Blanco

Capítulo 1

En pleno mediodía, Julián corría por las calles, esquivando a la gente que intervenía en su camino. No llegó a tomarse un bus, por lo que tuvo que conformarse con correr hasta el destino. Respiraba agitadamente, no solía practicar ese tipo de actividad física, así que probablemente se cansaba más rápido que una persona normal. El clima era ventoso y frío, el cielo estaba gris, un poco más oscuro desde que salió del hospital; seguramente en cualquier momento empezarían a caer gotas. Para su suerte, justo cuando sus piernas ya empezaban a dolerle, vio a pocos metros el restaurante en el que trabajaba.

Luego de acercarse hasta el establecimiento, tocó la puerta de los empleados, sabiendo que por culpa del horario ya estaría cerrada. Esperó un par de minutos, reposando contra la pared, intentando recuperar sus alientos. Estaba un poco preocupado; sería horrible si su jefe decidiera venir justamente este día. De repente, una chica pelirroja y con su misma vestimenta abrió la puerta, mirándolo con mala cara.

—Llegas tarde. —dijo masticando un chicle.

—Lo sé, perdón, tuve una emergencia por la mañana.

—Te toca ir a las papas fritas. —La empleada rodeó los ojos e hizo una seña para que pase.

Al entrar, se paseó por la cocina hasta el puesto que le asignaron. Realmente, Julián no se sentía cómodo; estaba exhausto e incluso sudado, pero no le quedaba otra que hacer su trabajo. El lugar era ruidoso ya que muchas familias lo atendían, la cocina era angosta, calurosa, había un fuerte olor a comida chatarra y todo se sentía grasoso. Claro que no era el sitio con el que siempre había soñado trabajar, pero si quería cumplir sus metas necesitaría hacer dinero de alguna forma.

El moreno buscó y ubicó con sus ojos miel a un bajo chico de pelo corto y negro, a quién se acercó inmediatamente.

—¡Tomás! Ay dios, ¡aquí estás! —El castaño tomó a su compañero de los hombros y lo sacudió—. ¡Gracias, gracias!

—¿What? ¿qué te pasa? ¿qué haces? —El joven se sintió confundido al recibir aquella reacción tan espontánea.

—Gracias por cubrirme. —respondió, mirándolo fijamente a sus ojos oscuros.

—Uhh, no es nada, aún así te demoraste más de lo acordado—replicó cruzado de brazos pero todavía un poco desorientado—. ¿Sara está bien?

—¡Sip, muy bien! No fue nada grave, hoy le darán de alta y me avisará cuando salga del hospital, parece que todo vuelve a la normalidad. —exclamó entusiasmado y sonriente.

Tomás se alivió al escuchar esto; no conocía a Sara, pero sabía lo importante que era para su amigo y lo preocupado que estaba al no saber nada de ella.

—Me alegro entonces—dijo a la par que los dos retomaban con su trabajo—. Me imagino que tú también estarás mejor, ¿o no?

Julián sonrió con satisfacción, sabía a qué se refería el chico de piel casi morena.

—Sí... Tengo que admitir que fue un poco aliviante cuando vi que todo estaba bien entre nosotros, de hecho todo estaba igual que siempre —explicaba mientras freía unas cuantas papas fritas—. Conversamos, dibujamos, fue lindo. Sé que pasaron un par de días nada más, pero la extrañaba mucho, hacía mucho tiempo que no nos juntabamos los dos solos.

—¿Lo ves? Te dije que todo iba a estar bien bro, ninguna buena amistad se termina por cualquier tontería. —Lo animó poniendo una mano en su hombro.

El moreno permaneció sonriendo, su compañero tenía razón. Desde el día anterior Julián y Sara fueron el tema de conversación, mientras que Tomás solo escuchaba y lo consolaba. Era muy bueno escuchándolo y dándole consejos, además es el amigo que lo acompañó durante toda su adolescencia. Sin embargo, a veces le costaba confiar en sus palabras; se dejaba llevar por sus miedos. En el fondo sentía que no le devolvía lo que merecía, al menos no lo suficiente. Después de todo, para Julián una amistad consistía en dar y recibir, así que intentaba mantener aquel balance.