No me mires así...

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Me levanté con muchas ganas de tener un día productivo. Hoy tocaba rodaje y, por alguna razón que desconozco, me puse contenta solo de pensarlo. Una vez preparada, bajé al comedor para desayunar. Como de costumbre me encontré a Chenoa. Me senté con ella y desayunamos mientras manteníamos una conversación agradable. Ángel apareció a los pocos minutos y se unió a nosotras. Acabamos de desayunar, me preguntaba donde estaría Mónica, pues no la vi en toda la mañana y no bajó a desayunar. Subía a mi habitación para coger un par de cosas y bajar al rodaje. Salí del cuarto y, por curiosidad, toqué la puerta de Mónica. No obtuve respuesta. Insistí y vi que la puerta se abría con poca fuerza. Me sorprendió, pero decidí entrar. La vi tumbada en su cama, de lado, en posición fetal. Tapada con la manta hasta el cuello, el pelo extendido a lo largo de la almohada, con los ojos cerrados y la boca entreabierta. Noté tranquilidad en ella y me la traspasó. Su cara relajada, como una niña pequeña. Me senté al borde de la cama y la observé, la observé durante varios minutos. No quería que ese momento acabara, me encantaba verla así, natural y preciosa como es ella. Lamentablemente, la hora rompió ese momento. La desperté.

- Mi: Buenos días bella durmiente. – Le sonreí tímidamente.

Ella me dedicó un tierno gruñido. Abrió los ojos y me miró. No solo me veía con sus ojos, también me sentía. Empezó a encorvar su sonrisa, mientras pestañeaba para despertarse. Volvía a clavar su mirada en mis ojos y me encantaba. Pasó su lengua por sus labios mientras cerraba los ojos. Dejé de mirarla, pues ese gesto me provocó demasiado. Se incorporó y se retocó un poco el pelo. Me miró.

- Mó: ¿Cómo has entrado?

- Mi: He visto que la puerta se abría con facilidad y entré para avisarte que son las 12:40 y tenemos que bajar a rodar.

Cuando escuchó la hora abrió los ojos como platos y se puso histérica. Vi como se levantaba de la cama corriendo y se iba al lavabo para arreglarse. No pude evitar mirar como iba vestida y es que no me pude creer lo que vi. Llevaba una camiseta de tirantes ajustada y un tanga de encaje negro y amarillo a conjunto con la parte de arriba. La situación me tensó, me mordí los labios e intenté relajarme.

- Mó: ¿Me esperas? – Me chilló desde el lavabo.

- Mi: Por supuesto, si tú quieres.

La esperé sentada en la cama intentando canalizar mis sentimientos y sensaciones. Salió del lavabo vestida y nos fuimos de la habitación. Cogimos el ascensor y se retocó los labios. Seguía sin evitar mirarla de reojo. Vi como se pasaba el pintalabios rojo como si de una pluma se tratase. Tan suave que a penas pintaba. Se limpiaba las imperfecciones con su dedo índice, se fregaba los labios para que le cogieran color. Se lanzó un beso y se giró para esperar que las puertas se abrieran. Me pilló mirándola y me dedicó una sonrisa de oreja a oreja. Soltó un 'aish...' a la vez que soltaba el aire. La vergüenza me invadió por completo. Las puertas se abrieron y salió ella primera. La vi caminar, como movía sus piernas. Me tenía completamente loca. Cada cual nos fuimos a nuestros camerinos y allí nos prepararon para la segunda gala.

Como siempre, durante el rodaje hicimos espectáculo y algún que otro juego para entretener al público. Uno de los juegos trató de mirar a un compañero y ver quien duraba más sin reír. Primero lo hice con Ángel y perdí, es tan payaso que no podía contener mi risa. Luego lo hice con Chenoa y perdió ella, tiene la risa muy fácil. Finalmente lo hice con Mónica y ninguna de las dos se rio. Estuvimos alrededor de un minuto mirándonos y sonriendo. En un momento dado me cogió las manos, sin apartar la mirada de la mía. Esos ojos olor y color café, almendrados. Yo, que odiaba el café, hasta que probé sus ojos. Se dilataban sus pupilas. Cada vez la veía más cerca de mi cara. Eso me provocaba nerviosismo y unas inmensas gansa de besarla. La respiraba tan cerca que era inevitable sentir deseo. El abrumador aplauso y silbidos del público cortaron esa escena tan mágica. Acabó por reírse y darme un abrazo donde nos fundimos las dos en los brazos de la otra. Me dio una cachetada y nos fuimos a sentar en la mesa. Me encantaba lo que estaba pasando, porque iba poco a poco, como a fuego lento. Acabamos la gala después de 4 horas y media, fue un día largo. Esta vez quedamos los cuatro para ir a cenar a un restaurante que estaba cerca del hotel. Fue una noche muy divertida, pero ya estábamos todos muy cansados. Chenoa y Ángel se quedaron en el patio mientras se reían a carcajadas. Mónica y yo nos fuimos a las habitaciones, estábamos muertas.

- Mó: Oye, ¿Por qué no entras un rato? Así acabamos bien la noche.

- Mi: Sí, claro. No te puedo decir que no. – Le guiñé un ojo y entré en la habitación.

- Mó: Ponte cómoda, quizás te da pereza ir a tu habitación y te quedas dormida aquí.

Aunque me sorprendieron sus palabras me pusieron muy contenta. Me dejó un pijama encima de la cama y ella se fue al lavabo. Me lo puse y me senté en la cama a esperarla. Apareció con su camisa larga y con unos pantalones cortos. Se sentó a mi lado y empezamos a hablar un poco de nuestras vidas.

- Mi: ¿Tú has estado casada?

- Mó: Sí, con dos hombres. Pero se ve que no he tenido mucha suerte en mi vida con el amor. – Le provocó una sonrisa incómoda.

- Mi: Si quieres dejamos de hablar de eso. – Le di unos toques de soporte en el muslo.

- Mó: ¿Y tú? ¿Has tenido a alguien más aparte de Clara?

- Mi: No. Creo que no se me ha dado bien querer.

- Mó: ¿Y eso?

- Mi: Creo que he querido muy efusivamente y luego todo ese amor desaparece cuando ya he conseguido lo que quería. Pero ahora es diferente...

- Mó: ¿Y por qué es diferente ahora?

- Mi: Eh, nada... No sé, lo he dicho por decir.

Me miró extrañada, pero cambié rápidamente de tema. No sé como se me pudo escapar eso... Pero ya estaba hecho. Estuvimos hablando un buen rato más y ella empezó a bostezar.

- Mi: Bueno Mó, creo que te voy a dejar dormir. Me voy al sofá.

- Mó: ¿Eres boba? Si te digo que te quedes es para que duermas aquí.

- Mi: ¿No te molesta?

Puso los ojos en blanco y empezó a reírse. Me tumbó con ella en la cama y acercó su cara a la mía. Las puntas de nuestras narices chocaban. Sentía su respiración agitada. Cerró los ojos y se mordió los labios. No me lo podía creer, ese gesto otra vez. Noté como colocaba su pierna derecha entre las mías y pegaba completamente su cuerpo al mío. No podía aguantar más, la excitación de ese momento me estaba superando. Abrió los ojos y me miró. Supe que notó todo el calor que me provocaba. Apartó el pelo de mi cara, sin apartar su mirada. Tal y como me miraba, era imposible no querer besarla. Sacó su lengua y se mojó los labios. Respiró hondo y soltó un pequeño gemido al soltar el aire, otra vez. La acaricié por todo el brazo, llegando hasta su hombro y jugando con la manga de su camisa. Mirando su cuello, totalmente sensual al descubierto. Ella empezó a hacer lo mismo, subiendo por mi cuello, llegando hasta mi mejilla donde posó completamente su mano. La deslizó lentamente hasta mi nuca haciendo presión sobre ella, llevando mi cabeza mucho más cerca de la suya. Nuestros labios estaban a 1 cm de separación. Se rozaban muy ligeramente. Su respiración cada vez era más agitada. Chocó su frente contra la mía y en una de esas respiraciones, cogió aire muy profundamente y me besó de repente, entreabriendo su boca, dando paso a su lengua. Se encontró con la mía, juguetona, queriendo bailar al son del beso. Sus labios se posaban encima de los míos, dejándomelos totalmente húmedos. Mi cuerpo se estremeció completamente cuando noté su mano tocarme la espalda por debajo de la camiseta. Me tenía sentada sobre su pierna derecha, pero yo me sentía en el mismísimo cielo. El calor corporal de ambas empezó a subir como el humo. Bajé mi mano hasta su muslo, apretándolo con todas mis fuerzas. Mis ganas de hacerle el amor aumentaban. Noté que su cuerpo empezaba a relajarse y sus ojos a cerrarse lentamente. La miré atontada y vi como se quedaba dormida entre mis brazos. No me pudo parecer más bonita. Apoyé mi cabeza sobre la suya, oliendo su pelo y me quedé totalmente dormida.

Cuando las miradas hablanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora