𝟺. 𝑂𝐶𝑇𝑂: 𝑅𝑒𝑝𝑢𝑙𝑠𝑖𝑜́𝑛

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Hay un intermedio, no es blanco ni negro, es gris, Jeno no pensó que estaría tan cerca de la escena del crimen y eso lo asombra, pero otra parte de él no lo hace porque esa es la manera en la que supuso Na Jaemin se iba a presentar ante él, ya fuese ahí o en otro lugar distinto. El chico tiene una mano ásperamente pacífica con un par de subtonos eléctricos y divinos, probablemente Jeno lo siente de ese modo porque es la primera vez que se encuentra con lo que debería ver al espejo cada mañana.

No le agrada.

—Lee Jeno—dice con cortesía y sólo eso, no hay nada más para el otro, no le gustaría tener un vínculo más allá que académico y está seguro de que será recíproco.

Jaemin asiente con la cabeza mientras fija su vista en las manos ajenas, una sensación extraña curva su mente, ¿por qué tiene tantas bandas alrededor de los dedos? De ahí viene la aspereza.

—Creo que te he visto antes, —Le comenta Jaemin de forma vaga y continúa: —escucha bien lo que digo, ¿sí? No soy un fan de las repeticiones, si cometes un error, es culpa tuya. —Aunque sus palabras son duras, Jeno no siente que sea una advertencia, sino una recomendación, la voz de Jaemin es grave y apenas se oye porque no abre mucho los labios y tampoco muestra demasiada importancia en lo que dice, es casi como un ronroneo apagado. —No hay mucho que hacer, a excepción de los viernes, tienes que estar aquí a las ocho de la noche para barrer la suciedad que se va juntando en la semana. El resto de ésta hay que sacudir polvo y limpiar las bancas.

Mientras habla, camina alrededor, Jeno lo sigue de cerca para que su voz no se camufle con la suela de sus pies arrastrándose. Jeno necesita aprender a caminar más silenciosamente. Le explica los lugares y reliquias que requieren de mayor atención. Todos los ornamentos se recubren bellamente de seda roja, hay morada y en ocasiones verde, con tonos hematómicos, los bordes están finamente tejidos con hilo de oro, tan volátil. Cada una de las velas desprende el mismo olor, a su mal pesar las piezas tienen un significado, la de oración, la de arrepentimiento, la de agradecimiento, entre muchas otras más. No lo recordará pronto, ni pretende hacerlo. Ya habrá un día en el que ese lugar sea una pesadilla cara.

Es un lugar extenso, por lo que pronto Jeno siente que debe tomar asiento y no ve nada mejor que perseguir la idea de corrompimiento. No cree que sea un pensamiento propio, está seguro de que los niños más jóvenes también osan sentarse en el gran trono frente al altar sólo para sentirse un poco poderosos, así que se adelanta con cercanía para tomar lugar hasta que nota algo extraño, Jaemin no lo detiene. Mira atrás, él tiene los ojos fijos en ella, debe ser una reliquia y sólo por eso, Jeno se retracta.

Un error es culpa tuya y eso significa un castigo similar.

Posa una mano con cuidado e imagina que si desliza su lengua por la brillante madera ésta le dejará un adorado sabor a caramelo satinado. ¿Cómo pueden crear un artefacto tan lujoso sólo para descansar? Y luego mira de regreso las duras y cuadradas bancas de madera que aunque pretenden lucir igual de pulcras y acarameladas no están ni de cerca a tener un colchón rechoncho en su base como esa.

—Es bonita—dice sin más, el silencio es incómodo. —¿Alguna vez te has sentado en ella?

—No. No es para los alumnos—y aún así lo ve levantar las rodillas para deshacerse del dolor que se acumula al estar de pie por un buen tiempo. Jaemin cojeaba hace no mucho.

—¿Y no quieres hacerlo?

La empatía se enciende para él, debe admitir que se siente curioso aunque desee lo contrario. ¿Qué pasa con Jaemin y su sonrisa de pintura fresca?

—No, en realidad, prefería que nos apresuráramos a terminar con la limpieza de hoy, tú tienes una hora, yo aún debo terminar otras tareas.

—Puedo ayudarte, no tengo mucho que hacer aquí por ahora.

Ivory Cherry: Church of burned romances [JAENO - JAEMJEN] (Re-publicación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora