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La vida era un ciclo, un bucle infinito donde alguien muere y alguien nace, donde tú puedes estar sufriendo un desamor mientras otro empieza a disfrutar del primer amor

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La vida era un ciclo, un bucle infinito donde alguien muere y alguien nace, donde tú puedes estar sufriendo un desamor mientras otro empieza a disfrutar del primer amor. Podrías mirar las estrellas muriendo, cambiando de colores o dejando de brillar, pero tú nunca podías notarlo, tal y como no puedes hacerlo cuando una persona a unas casa podía estar muriendo y tu estaba siguiendo con tu vida, con una gran sonrisa mientras hablabas con tus amigos, mientras bailabas en una fiesta o también llorabas por la muerte de un amado familiar.

La vida era complicada, te ponía obstáculos para probarte que eres capaz, o probarte que no lo eres y hacerte caer, volviéndote una persona fuerte y con ganas de luchar.

Se suponía que la vida estaba hecha con aquella fórmula repetitiva que todos amaban, aquella en la que naces, creces, vas a la escuela y le dedicas años de tu vida, donde te enamoras y gradúas, trabajas y te casas teniendo como resultado descendencia con un par de hermosos hijos que te verán morir y ellos seguirán tu legado, pasando por aquel proceso hasta que tengan hijos y continúen como un bucle que nunca llegaría a su fin.

Pero sí, Beomgyu sabía desde aquel día en que supo que le gustaban los chicos que él no sería parte de aquel bucle infinito.

Lo supo cuando su maestra de biología le dijo que para poder hacer un hermoso bebé tenían que estar presentes una mujer y un hombre, amándose y reproduciéndose con una idea en la cabeza, realizar su propio legado.

Y también lo supo cuando él fue un día a la iglesia y en su primera confesión le dijo al padre que le gustaban los niños y no las niñas como a los demás, y el hombre de mayor edad le había dicho que rezar y decir tres ave marías no eran suficientes para aquel nivel de pecado que estaba cometiendo.

Tan solo era un pequeño niño de doce años y no entendía por qué tenía que ser parte de la mayoría, por qué tenía que casarse con una mujer, pero sobre todo, por qué tenía que tener un legado como todos si Choi Beomgyu solo quería ser feliz.

Entonces un día cuando tenía catorce años decidió decirle a su madre que él era distinto, "Mamá no me gustan las mujeres" le dijo mientras su madre cocinaba un gran pastel para el cumpleaños de su hermano pequeño.

Ella no lo juzgó, al contrario, ella lo abrazó y le había dicho que estaba bien, que no tenía que llorar. Y por primera vez, Beomgyu se sintió completo, había sentido que no importaba no ser parte de aquel bucle infinito, que no importaba nada más que su felicidad y la de su familia, las únicas personas que lo amaban y respetaban ante todo y hasta que la muerte los separase.

Beomgyu había pensado que no necesitaba nada más para ser feliz. ¿Por qué si ya tenía todo lo que quería? Tenía a una madre que lo amaba y a un hermano menor que siempre lo había apoyado en las buenas y en las malas, no tenía amigos pero se tenía a sí mismo, seguro, amable, respetuoso y sobre todo inteligente, con ganas de ser una gran persona en la vida y de poder darle la merecida vida que su madre y Soobin debían tener.

「 Bonsoir Monsieur 」  |  TaeGyu ‧₊ ᵃᵈᵃᵖᵗᵃᶜⁱᵒ́ⁿ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora