CAPÍTULO VI

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El primer sitio que visitaron fue un enorme salón de música. Donde Sarah maravillada pudo disfrutar como si de apreciar una colección se tratara de los más diversos instrumentos musicales de alrededor del mundo terrestre y otros fantásticos.

-¡Esto es increíble!- expresó emocionada, observando con atención todo, desde los nombres que tenían cada uno escritos en los pedestales donde se encontraban, hasta las breves descripciones sobre sus funcionamientos detalladas en pequeñas placas más abajo –Sí me había dado cuenta que te gustaba la música pero no sabía hasta qué grado o que tocaras algún instrumento- no pudo evitar comentar.

-Solo permítete conocerme Sarah, no sabes cuánto eso me agradaría- de espaldas a ella y avanzando hacia donde había un ventanal desde el cual se podía contemplar una hermosa vista del vasto laberinto extendiéndose colina abajo y de la ciudad de los Goblins con sus covachas y torrecillas, él expresó. Pareciéndole como nunca a ella pensativo, atrayente y enigmático. Por lo que sólo se quedó admirándolo de lejos, sin atreverse a decirle nada, contemplando que había algo de cautivante en su misterio, en su soledad, en esa tristeza que procuraba esconder pero que se advertía emanando de su interior si se prestaba la debida atención. La misma que se esmeraba en ocultar detrás de máscaras de vileza y hostilidad... Y entendiéndolo tuvo deseos de acercarse a él a sus espaldas y abrazarlo más permaneció estática en su sitio como buena chica educada hasta que él solo se volvió y se encaminó hacia un piano blanco de apariencia antigua que yacía colocado junto a una pared cercana, donde entonces, como si fuese lo más normal del mundo a su parecer, comenzó a tocar con una maestría propia de los más afamados intérpretes.

Ejecutó una serie de extractos de canciones, algunas desconocidas desde su apreciación por pertenecer a ese mundo, que sonaban parecido a la música celta y otras románticas del mundo real, entre clásicas y modernas, de las que ella solía escuchar todos los días. Lo hizo con una concentración y talento profesional tal, capaz de deslumbrar hasta al público más complicado, pero lo más especial fue que se preocupó de levantar la vista del teclado para mirarla de tanto en tanto, dejándole saber por ende que se las dedicaba. Algo que le hizo sonrojar.

-¿Cómo es que conoces todo ese montón de canciones humanas?- de tal modo una vez que concluyera, realmente impactada quiso saber. Sin embargo él no le contestó de inmediato entonces dirigiéndole tan solo una mirada atenta y llena de sabiduría, como dándole a entender que se lo revelaría a su tiempo, en una actitud digna de un monarca. Por lo que Sarah optó por guardarse el resto de sus interrogantes sobre sus habilidades extraordinarias mientras le veía pasar a otro instrumento musical.

-¿Podrías enseñarme cómo suenan los instrumentos de aquí del subsuelo?- empero, rebelde como era y como él bien sabía, sin dejarse afectar por su extraño estado de ánimo, llegado un momento de nuevo se atrevió a consultarle-...Por favor- agregó para no sonar descortés, y en esa ocasión el solitario rey no se negó a su petición.

-La música es una de las energías que corre con más fuerza dentro de mis venas- le contó –Por ello para mí cumplir con tu requerimiento mi querida Sarah, será todo un placer- profirió

Las horas para ambos así transcurrieron sin sentirlas, embebidos en una peculiar especie de laboratorio de magia donde no se elaboraban exactamente pócimas ni brebajes sino encantamientos para el alma, y solo reaccionaron cuando percibieron afuera el cielo ya oscuro. Sarah de tal modo, le agradeció por aquella tarde tan hermosa y por haber decidido compartirla con ella.

-Gracias por tanto Jareth. Sabes, mi mamá dice que los grandes músicos tienen el poder de interpretar con tanta maestría las melodías porque poseen belleza en el alma- le compartió aún embelesada –Y tú has demostrado con tu asombroso talento tenerla en extremo al tocar toda esta impresionante colección- abriendo los brazos y sonriendo maravillada, opinó.

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