No daño a alguien más

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Diego de Portillo caminaba desnudo por su amplio y majestuoso aposento.

La bella silueta femenina dormida en la cama era testigo de las satisfactorias artes amorosas del monarca.

Habiendo jodido como una mujerzuela, la mujer lucía satisfecha. Era una de las queridas de planta del rey... Y era la que más se sentía con poder para hacer y deshacer a su antojo, al menos hasta donde Diego lo permitía, pues el rey era un hombre bastante rígido y no permitía tonterías, ni aunque estas provinieran de una mujer bella y voluptuosa.

Liada era una bella mujer que pertenecía a una de las nobles familias del reino. En su ciego amor por el rey, la mujer abandonó a su esposo para poder retozar con libertad en la cama de Diego y ella ingenua tenía la esperanza de que a pesar de que el rey se uniera en matrimonio con alguna noble, él la mantendría para calentar su cama de forma permanente.

—Mmmm, la mujer gimió al sentir la frialdad de la cama, — ¿hasta cuándo seguirás negando que amas coger conmigo y me harás tu mujer?

—La voz esperanzada de la mujer fue rápidamente opacada por la sonora y grave carcajada de Diego quien se acercó hasta ella para acariciar su desnudas y voluptuosas caderas cubiertas por la sábana roja de seda, —mi querida Liada, no te equivoques, —Diego le dio un casto beso que hizo suspirar a la mujer, —si fuiste capaz de abandonar a tu esposo, qué no me harás a mí. —La mujer molesta lo miró detrás de sus largas y tupidas pestañas.

—Yo lo dejé todo por ti, solamente para ser reducida a tu puta regular, —Diego sonrió con algo más que desprecio, —vamos Liada, yo no te pedí que dejes al viejo marqués, tú fuiste quien se encaprichó.

—La mujer iba a lanzar una cachetada, pero la fuerte y pálida mano de Diego detuvo el golpe. —mejor vete Liada, o pediré que te azoten públicamente por intentar atacar a tu rey.

—Liada tomó su ropa y se empezó a vestir detrás del biombo, su pequeño cuerpo temblaba y estaba marcado de rojos chupones y mordidas, le enfadaría estar dolorida, pero se sentía saciada de forma carnal, esa satisfacción era la que le hacía resistir, pues Diego era suyo. Al terminar Diego ya se había lavado y se peinaba el blanco cabello. Este ni siquiera levantó la mirada, era como si la mujer no estuviera ahí. Liada fingió una inocencia que no existía en ella, y besó la mejilla de Diego quien se levantó abruptamente. Liada salió sin decir algo más.

Fraud entró a los aposentos del monarca. La marcada emoción del hombre se notaba a millas.

—Su majestad, con una profunda reverencia, el hombre habló, —el rey Imregel Yazpik de Heller está aquí y pide una audiencia.

Diego miró por última vez con desprecio a Liada quien sigilosa salió de los aposentos, llama a mi criado para que ayude a colocarme la coraza, —Fraud estaba a punto de salir cuando fue detenido por una petición del rey Diego, —Fraud, el hombre volteó a ver a su señor, —hoy tendremos o una buena batalla o una reina consorte. —La mirada de feroz triunfo en el rostro de Diego no pasaría desapercibida para nadie.

—Imregel Yazpik monarca del reino de Heller, —el heraldo anunció al joven monarca quien se plantó gallardo, el rey Diego estaba sentado en un hermoso y elaborado trono.

Su pantalón de cuero café, su coraza plateada y muy pulida, una camisa de seda blanca con holanes en los puños y unas botas altas de jinete un poco más claras le hacían ver realmente imponente y muy guapo.

La sonrisa depredadora del rey fue muy visible para todos los presentes.

Imregel recordaba vagamente al famoso rey fantasma. Pero era solo un niño cuando lo había visto a escondidas en aquella reunión que el rey fantasma tuvo con su padre.

En La Cama Del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora