Nadie más que tú y yo.

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Era una noche negra y oscura, brillante a su manera.

Se escuchaba el suave sonido del viento mover el pasto con tranquilidad, y a los pequeños grillos cantar con su voz natural.

La luna, testigo de aquel gran amor, brillaba con tranquilidad y armonía, visualizando a aquel peculiar par, pasar por el bosque.

-¡Hey! ¡Eso fue más culpa tuya que mía! -replicó la castaña entre risas mientras caminaba de la mano con aquella pálida pelinegra.

-¿En serio? Porque lo que yo recuerdo, es que tú estabas atragantándote con las galletas en la cocina y luego me quisiste sobornar con ellas para que fuera tu cómplice. -contraatacó también entre risas.

La castaña soltó una carcajada, seguida de la pelinegra a su lado.

-¡Eres mi dama de compañía y mi mejor amiga! ¡Era tu deber cubrirme! -se defendió divertida- Además... eres mi novia también, así que no te puedes quejar.

La pelinegra le miró sonriente.

-Es cierto. Lo lamento mi princesa. -respondió la azabache mientras paraba de caminar- Permítame darle una regalo en disculpa por mi descortesía.

La castaña sonrió divertida.

-Pues veamos si su "regalo" da la talla, sir Cassandra. -finalizó mientras veía aquel par de ojos verdes grisáceos que tanto la enloquecían.

La pelinegra sonrió victoriosa, tomando a la castaña por la cintura, e inclinándose un poco para alcanzar a besarle.

La chica intuyó lo que se venía, así que se puso de puntitas y rodeó al cuello de la azabache con suavidad.

Le besó.

Sólo la luna, las estrellas, el sonido del viento y las pequeñas plantas y pasto eran testigos de aquel gran amor.

Porque... la manera en la que se hablaban, en la que se sonreían, en la que se miraban... gritaban "te amo", aún sin tener voz.

Se separaron.

Se miraron por unos segundos, que, si por ellas fuera, podrían pasar el resto de la noche admirando cada centímetro, cada color, cada detalle provinientes de aquellos ojos tan perfectos a su parecer.

-Cass... te amo. -soltó aquella castaña con el sonrojo presente en sus mejillas, sin dejar de mirarle.

La pelinegra sonrió y le abrazó.

-Yo también... más que a nada o que nadie. -finalizó mientras sentía como la de menor estatura correspondía aquel abrazo.

El tiempo pasaba y la noche transcurría, sus pies descalzos en el arrollo, mientras charlaban de cualquier cosa insignificante tomadas de la mano era más que suficiente.

En ocasiones eran anécdotas, en otras recuerdos de sus aventuras, quizás en otras hablaban de las estrellas y la luna, o en otras de las adorables pecas que adornaban el rostro de la castaña, pero sin importar qué fuera, se sentían bien, estaban bien.

-Cass... -llamó la castaña mientras jugaba con sus pies en el agua y recargaba su cabeza en el hombro de la mayor.

-¿Mm?

-Quiero... quiero cancelar el compromiso con Eugene. -soltó al fin, ocasionando que la pelinegra le volteara a ver con sorpresa.

-Rapunzel, ¿de qué hablas? ¿Por qué harías eso? -cuestionó atónita, mientras observaba como la castaña bajaba la mirada- Tu boda con Eugene es la próxima semana.

Verte como yo te veo  [Cassunzel AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora