Capítulo 6

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La entrevista con la tía Meche duró muy poco la mujer percibió de inmediato que Jaime era el chico que necesitaba y volvió a asegurarle que sí le permitía trabajar vendiendo dulces con la Flaca y que, en algún momento, también lo iba a necesitar para hacer otro trabajo, 《un trabajo especial》, como ella lo llamó. A Jaime le sorprendió la falta de interés de la mujer pues no preguntó su nombre ni su procedencia. Sabía, por experiencia, que para los adultos esas preguntas eran importantes, pero parecía que a la mujer lo único que le interesaba era saber su edad, si sufría de alguna enfermedad de la vista y si no tenía parientes en la ciudad, a lo que el chico había contestado que no, añadiendo en voz baja que lo que tenía en ese momento era hambre.

La tía Meche sacó de un cajón de su escritorio una cámara y, en medio de bromas y tratándolo de 《novio》de la Flaca, le tomó varias fotografías de frente y de perfil.

Otra vez en la calle, Jaime empezó con las preguntas.
-Tú no me llevaste donde la tía Meche solamente para pedir permiso para que yo trabajara contigo, ¿no? ¿Por qué no me dijiste la verdad?

-Ah, porque me olvidé, Futre. Pero que importa ahora no solo puedes trabajar conmigo, sino que vas a tener un trabajo mejor, ¿vez?, te tomó las fotos y he oído que eso lo hace cuando se trata de algo especial. A mí también me tomó fotos una vez, hace un año, y espero que pronto me diga sobre un nuevo trabajo

-¡Qué trabajo especial! Yo no sé si quiero trabajar en eso, ni siquiera sé de qué se trata- y es que Jaime ya no se sentía tan seguro de su decisión de quedarse en la ciudad.

La Flaca lo presintió, se plantó delante de él con sus manos en la sintura y lo miró desafiante.

-¡No puedes negarte ahora! Cuando 《ella》te ofrece trabajo, 《tienes》que aceptar o... ¡eres hombre muerto! Bueno, por lo menos eso es lo que dicen que pasa si no cumples un trato con 《ella》. Además me harías quedar mal y me meterías en problemas porque yo te la presenté.

Jaime se movió inquieto. Sentía unas ganas inmensas de llorar. El recuerdo de su casa mezclado con el hambre de todo el día se le subía a los ojos y empezaba a desbordarse. Volteó el rostro para que la niña no lo viera. Ella, por su cuenta, también miró hacia otro lado y se alejó unos pasos. Se detuvo mascullando entre dientes, como era su costumbre, cuando iba a tomar una decisión importante.

-Bueno, Futre, mejor piensa bien que vas a hacer. Esta noche piensa bien. Mañana nos encontramos y me dices, ¿sí? Pero si no vas a aceptar el trabajo de la tía Meche, tienes que escapar de esta ciudad y yo me haré la loca, la que no sabe nada.
El chico se limpió  el rostro con una mano sin volear la cabeza.

-Tal vez es mejor que regreses al campo, a tu casa. No te he preguntado porque no soy metiche, pero... ¿tienes mamá... o papá? Porque parece que si tienes a alguien que te cuide, ¿no?

Jaime se limpió la nariz en la manga de su suéter y aspiró el aire con fuerza.

-Mi mamá se fue a trabajar a España cosechando brócoli y murió en un accidente de tránsito junto a otros trabajadores. Un tren les pegó de frente o de lado, no me acuerdo... pero la enterraron allá. Y sí,  tengo papá,  bueno,tenía papá,  pero ahora el también se fue. Se marchó a buscar trabajo por allá o en Alemania o no sé exactamente donde, pero se fue esta mañana y por eso vine a la ciudad para despedirlo en el aeropuerto.

-Se fue y te dejó solito? Así, ¿solito de solitario?
-No, me dejó con mi tía,  porque rlla había vivido en la Costa durante muchos años y que lo poco que sabía sobre su mal carácter y escasa paciencia no era como para sentirse a gusto con la idea de vivir con ella.

-Caramba! Y te escapas se tu tía de verdad para venir a la trabajar para la tía Meche. Bueno, loco, tú sabrás lo que haces. Pero yo no me hago cargo de tí hasta que no estés seguro de lo que quieres. Ahorita todavía pueded largarte,  pero después... nones.

Volvieron a caminar por las calles empinadas de la ciudad vieja. La verdad era que en ese momento Jaime no sabía que hacer. Para prolongar el tiempo antes de tomar una decisión,  habló sobre el hambre que tenía.  Pasaron junto a un basurero, y la Flaca se detuvo para buscat algo dentro. Con mucho cuidado, sacó la basura: pedazos de cartón,  periódicos manchados con puntura seca y algunas latas. Mientras lo hacía,  explicó al niño que tenían que apurarse si querían encontar algo allí, antes de que vinieran los 《mineros》de esa calle, que eran quienes tenían derecho a rebuscar en ese basurero.

La Flaca gritó triunfante cuando encontró una caja de cartón con un medio pedazo de pizza dentroy varios trozos de la misma masa gruesa que compartieron sentados al filo de la acera. A Jaime le pareció lo más delicioso que había probado en su vida, y aunque no fue suficiente para calmar su hambre por completo, se sintió mejor qur antes.

-Y ahora me vas a decir que tienes sed - se burló la Flaca.
-Y mucha- exclamó Jaime sonriendo.

Algo en ella lo hacía sentir cómodo, como nunca se habría imaginado sentirse en compañía de una niña. De alguna manera, podía sentir que la Flaca era diferente de las demás personas que él conocía.

Se puso de pie y ella lo llevó hacia la plaza mayor. Allí,  en una fuente antigua de piedra, tomaron agua antes de que dos guardias municipales los corrieran.
La noche se tornó fría como todas las noches andinas. La Flaca decidió que era mejor irse sola al lugar donde dormía y su 《refugio》, puesto que él no había decidido todavía que iba a hacer.  Llevando los periódicos bajo el brazo, lo acompañó hasta encontrar una puerta que encajaba entre dos paredes gruesas. Sobre una de las paredes había un 《graffiti》que decía:  《Diosito: ¿por qué no contestas tu celular? 》.
Jaime lo leyó en voz alta. ¡Las cosas que la gente se inventaba en la ciudad! Nunca se habría imaginado que Dios pudiera tener teléfono... ¡y menos un celular!
Mientras tanto, la niña tendió lod periódicos para que él durmiera sobre ellos, y se marchó.

Jaime se acostó sobre la grada de piedra. El piso era duro y el cuello le dolía. Dobló sus brazos debajo de su cabeza para poder descanzar. La luz de neón del almacén se prendía y apagaba iluminando el lugar en tonos azules y verdes. Desde ahí podía ver un pedazo de cielo con algunas estrellas. Reconoció la Criz del Sur, la constelación que tanto l3 gustaba a su papá y que él había aprendido a encontar desde pequeño: cutro estrellas grandes situadas en forma de cruz y una pequeñita entre las dos de la derecha.
En la radio sonaba una música triste y dulzona. No era su música preferida,  pero algo en su memoria  le pidió traerla a su lado. Como si escuchara su llamado, la melodía se deslizó lentamente por los cablesde luz, bajo el pavimento y se metió en su corazón. Solo ahí,  por primera vez en ese día,  Jaime permitió que sus lágrimas también se deslizaran libremente y una a una rodando por sus mejillas,  calleron sobre los periódicos donde estaba acostado.

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Lagrimas de angeles - Edna IturraldeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora