No le gustaban esas visitas espontáneas. ¿Por qué algo no podía ser permanente? Estaba de vuelta a su casa, todavía con las lágrimas corriendo de sus ojos. Se levantó y vio al espejo. Tenía una mancha atrás de su oreja...como una marca. Tal vez era algo que no había visto. Decidió ignorarlo y seguir quejándose. No quería recordar las malas experiencias del pasado. Pero Helena había dicho que era necesario. No estaba del todo acuerdo.  Pero era algo que ya no se podía detener. 

En el trabajo, Fyn le dijo que había notado que ahora tenía más ojeras que antes. Y que de alguna forma se veía diferente. 

-¿Estuviste...llorando?-le preguntó con sinceridad. 

-Claro que no.-Fue una respuesta tajante, pero clara. No quería que nadie la viera así. Nunca. 

-Lo digo porque tus ojos están algo irritados. ¿Es por una infección? Tengo gotas...

-No necesito gotas, gracias-Mantenía la calma, pero no le gustaban preguntas. 

Fyn notó el ambiente y decidió no preguntar más. De todas formas había algo extraño en todo eso. 

Meryl recordó algo.

 –Oye Fyn. Por cierto, hablando de cosas que no nos incumben. ¿Recuerdas a Helena?

–¿A quién?–rió. –No conozco a nadie con ese nombre. 

–¿Cómo no? Cuando me acompañaste ese día a tomar mi autobus , estaba mi amiga, ella hasta te saludó y los presenté.

–¿De qué hablas? Sólo estábamos tú y yo. 

Meryl quedó en silencio. Era cierto lo que Helena había dicho. No la recordarían los que la vieran. Su estancia en ese mundo era temporal. A ella no le parecía justo que alguien tuviera que sufrir tanto en soledad. 

De repente, otro recuerdo. Jaqueca. Policías. Un nuevo hogar. Huérfanos. Un apestoso olor. Un cádaver. Un grito desgarrador. 

Meryl gritó. Gritó tan fuerte que los clientes se asustaron. 

Ana, una chica que también trabajaba ahí  se alarmó. Podía manejar una crisis. Tomó a Meryl de la mano y la llevó a un lugar a sentarse. 

–¿Qué te ha pasado ahora? Te he observado y últimamente pareces más distraída– le preguntó cuando se calmó. 

–No me siento muy bien, realmente, creo que es el estrés. Es un ataque. No te preocupes mucho, si no te molesta, quisiera irme a mi casa.

–¿Podrás llegar sola? Yo te podría llevar en mi auto. ¿Te parece? De todas formas, mi turno acaba de terminar. 

Meryl asintió como pudo. No le gustaba pedir ni recibir ayuda. Pero se sentía tan mal para siquiera protestar. ¿Qué eran esos recuerdos? ¿Por qué ahora? ¿Qué era lo que había visto? Y lo más importante, en realidad, ¿quién era ella? 






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