Defendiendo tu honor

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Diego convocó a una reunión urgente con todos sus militares y jueces. Era hora de cambiar las cosas, él ya no estaba solo. Tenía el mejor ejemplo de justicia. Imregel le ayudó a ponerlo al día sobre algunas cosas que él había notado en el reino.

Como el abuso de poder y la corrupción, la excesiva cantidad de personas involucradas en dar una mala imagen del reino y de él.

Diego besó el latigazo que había dado a Imregel, la piel caliente le hizo sentirse un gusano. El rey fantasma se sentía tan mal por lo sucedido. Al no estar acostumbrado a mostrar culpa o vergüenza esos sentimientos le abrumaron.

Imregel acarició el cabello blanco de Diego mientras este estaba arrodillado besando la marca que hacía una hora había puesto en la firme piel de Imregel.

—Perdóname, murmuraba con los labios sobre la piel del joven rey, Imregel estaba conmovido. Para que Diego hiciera todo eso hablaba de un verdadero arrepentimiento el cual se comprobaba al convocar a los funcionarios de la pequeña ciudad para destituirlos de sus cargos y hacer mejoras en el trato digno y justo hacia los pobladores.

Imregel estaba sorprendido de la rapidez con la que el rey fantasma estaba actuando. Y ya le había anunciado a su esposo que lo mismo haría sin excepción en todo el reino de Portillo y sus provincias.

—Muchos de aquí han abusado del poder y de sus posiciones, muchos otros han tenido conocimiento de lo que sucedía y lo dejaron pasar. Hoy serán removidos de sus puestos. —Diego caminaba por el enorme salón de un lado a otro, —vigilaré muy de cerca a los nuevos funcionarios y la pena por el abuso de poder serán esos mismos latigazos que se impartieron y la destitución inmediata de su puesto.

La multitud privilegiada murmuraba evidentemente inconforme.

—Pero quienes abusaron en ese tiempo y en el pasado y continuaron con la corrupción también recibirán castigos ejemplares para sembrar precedentes entre los nuevos funcionarios.

—La sala se llenó de gritos inconformes y de miedo, pues sus rostros serían expuestos de manera pública y la humillación por recibir tal castigo era mayor y cobardemente lo consideraban injusto.

Imregel observaba como los rostros antes confiados y altivos ahora mostraban cierto miedo e ira. Pero él estaba orgulloso de Diego quien era una persona severa, pues castigaría a los ex funcionarios pero también demostraba sensatez porque el mismo no se excedería.

Diego hizo una seña a Imregel para que este se pare a su lado.

—Él es mi esposo, y tanta autoridad tiene él como yo. Sean leales con él como lo son conmigo.

Intenten dañarlo y su vida terminará.

Imregel no podía creer lo que escuchaba, su corazón latía fuerte, era una declaración pública de igualdad. Esa que Diego le había negado.

Sin mayor protocolo Imregel jaló a Diego hasta dejarlo frente a su altura, y le dio un beso posesivo. Muchos hurras y buenos deseos se escucharon.

—Por favor dime que tenemos que explorarnos más en nuestra alcoba, —dijo Diego casi suplicando, mientras su mirada vagaba pícara sobre el cuerpo de Imregel.

Imregel sonrió de lado. —Esa es mi sentencia majestad, que usted esté desnudo en mi cama, —Diego besó la punta de la nariz de Imregel, —En nuestra cama, desde hoy tus cosas serán cambiadas a mi alcoba.

Con hambre, necesidad y urgencia la pareja se encontró en su alcoba, Diego e Imregel se miraron intensamente, reconociéndose.

—Te necesito, Diego jaló a Imregel, enredando sus dedos en la nuca del joven rey, los suspiros de pasión sonaban en el cuarto. Diego ahora se debatía entre expresar su amor por Imregel, o callarlo.

En La Cama Del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora