Capítulo 5: «Te pido que seas justo»

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La saga The Legend of Zelda es una creación de Shigeru Miyamoto y Takashi Tezuka. Actualmente pertenece a Nintendo. Esta historia ha sido ideada por y para fans sin fines lucrativos y con el único deseo de entretener. Espero que la disfrutéis.

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(Link)

El rastro todavía era reciente. Las huellas del venado se distinguían perfectamente sobre la tierra húmeda. Link se agachó y acarició el suelo con la yema de sus dedos. El barro y la sangre se adhirieron a su piel. Se incorporó despacio y, aún con el arco entre las manos, inició el ascenso hacia la escarpada montaña.

Era cerrada la noche, oscura, como el plumaje de un cuervo. Pareciera que alguien hubiera atenuado el resplandor de la luna y de las estrellas hasta hacerlo desaparecer, hasta apagarlo por completo. El Devorador era incapaz de ver más allá de lo poco que iluminaba la débil luz del candil que portaba prendido al tahalí de cuero, pero no necesitaba nada más para encontrar al animal herido.

Link se encontraba al oeste del reino, en las Colinas de Hyrule, muy cerca de la gran llanura. Allí la hierba crecía verde y los caminos aún eran seguros. Su proximidad con la región de Farore, una zona selvática de constantes lluvias situada al sur, hacía de aquel un lugar propicio para el cultivo de arroz. No había grandes núcleos urbanos en los alrededores y, las pocas aldeas que albergaba aquel punto del reino, se congregaban a lo largo del río que desembocaba en el lago Hylia. Su supervivencia era puramente rural. Allí los hylianos vivían fundamentalmente de la agricultura y la ganadería. Los amplios prados que se extendían hasta donde alcanzaba la vista eran ideales para la trashumancia y el pastoreo, si bien la llegada del invierno impedía cualquier actividad ganadera. Más allá, hacia el extremo occidental, se encontraba la Cordillera Gerudo, una frontera natural que dividía la llanura del desierto y que se extendía hasta bien entrado el espeso bosque de Farore.

El crepúsculo había sorprendido a Link mientras cazaba. Horas atrás había visitado un pequeño pueblo donde había cerrado un contrato que le aseguraría una buena bolsa de rupias. Un viejo pescador le había pedido ejecutar a un grupo de bokoblins que hacía unas semanas había tomado parte del río Celeste que atravesaba el valle. El hombre, desesperado, había desistido de ejercer su oficio junto al cauce hasta que los monstruos fueran eliminados, pues temía ser atacado o, peor aún, pasar a formar parte de una dieta nada apetecible, algo poco probable pues, de no verse amenazados, los bokoblins no tenían por costumbre matar a los humanos... y mucho menos comérselos. Eran criaturas estúpidas y traviesas, nómadas, a las que les gustaba coleccionar basura: tablones de madera rotos, frutas podridas, armas oxidadas... Todo lo acumulaban en sus improvisadas cavernas, por lo que el pestilente hedor advertía de su proximidad a los viajeros. De ese modo podían trazar nuevas rutas y evitar toparse con ellos. En general, los bokoblinks eran criaturas a las que no les interesaba involucrarse con hylianos pues, aunque poco o nada inteligentes, eran también conscientes de que solían llevar las de perder. Link se lo explicó al pescador, pero sus palabras no calmaron al hombre, que seguía aterrado ante la simple idea de acercarse al río. Si aquellos monstruos no abandonaban su hogar, el anciano seguiría contemplando cada jornada unas cestas de mimbre completamente vacías. No podría volver a pescar. Hasta 250 rupias y una caja de pescado fresco llegó a ofrecerle a Link por llevar a cabo la tarea. Y él, que nunca rechazaba un trabajo cuando había dinero de por medio, aceptó el encargo.

El Devorador, como era habitual, había cumplido su contrato con diligencia esa misma tarde. No solo había dado muerte a los bokoblins, sino que se había tomado su tiempo para despellejarlos y guardar cuidadosamente su piel con el fin de venderla en alguna otra aldea. Sin duda, era un recurso muy preciado por los artesanos peleteros, pues con dicho material podían elaborar numerosas prendas de vestir, calzado e incluso refuerzos de armaduras varias.

Esquirlas en la nieveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora