"Primer día"

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CAPÍTULO 6.

Me despierto de madrugada, casi sin aliento. Ante la atenta mirada de la oscuridad que me rodea, no puedo distingir ni el más mínimo reflejo de luz en esta inóspita sala, ojalá la luz de esta desapacible sala se encendiera.                                            Mis pensamientos, cómo de costumbre no tardan en aparecer, y esque, no puedo quitarme de la cabeza los cambios que podrá tener mi vida a partir de mañana. Aunque pensándolo bien eso no devería asustarme, lo que tendría qué darme miedo es estar aquí, en una habitación gris, tumbada bajo una cama de acero oxidado... Sin memória, sin nadie.

Voy ha intentar dormir, así al menos, podré evitarme pensar sobre el trágico déstino de mi vida. Tardo tan solo unos segundos en acomodarme y en cerrar los ojos. Más cuando lo hago, la luz de mi habitación se enciende, ahora me parece molesta y desearía quedarme en la invensa oscuridad en la que me hayaba antes. Una  molesta música a todo volumen empieza a sonar, seguida de esta, se aprecia una voz de una repelente persona.

- Por orden expresa de vuestro amo, se informa a todos los reclusos que se levanten de sus camas y espéren una nueva orden.     Fin de la conexión.

Me he quedado de piedra, ahora nos llaman 'reclusos' Decido hacer lo que ha ordenado esa macabra voz, y me levanto. Principalmente obedezco porque se que ahora no voy ha poder pegar ojo.

Estoy de pie. En medio del cuarto vacío, todo está en silencio y me estoy empezando a poner nerviosa, no sé si podré aguantar mucho tiempo más esta absurda situación. De pronto, sin prebio aviso, la sala queda abierta, por el lado opuesto de dónde Christian salió.  Las paredes deven tener algún tipo de mecanismo extraño, seguramente estarán programadas.  Estas se deslizan,probocando un chirrido molesto. A causa de este el vello se me eriza y tengo que cerrar los ojos. Cúando los abro observo que las paredes, al desplazarse han dejado un espacio central, lo suficientemente grande para que yo pueda salir.

- Atención, atención;  queda abierta el área de entrenamiento. Se irá nombrando a los esclavos que dében salir.  Se le advierte a los demas qué hasta que no sean nombrados no déven salir al exterior. Sino, serán ajusticiados.

Yo reflexiono sobre estas palabras, más no ago caso, yo no soy ni la esclava, ni la reclusa  de nadie. Sin pensarlo dos veces doy varíos pasos al frente  hasta quedarme justo en frente de la salida. Respiro hondo.

- Que sea lo que Dios quiera.

De pronto empiezan a decir nombres de... de salas, en alto. No le ago ni el más mínimo caso y doy un paso al frente.
Justo cúando estoy apunto de tocar el suelo con las puntas de mis dedos oigo: K - 19

Por suerte o por desgrácia eso probocó que no me ajustíciaran.

Estoy en un paraje, con la superfície de tierra. No tiene nada, ni un mísero arbusto. Este nuevo sitio... me proboca una espeluznante sensación.  me soy cúenta que este paraje está rodeado por una invensa cúpula. Al fondo hay una pequeña sala con la doctora que me subministró la injeción.

Es impoible salir de aquí, es imposible escapar...

A medida que van pasando los minutos, la sala se va llenando de  'esclavos'.

-Hola.

Me ha saludado una hermosa jóven castaña. Lleva puesta una trenza que prácticamente le cubre toda la espalda. Tíene unos ojos enormes, marrones por los cúales expresa una invensa tristeza.

- Hola.      

No quiero tener una estrecha amistad con nadie, si tengo que huir de aquí prefiero hacerlo sola, sin ninguna carga.

Me iva a decir algo, justo cúando a través de un altavoz empezó a sonar la voz de la persona qué más odio en toda mi vida: El señor Rodriguez.

-Bienvenidos,  ahora mismo os encontráis en la CW-i. Uno de mis sitios favoritos.     Bueno, haced una fila índia, mirándo hacia la doctora Marilyn Crofhgt. Ella os irá llamando de dos en dos, y obedeceréis todas sus instruciónes.

Yo miré a la jóven, y ella asintió.

Hay unas diez personas antes qué yo así qué voy ha empezar una conversación con la jóven castaña; con suerte puede que averigúe algo.

- ¿Cúal es tu nombre?

- No lo sé. No recuerdo nada, absolutamente nada sobre mí, ni el más mínimo detalle. ¿Acaso tú si? ¿Soy yo solamente yo? Ay di...

La interrumpo.

- No, no éres únicamente tú. Yo tengo los mismos síntomas, al igual que todas las personas de esta sala. Creo que ninguna recuerda nada, absolutamente nada sobre ellos.  Mira la cara de deconcertádos que tienen la mayoría.

La última pareja de personas que se encontraba antes que nosotros acaba de salir de la sala,  de dónde la doctora se aya.

- Creo que nos toca.       -me dijo desesperada la jóven.

- Se fuerte, y no te sometas. Haz siempre lo que desees.

Una ligera voz salió de dentro de la habitación.

- Muchachas entrad.

-Recuerda se fuerte

le dije mientras entrábamos en la sala.  Ella me miró y asintió.


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