Vecinas.

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Aquella rubia se encontraba cansada.

Pareciera que todo el universo conspiró en su contra para arruinar su primer día de clases.

No...

La verdad no, la verdad era que se sentía culpable.

Con un humor prácticamente del asco, llegó a los dormitorios.

Se dirigió a la puerta 203 y metió la llave para poder abrirla, pero curiosamente, pareciera que aquella llave no era de la puerta en frente de ella.

-¿Qué crees que haces? -se escuchó fríamente de detrás de la rubia ocasionando en ella un escalofrío que le recorrió toda la espalda.

La rubia se volteó.

Observó como la pálida azabache de brazos cruzados, le miraba con molestia.

-A-Ah... pues... trato de entrar a mi dormitorio jeje. -dijo con nerviosismo sin poder mirar aquellos ojos que la atravesaban como si fueran navajas.

-No. -comenzó a decir la chica mientras ponía su brazo izquierdo al lado de la rubia así acorralándola- Tratas de entrar a mi dormitorio.

La rubia tragó en seco. Tenía a escasos centímetros a aquella azabache, y tenía que admitirlo, aquellos labios y la forma en la que se movían era algo que ciertamente le atraía como si de un imán se tratara.

Desvió la mirada.

-No tenía idea... Lo lamento, es que el mío es el 204. -dijo la rubia aún sin voltear a ver a la chica a escasos centímetros de ella.

La pelinegra le tomó del mentón y giró su rostro para que la rubia le mirara.

Se encontraban a escasos centímetros la una de la otra, y la verdad era, que cualquiera que hubiera pasado por ahí habría pensado que estaban a punto de besarse.

El olor de esta azabache y toda su presencia, ciertamente era embriagante para la rubia, y la pelinegra comenzaba a darse cuenta de ello.

La menor se sonrojó.

La mayor sonrió.

-Estás en el 203. -finalizó aquella pálida azabache con una sonrisa ahora algo divertida por el sumo sonrojo que ocasionó esto ultimo en ella.

La rubia vio como la pelinegra quitaba su brazo y alejaba su rostro del de ella con las facciones ahora más relajadas.

-Bienvenida a Corona. -finalizó la chica justo antes de meterse a la habitación.

La rubia suspiró con pesar. Puso la llave y entró a aquel dormitorio que en realidad le correspondía.

Se aventó a la cama de este y abrazó la almohada. ¿Qué había sido todo eso de recién? ¿Por qué miraba sus labios? ¿Por qué se le hacía tan embriagante aquel olor que desprendía? ¿Por qué había querido con tanta desesperación entrar al círculo al escuchar que era ella quien peleaba? ¿Por qué era así con ella?

Decenas de preguntas bombardeaban la cabeza de la rubia con suma facilidad. Ciertamente no era usual comportarse así con alguien.

Algo atormentada, suspiró y se resignó a dormirse para tratar de dejar de pensar en eso.

Tenía la esperanza de que quizás, el sueño reparare lo que el día ocasionó.

__________

Era una mañana como muchas otras, sol radiante, aire fresco, una rubia apurada en extremo, ya saben, como muchas otras.

La chica despertó algo agobiada. Ciertamente el día anterior no había sido el mejor, pero tuvo un desenlace que le hacía dudar si de verdad había sido tan malo.

Con tranquilidad se comenzó a vestir y alistar. Su cabello hasta un poco debajo de las rodillas, decidió atárselo en una coleta.

Con un respiro en el balcón de su dormitorio, se sintió lista para comenzar su nuevo día.

Abrió la puerta, y mientras salía se topó con aquella pelinegra que tanto le ponía el mundo de cabeza.

La azabache le volteó a ver con su usual expresión de indiferencia después de cerrar con llave su dormitorio.

-Espero que hayas descansado bien. -dijo con una sonrisa la pelinegra tomando por sorpresa a la rubia, quien se sonrojó notablemente- Porque si vas a historia del arte, faltan cuatro minutos y la uni está a siete.

A la rubia casi le da un paro cardíaco al escuchar esto. Y sin más, salió corriendo.

¿Cómo podía ser que se había quedado dormida y al levantarse nunca revisó la  hora?

Ahora entendía por qué le había hecho una pregunta tan amable aquella pelinegra. Sólo quería burlarse de ella.

Casi sin aire, llegó a la clase.

-¡Señorita! -exclamó la profesora al ver como llegó corriendo y haciendo escándalo. -¡Fuera de mi clase!

-¡Pero sólo son dos minutos! -exclamó la chica apenas recobrando su postura.

-¡Fuera de mi clase! -finalizó la profesora ocasionando que la chica de ojos verdes se resignara a que todo el asunto no pasara a más.

La chica salió de la clase y miró como la pelinegra caminaba con tranquilidad hacia la cafetería.

Quizás, haberla sacado de la clase no era el mejor de los castigos.

-¡Hola! -saludó con entusiasmo la rubia, sin embargo, no recibió respuesta o reacción alguna.

La rubia le pasó la mano por en frente a la pelinegra, cosa que ocasionó que esta parara su caminar.

-¿Qué te hace creer que puedes hablarme? -cuestionó la azabache con expresión indiferente, pero mirada fría.

La rubia se quedó perpleja. Era verdad, después de lo del día anterior, no tenía derecho a hablarle.

Miró sus labios. Ciertamente aún estaban rotos de la comisura inferior.

Desvió la mirada, y la pelinegra comenzó a caminar de nuevo.

No. No se podía ir así como así. Aquella chica ciertamente tenía algo especial, y la rubia deseaba entenderle.

Le tomó la mano a la pelinegra parándola abruptamente.

La azabache le miro con suma molestia.

-Lo lamento. No debí actuar así ayer. -comenzó a decir la rubia sin soltar aún la mano delgada de la chica- No te conozco, y no conocía el por qué lo hacías. Perdóname.

La pelinegra se soltó del agarre de la chica.

-Bien. -fue todo lo que dijo y se giró para seguir caminando.

-E-Espera. ¿Así de fácil? -cuestionó sorprendida la chica- ¿Ya me perdonaste?

La pelinegra, quien se comenzaba a irritar, se paró y volteó una vez más.

-Sí. -dijo por última vez mientras se volteaba y seguía con su camino con aquella expresión de indiferencia que la rubia comenzaba a identificar.

La observó irse con la misma calma con la que la encontró. Realmente no le entendía.

Su sorpresa apareció, cuando aquel chico ojiazul llegó al lado de la pelinegra y esta le abrazó riendo.

No había visto a la azabache reír alguna vez. Era realmente hermosa, pero por alguna razón, algo le molestaba de aquella escena.

Sin más, se resignó a deambular por los pasillos de la universidad mientras esperaba su siguiente clase.

Tenía bastante en qué pensar...

O en quién.

Verte como yo te veo  [Cassunzel AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora