Capitulo 11

686 6 3
                                    

OLOR a carboncillo, ir y venir de gente.

–¡Disculpe!

Una maleta que atropella; un gorro colorado que pugna por subir.

–Apúrate. ¡Sí cabe! Hay un hueco en la rejilla ¡Up!

En la ventanilla, el “Nito”, paliducho abrazado a un paquete de galletas y Leonor tratando de

alcanzar el vidrio y dando a Julián sus últimos encargos.

–No me eches en olvido. –Mira, encima del chiffonier quedó el reloj. Hay que mandarlo componer. Si

va la Luisa dile que el sábado sin falta tiene que mandar la ropa. Escríbeme... No dejes de

escribirme y sobre todo pórtate muy bien. Nada de Davis ¿me prometes?

Un pitazo, una manito de niño que aletea desacompasadamente como un pájaro que trata de volar y

un pañuelo blanco que se agita hasta que el tren se pierde en la atmósfera pesada y polvorienta.

Julián volvió a la oficina.

Paseándose ante la puerta cerrada, con el sombrero suelto echado sobre los ojos, las manos a la

espalda y un cigarrillo de hoja de Talca entre los dientes, don Fortunato le aguardaba.

Julián estrechó la mano ruda y franca que el hombre le tendía; abrió la puerta y entraron.

No se veían desde aquella malhadada noche.

Bastías tomó colocación en el sofá con las piernas muy abiertas para dejar sitio al abdomen,

cruzado por una gruesa cadena de reloj de la cual pendían, como algas de un calabrote, un enorme

guardapelos, un cuernecillo de coral, un trébol y un número trece. Afirmó las manos en las rodillas y

suspiró:

–¡Ah! don Julián, no sabe las amarguras que me cuesta el señor socio de Ud.!

Julián se impacientó:

–¿Qué le sucede?

–¡Qué ha de sucederme! Por culpa de su señor socio, don Samuel me ha disminuido cinco mil

acciones...

–¿Y qué quiere Ud. que le haga?

En ese momento empezó a sonar la campanilla del teléfono.

–Con su permiso... ¡Aló! ¿Con quién?

–¿No me conoce?

Era la voz de Anita.

–¡Cuánto gusto!

–¿De veras? ¡Creí que ya no se acordaba de su pobre amiga! Nueve días desaparecido sin que

Lucho, ni Graciela ni nadie tuviera noticias de su paradero. Lo he buscado hasta en la lista de

defunciones. Me he puesto trágica...

–Eso no está bien.

–¡No se ría! Es la verdad. Hasta he llorado. ¡Qué tontería! ¿no es cierto? Pero estoy neurasténica.

Debe ser el tiempo... Paso tan sola y aburrida que a veces me da miedo de ponerme sentimental ¡y

es tan cursi! Me había acostumbrado a conversar con Ud. todas las tardes...

Julián le explicó su ausencia. El viaje a Valparaíso, la partida de su mujer, un conjunto de

ocupaciones y negocios.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 21, 2015 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El SocioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora