Libertad, dulce Libertad

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Era un sentimiento extraño.

La pérdida.

No de algo material, sino...

De alguien.

Otto Octavius nunca había experimentado ese sentimiento. Ni siquiera cuando murieron sus padres.

Aquella vez que se enteró que su madre había muerto por una sobredosis, no sintió nada... ningún sentimiento. No estaba impresionado.

Fue a su funeral y miró su tumba por horas, esperando algún sentimiento de su parte, pero nada...

Lo mismo pasó con su padre. Cuando murió por un accidente de tráfico por manejar borracho, se encargó de enterrarlo, ya que nadie iba a hacerlo. 

Lo dejó junto a su madre. Sus dos padres en el cementerio, uno al lado del otro. Y Octavius no podía sentir ni una pizca de lágrimas.

Él creía que era porque no podía sentir tristeza. Que había nacido con un problema cerebral que se le impedía...

Pero, si ese fuera el caso... porque diablos sentía como si su corazón estuviera siendo estrujado fuertemente.

Había pasado ya una semana desde la muerte de Ben Reilly. Y Otto seguía en su laboratorio.

Se había quedado en ese lugar todo este tiempo. Revisando su computadora, leyendo varias noticias...

Manteniendo su mente distraída, evitando pensar en ese sentimiento que lo carcomía por dentro...

— Estúpido... — suspiró Otto, viéndose en un espejo.

Había faltado varios días a la escuela y al laboratorio. Ya no podía permitírselo.

Agarró una camisa y salió de su laboratorio.

***

— Hola, jefe — decía Carlie, entrando a la oficina de Ray Cooper.

— Carlie, cielo — dijo el jefe, ordenando sus papeles — ¿Cómo va todo?

— Pues, no muy bien... — dijo, suspirando — Todo este tema de Fisk me da un dolor de cabeza...

— Te ves agotada, ¿necesitas ayuda en tu caso?

— ¡No!, quiero decir, no... ya tengo la suficiente ayuda.

— ¿Así? ¿de quién?

— De mi... mente, sí.

— Igual a tu madre — dijo, entre risas — No dejes que te supere. Pide ayuda cuando lo necesites.

— Eso haré — le dijo Carlie, nerviosa.

La verdad, necesitaba de mucha ayuda. El Hombre Araña no había contestado sus mensajes durante los últimos días, por lo cuál no podía seguir con su investigación. 

Tenía pistas en distintas ubicaciones algo peligrosas, pero parecía ser que tendría que ir ella sola...

Cooper se dio la vuelta y comenzó a caminar hasta la puerta.

— ¿Solo viniste a decirme eso? — preguntó su padre.

— También quería ver si mi padre no se estaba muriendo en su propia investigación — sonrió Carlie, saliendo de la oficina.

El jefe sonrió y se tiró sobre su silla. Vio su computadora y todos los datos que había recopilado.

Esa persona que le había estado mandando los mensajes con los datos de Norman Osborn había sido de mucha ayuda.

Spider-Man │ THE SUPERIOR SPIDER-MANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora