Chispa

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—Hmm... —murmuró, sintiendo el calor abrazador que emanaba Santiago sobre su cuerpo, quitando las sábanas que se pegaban a él sin prudencia. Abrió sus ojos cuando los rayos de sol comenzaron a atacarlo, puteando la vida— ¿Jaime? —llamó sin recibir respuesta, percibiendo el vacío de la habitación— ¡Jaime! —alzó la voz con un tono infantil, notando cómo el nombrado atravesaba el umbral de la puerta.

—¿Qué weá querís, weón? —preguntó despacio, sentándose en el borde de la cama para mirar a su amigo, pensando en lo tierno que se veía así.

—Puta que te poní simpático en la mañana, Jaime —sentenció sin enojo, evitando moverse de donde se encontraba.

—No sé a qué le llamai tú mañana, pero ya son las dos y media. Hasta llegó mi mami ya, flojo culiao —observó curioso la cara de preocupación de Nicolás—. Sonó la alarma de tu celu y la dejé sonar no más, a ver si te despertabai. Peeero, seguiste durmiendo —se levantó sin muchos ánimos de allí, esperando alguna respuesta del moreno.

—Es que la paja... Ni escuché el celu weón —desvió la mirada mientras se sentaba lentamente en el lecho del menor—. ¿La tía sabe que estoy aquí o me escapo por la ventana? —cuestionó divertido, preparándose para entrar al baño y tomarse una ducha— Pásame una toalla, por fis.

—Toma —articuló mientras le tiraba una, la cual llegó directamente a las manos del contrario—. Sí le dije a mi vieja que estabai aquí, aunque parece que ya sabía. Dijo que en media hora iba a tener listo el almuerzo.

—¡Ah! Me encanta la comida de tu madre~ —sonrió, sintiendo hambre de inmediato—. En quince minutos salgo, Jaimito. No me espíes culiao —dijo, con falsa molestia.

—Quién te va a espiar a vó, feo culiao. 

—Igual te gusto maraco —rió alegremente mirándolo de soslayo.

—Ándate a la chucha weón fleto. 

Jaime salió de la habitación dando leve portazo, dejando a su acompañante solo, quien lentamente cerró la puerta del baño, desprendiéndose en el de todas sus ropas para luego entrar a la ducha.

Luego de diez minutos, Gaule estaba listo, así que caminó fuera de allí, dirigiéndose hacia el enorme armario de su amigo, buscando sin prisa sus propias prendas. Después de todo, se había quedado en aquella casa tantas veces que en algún punto se volvió necesario tener algo de su ropa en el mueble. Es como si viviéramos juntos, pensó con una sonrisa inconsciente en el rostro. Dos segundos después se puso serio, no podía creer que hubiese imaginado algo tan homosexual. En ese momento su celular comenzó a sonar, sacándolo de sus cavilaciones.

—Aló, ¿Nico? 

—¿Edgar? 

—Sí po', holi. Te llamaba pa' preguntarte si ya habíai ido a la casa del Jaime —cuestionó, causando cierto nerviosismo en el mayor.

—¡Ah! Eh... No, todavía no voy, muy tempranito po'. Yo cacho que después de almuerzo me pego un viaje a su casa... 

— Nico —resopló, serio—. No te hagai el weón conmigo. 

—¿A-Ah? ¿Qué weá Edgar? —su pulso se había acelerado y sus piernas le fallaban, por lo que se sentó en la silla giratoria del barbón.

—Llamé a tu casa porque esta weá marcó ese número cuando apreté tu nombre. Pregunté por ti a tu mamá y dijo que estabai allá desde ayer.

Se quedó mudo, ¿qué le iba a responder? "Ah, sí, es que no fui al carrete pa' venir a culiar con este maricón de a peso, pero no le digai a mi polola, porque yo la amo." Hasta en su mente sonaba como el hoyo.

—Nico, soy tu mejor amigo... Sabís que puedes confiar en mí en lo que sea. ¿Por qué chucha me mentiste y te fuiste pa' la casa del Jaime, weón? 

—Es... Es que... Sí me dolía la guatita po, pero ya había salido de la casa y siempre que salgo de noche le digo a mi mami que voy a quedarme a la casa de este weón, o si no me hincha las weas toda la noche. Entonces estaba en la calle y llamé al Jaime pa' ver si ya se había ido, pero me dijo que estaba enojado y no pensaba ir —Ah, Pichulás, tus mentiras son cada vez mejores—. Entonces me vine pa' acá po'. Así tal cual. 

—No te creo ni una weá Nico culiao —O quizás no—. Vai a tener que contarme... Pero no por celular —sentenció, aún serio—. De ahí vemos dónde nos juntamos —sintió un suspiro—. Sólo no hagai weás de las que te vayai a arrepentir —articuló casi en un susurroa—... Ya weón, chaines. Me tengo que juntar con el Manuel ahora, así que esons. Hasta después —terminó, recobrando su ánimo habitual. 

—Disculpa. 

—No te disculpí, si tengo hace rato claro que erís medio weón pa' tus weás, pero así erís tú po y así erís mi mejor amigo. Ya chao culiao. Me voy a atrasar y ahí me voy a la B. 

—Chao... —se despidió sin ganas ni siquiera para molestar a su amigo por ir a juntarse con el Yelo, alejando el aparato de su oído y disponiéndose a bajar a almorzar.

Ah, se había encendido la primera chispa.

Jugar con fuego. | JaiNico | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora