después me aferré a la esperanza.
dijiste que quizás no era el momento y yo lo único que pude escuchar fue que en algún momento ibas a volver a ser mía, aunque esas no fueron tus exactas palabras.
te dije que siempre habías sido la única y en ese momento me quebré, lloré sintiendo mi corazón partirse en dos aunque supongo que sólo por mi afición a las películas y novelas románticas, porque realmente no sentí ninguna sensación más que vacío.
fue tu turno de abrazarme y lloramos juntos, rotos, patéticos ante la vista de cualquiera pero compartiendo un recuerdo que, creo yo, los dos vamos a tener incrustado en el pecho por el resto de nuestros días.
o eso es lo que quiero creer, porque no soportaría el hecho de que me olvidaras siendo que yo a penas puedo sacarte de mi mente 5 minutos al día.
no recuerdo el camino hasta tu casa, sé únicamente que te acompañé y que cuando me fui la mitad de mi corazón la dejé ahí, en tu entrada, mientras me abrazabas y susurrabas por lo bajo "espero que valga lo que duele".
me despedí de tu mamá, que no entendía nada y poco sabía de que esa era la última vez que me volvería a ver.
incluso me invitó a cenar y con un nudo en la garganta rechacé la propuesta que me moría por aceptar y caminé sólo, en silencio hasta mi casa, con frío y dolor en el cuerpo, con una punzada en el pecho y las piernas que amenazaban con fallar en cualquier momento.
te había perdido.