Capítulo 3

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—¡Juli, llegaste! ¿Qué onda?

Una voz femenina fue lo único que se escuchó cuando Julián entró. Quien le hablaba era una alta chica de cabello negro, largo y lacio, cuyo color combinaba con su oscuro estilo de vestir. Se sentaba al lado de su amiga, donde él solía sentarse.

Aunque mostraba una leve mueca de sorpresa, el moreno pudo sentir muchas emociones distintas a la vez, principalmente compuestas por una especie de preocupación. Sabía perfectamente quién era aquella joven, pero no esperaba encontrarla allí, en ese momento. De hecho, ahora que lo pensaba, debería habérselo esperado, pero el contexto hizo que se olvidara de ella por completo.

Por suerte, no tardó mucho más que un par de segundos en reaccionar antes de que se malinterpretara la situación.

—Alicia, hola... —saludó, aprovechando la pausa para recomponerse a su actitud habitual—. ¿Qué haces por aquí? No sabía que vendrías.

—Ah, es que fue algo improvisado, je. Sara me contó lo que sucedió, y obviamente tenía que venir... No podía dejarla sola. —Sonrió levemente al decir esto último, dirigiendo su mirada hacia la rubia, que permanecía sentada en su cama, como siempre.

"Pero ella no está sola..." fue lo primero que pensó Julián, guiando sus ojos miel hacia la rubia también, expectante a su reacción. Sara sólo miró los verdes ojos de Alicia, devolviéndole la sonrisa; se sentía cálido que se preocupara por ella.

—Oye Juli, qué extraño es verte en días que no sean fines de semana. —continuó la pelinegra—. Cuéntame; ¿dónde andabas? Ya te empezaba a extrañar.

—Ah, fui a buscar cosas que Sara y yo necesitábamos. Creo que con lo que traje bastará para una semana y media o así. —Julián miraba los bolsos a la par que hablaba, emocionado por la pregunta—. También conseguí varias cosas para divertirnos, juegos de mesa y eso. Pensé en buscar la laptop pero...

Julián se detuvo al darse cuenta que las dos chicas no estaban escuchándolo, en cambio, estaban conversando entre ellas. Pese a incomodarse un poco, le restó importancia y sólo suspiró; después de todo no estaba diciendo nada interesante. Chequeó la hora para distraerse, ya casi daban las dos de la tarde y no había almorzado aún.

—Uhm, Sara, Alicia... ¿Vamos a comer algo?

—¿Huh? Pero nosotras ya comimos, ¿Acaso... tú no comiste ya? —contestó Sara, confundida.

—No... —respondió Julián, abriendo sus ojos en sorpresa—. Creí que íbamos a comer juntos.

—¿Qué? Nunca quedamos en eso.

—¿En serio? Supuse que sí...

—No, ¿por qué supones eso?

—Ah, yo...

Sara frunció el ceño. No tenía sentido, no entendía porqué asumiría lo que ella quería. Lo que más la molestaba es que a ella no le afectaba tanto, pero Julián terminaba perjudicado por algo que podía evitar perfectamente, puras estupideces.

El castaño intentaba encontrar algún argumento para su suposición, pero ni él sabía porqué asumió aquello. Subió su mirada hacia la cama, más específicamente a Sara, buscando que le brindase algún tipo de confort. Sin embargo, lo único que hizo su amiga fue rodear los ojos, generando que Julián sólo se avergonzara más de su actitud.

—Hey, hey, no te preocupes, hay varios lugares para comer por aquí cerca, puedes comprar algo por ahí. —agregó Alicia, intentando buscar alguna solución. No quería ver a su amigo triste, ni a su amiga enojada.

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