하나

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Dongju se sintió cayendo, cayendo, cayendo. Parecía no haber fin de eso. El viento se arremolinaba alrededor del cuerpo del pequeño chico, sus delicadas extremidades girando y agitándose en el aire mientras la frágil figura descendía.

Cayendo, cayendo, cayendo... y luego nada.

Dongju se sintió caer contra lo que parecía ser una superficie dura. El suelo debajo de él era frío y áspero, raspando la piel delicada del pequeño chico, lo que le causó hacer una mueca de dolor por el malestar. Justo cuando Dongju estaba a punto de abrir los ojos, oyó un ruido fuerte seguido por el peor dolor que había sentido en su vida.

Caía de nuevo hacia el suelo, Dongju vagamente escucho fuertes sonidos huecos y gente gritando. Se deslizó en la inconsciencia con un solo pensamiento en su mente...

Wow, la vida en la Tierra es una porquería...











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Señor, juro que no tengo ni idea de dónde vino. Yo estaba conduciendo y entonces apareció de la nada en la calle.

Keonhee, los chicos no sólo aparecen mágicamente de la nada. Solo porque atropellaste al chico no significa que puedas dar excusas

¡Pero yo no lo hago! ¡De verdad, fue como si acabara de caer en la calle del medio de la nada!

Dongju abrió los ojos, desenfocada mente adaptándose a su nuevo entorno. Mirando hacia abajo, parecía que estaba en una cama decorada con sabanas de color rojo oscuro y una cantidad horrendamente grande de lujosas almohadas de oro. Las paredes de la habitación eran rojas y también tenían una colección de pinturas que Dongju sabía que iba a tardar años para apreciarlas de verdad. El chico parpadeó un par de veces. Aquí todo era mucho más oscuro que en el cielo, por lo que le tomó un poco para acostumbrarse.

¡Oh, estás despierto!

Dongju rápidamente volvió la cabeza para ver a dos hombres mirándolo. Uno de ellos era alto y muy delgado, con una mirada de disculpa en su hermosa cara. El otro hombre era un poco más bajo y lucia tranquilo, con una cara amable y pelo medio ondulado que estaba un poco más largo justo la nuca de su cuello. Dongju sonrió a los dos hombres. Ambos se veían bien y eran casi tan hermosos como los ángeles a los que él estaba acostumbrado a ver, por lo que lo puso más cómodo.

Hola –el hombre de pelo ondulado dijo, su voz no era tan profunda, más bien algo suave, pero seguía siendo tan diferente a la dulce, melodiosa voz que Dongju había escuchado toda su vida, – ¿estás bien?

Dongju intentó asentir con la cabeza, sólo para sentir un dolor punzante a través de su cráneo. Él gritó y se agarró la cabeza, haciendo un puchero lindamente. El hombre de pelo ondulado se rio un poco.

Tu cabeza probablemente duela un poco, ya que fuiste noqueado en el suelo después de haber sido golpeado –explicó con calma,– ¿Te acuerdas de tu nombre?

Dongju –gimió el chico, todavía con la cabeza palpitante – Son Dongju

Ah, está bien, Son-ssi. ¿Puedes decirnos cuántos años tienes o donde vives? –el hombre de pelo ondulado le preguntó. Dongju negó con la cabeza, con su puchero creciendo aún más.

¿Por qué no? ¿No te acuerdas? –el hombre siguió preguntándole con voz tranquila y relajante. Dongju negó con la cabeza una vez más.

Yo no puedo decirte mi edad porque eres un extraño –Dongju respondió con seguridad. Él no sabía mucho sobre la vida humana, pero cada vez que miraba hacia abajo en la Tierra, siempre veía a las madres diciéndoles a sus hijos que no dieran información personal a extraños. El ex ángel pensó que era una extraña costumbre humana.

𝐶𝑎𝑑𝑎 𝑣𝑒𝑧 𝑞𝑢𝑒 𝑆𝑢𝑒𝑛𝑎 𝑢𝑛𝑎 𝐶𝑎𝑚𝑝𝑎𝑛𝑎 || 𝘓𝘦𝘦𝘰𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora