Jour vingt et un

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Vernon había estado tan ocupado por culpa de sus padres, que ni él ni Chan habían tenido mucho tiempo para verse por el día. 

Aunque por la noche las cosas eran completamente diferentes, pues en todas esas horas podían pasar el tiempo juntos, platicando, conociéndose más, viendo cuántas cosas tenía en común y en cuántas diferían, lo cual muchas veces terminaba en discusiones divertidas, como aquella vez en la que Chan le dijo a Vernon que jamás había visto Harry Potter en su vida, o cuando Chan no podía creer que a Vernon no le gustara Titanic.

Y así ambos estaban encantándose y amando más y más cada faceta del otro, cualquiera que descubrieran con el pasar de las noches.

Simplemente no podían dejar de pensar en lo bien que estaban combinando ambos, porque incluso en las cosas en las que eran totalmente diferentes, cada uno podía encontrar belleza en aquello, y se convencían diariamente de que la decisión que habían tomado era la correcta.

Y aún así, una de las mejores noches que pasaron juntos fue en la que Vernon llegó a la habitación de Chan, con un gorro de chef puesto sobre su cabello.

–Se supone que te disfrazaste para... ¿asustarme? Porque de hecho falta bastante para día de brujas –Vernon lo vio, abriendo los brazos, haciendo que el menor viera el uniforme de chef que llevaba puesto– ¿Es un tipo de fetiche tuyo? Porque sabía que eras raro, pero no a este nivel.

Vernon dejó caer sus brazos pesadamente a su lado.

–¿De verdad? –Preguntó, mirando con seriedad a Chan, mientras este reía recargándose de la puerta semiabierta.

–De acuerdo, lo siento... –dijo el menor, intentando controlarse–. Es que no podía dejar pasar esta oportunidad

–Me visto especialmente para enseñarte a cocinar, ¿y me pagas de esta manera?

Chan se acercó a él y se paró de puntitas para depositar un suave beso en los labios contrarios.

–Lo siento, pero tenía que hacerlo –respondió, viendo cómo Vernon lo miraba mal de nuevo, haciendo un pequeño puchero en sus labios, el cual se encargó de besar una y otra vez hasta que el mayor finalmente cedió.

–Es demasiado injusto que tengas este poder sobre mí, es incluso peligroso. Podrás manipularme con esto –Chan sonrió.

–¿Cómo sabes que no es ese mi plan? –Le preguntó.

–Porque habrías utilizado ese poder contra mí desde el primer día que nos conocimos, pero no lo hiciste –respondió, encogiéndose de hombros, mientras el menor lo abrazaba por el cuello y Vernon rodeaba su cintura con uno de sus brazos y lo jalaba fuera de la habitación, para después cerrar la puerta detrás de él y comenzar a caminar hacia las escaleras, cargando su cuerpo y haciendo reír y quejarse a Chan en voz baja, para no llamar la atención de nadie más en el castillo.

Siguieron de esa manera hasta que llegaron a la cocina, en donde Vernon encendió sólo una de las luces y Chan pudo observar todas las cosas que había encima de una de las mesas cerca del fondo, además del reproductor de música, por el que salía una canción de The Lumineers, la banda favorita del menor.

Chan se giró hacia el otro, con una sonrisa emocionada en el rostro.

–¿De verdad hiciste todo esto sólo para enseñarme a cocinar? –Vernon lo miró por unos segundos, antes de bajarlo por fin al suelo.

–Por supuesto –respondió en un susurro, acercando su rostro al contrario y dejando un beso en sus labios, se separó unos centímetros con una sonrisa orgullosa en su rostro–. Estás a punto de tener una master class con el mejor chef de esta casa, así que el lugar debe estar perfecto y bien preparado para que te enseñe todo lo que sé.

le petit prince grincheux, blessé et beau || chansolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora