Geonhak había buscado por todas partes. Volvió a la panadería y se quedó junto a la ventana, observando y esperando, hasta que sintió que la esperanza no era más que una fantasía. Se sentó en el mismo banco en el parque durante horas, esperando ver a Dongju corriendo en la nieve, su sombrero volando detrás de él, el aire llenándose con el sonido de su risa alegre. Pero todo lo que encontraba Geonhak era al mundo sin él.
Recorrer el mercado de Namdaemun no había hecho nada bueno. El sonó campanas y le preguntó a los niños si habían visto al chico angelical. Pero Dongju parecía ser tan elusivo como San Nicolás. Entro en las iglesias, a todas las iglesias que veía, y él oró, oraciones que parecían no tener respuestas.
Para la medianoche del segundo día después de Navidad, Geonhak había caminado todo el camino hasta la ópera, no preocupándose por el frío o la nieve. Había una presentación especial del Mesías de Handel programada. Él vagó atreves de la mayoría de la multitud hasta que había entrado. Luego metió la mano en sus bolsillos y dejó caer monedas y billetes en cada lata abollada y oxidada a lo largo del camino.
La nieve comenzó a caer más y más rápido. Arrojó un billete de W1000 en un tazón viejo de esmalte de un ciego vestido con ropas harapientas, luego hizo una pausa y dijo- La tormenta está acelerando. ¿Tiene un lugar para ir?
- Yo vivo cerca de Bong-Eun-Sa. Va a ser una larga caminata -El mayor trató de levantarse pero sus manos eran viejas y retorcidas y no tenía guantes para protegerse de los elementos.
Geonhak le ayudó, entonces se agachó y recogió el tazón, suavemente colocándolo en las manos nudosas del hombre. Luego dio media vuelta y paró un taxi con un silbido agudo.
Él abrió la puerta.- Le he pagado al chofer para que lo lleve a casa -le dijo al viejo, ayudándolo a entrar. Hizo una pausa y miró a los ojos del mayor arrugado, los ojos que mostraban todos los años difíciles que había vivido. Sin un pensamiento, Geonhak se quitó los guantes y los puso en las manos del hombre, cerrando sus retorcidos y viejos dedos alrededor de ellos.- Feliz Navidad -dijo y cerró la puerta.
Durante un largo tiempo Geonhak se quedó allí, mirando al taxi desaparecer. A pesar de que todavía era temporada navideña, y aunque ya era pasada la medianoche, aún había un gran número de coches en la calle. Geonhak se encontró balanceándose sobre la punta de sus talones, mirando a los coches a exceso de velocidad por delante de él.
Dongju está en el cielo, el empresario pensó cuando uno de los coches lo rozaba tan rápido que hizo una ola alrededor de su chamarra, tal vez si él no puede venir a mí, yo puedo ir con él.
Geonhak vio a los coches delante de él con cautela. Sería tan fácil dar un paso hacia la calle ahora mismo, que una de las máquinas de velocidad chocara con su cuerpo, sacando su vida y su alma de él. Entonces habría una posibilidad de que él llegara a ver a su ángel de nuevo...
- ¿Qué estoy pensando? -Geonhak susurró las palabras a sí mismo con una risa áspera y amarga de una sacudida de la cabeza.- No entraría en el cielo de todos modos. Ese lugar está reservado para la gente hermosa y amable como Dongju.
Dio media vuelta y se alejó de la calle, pegando sus manos heladas en el bolsillo de su abrigo, decidiendo que era hora de regresar a casa. Él caminaba por la acera, con la mente en un lugar de pérdida y vacío.
Pasó junto a un campanero que estaba pidiendo donaciones para un hospital infantil y metió la mano en sus bolsillos. Había utilizado lo último de su dinero para el taxi.
Geonhak empezó a caminar, pero se detuvo y sacó un reloj de oro de bolsillo. Había sido la primera cosa que se había comprado con su propio dinero. Se acordaba de lo orgulloso y realizado que se había sentido cuando estaba caminado a casa con él ese día. Geonhak lo miró por un momento.
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𝐶𝑎𝑑𝑎 𝑣𝑒𝑧 𝑞𝑢𝑒 𝑆𝑢𝑒𝑛𝑎 𝑢𝑛𝑎 𝐶𝑎𝑚𝑝𝑎𝑛𝑎 || 𝘓𝘦𝘦𝘰𝘯
FanfictionSon Dongju era un ángel que se mantenía metiéndose en problemas. Cuando finalmente comete el error más grande hasta la fecha, es exiliado a la Tierra. Kim Geonhak era un millonario e indiferente empresario que creía que el dinero podía comprar todo...