Femeninamente masculino

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—¿Alguien ha visto mí estuche para la cámara nikon?

Ramiro revolvía su pequeña oficina mientras buscaba ese estuche.

Esa mañana quería regresar al teatro y tomar varias fotografías.

—Viejo yo no he visto nada. —César recargado en el marco de la puerta observaba a su amigo revolver las cosas buscando dicho estuche.

—¡Ya lo encontré!... Iré a ese teatro y pediré que me dejen hablar con el administrador para proponer una sesión, — Ramiro acomodaba sus cosas en una pequeña maleta en la cual llevaba todo su equipo.

—Eres un cabrón, no me llevas. Claro cómo eres gay no te provoca algo ver tetas enormes y ver conchas rasuradas. —César miraba a Ramiro suplicante,— además necesitarás ayuda ya que no podrás iluminar todo tú solo.

Ramiro suspiro, sabía que César tenía razón, necesitaría ayuda —Nos vamos en cinco minutos, y no te voy a esperar.

Tomando su maleta éste se dirigió a ver a la secretaria.

—Estaré en cuatro minutos. — El moreno corrió hasta su cubículo y tomo lo que necesitaría, y tal como dijo estaba en menos de cinco minutos junto al pequeño auto compacto de su jefe.

Ambos subieron y se enfilaron rumbo al teatro.

—Ramiro, Tu abuelo te dejo su pequeño estudio, ¿verdad?... Y creo tengo entendido, jamás has vuelto a hablar con tu madre,— . César miraba fijamente a su amigo.

Ramiro apretó las manos en el volante y suspiró largamente,— A qué viene el comentario, —el fotógrafo miraba de soslayo a su amigo.

—Bueno, mira Ramiro, hasta dónde has llegado., eres el director de un pequeño estudio el cuál es exitoso, eres jodidamente joven y además eres emprendedor. Las mujeres se te insinúan y los hombres unos te envidian, otros te odian y otros quieren que te los cojas.

El moreno parecía orgulloso de su amigo. Ya que el mejor que nadie sabía todo lo que éste tuvo que sobrellevar para lograr un buen lugar.

—Mi abuelo me apoyó como nadie, fue un hombre adelantado a su época y lo mejor es que me amó, sólo ese amor suplió todas mis carencias.— Ramiro miraba la autopista perdido entre sus nostálgicos recuerdos, de cómo su abuelo le enseñó a usar la cámara y cómo éste le dio dirección a su vida, con su recién asumida orientación.

El silbido de César lo regresó a la realidad... —¡carajo! Este edificio definitivamente no es un antro cualquiera.

El moreno observaba la lujosa fachada del teatro. Ya que durante la noche no pudo apreciarla bien por la emoción y la euforia de estar ahí.

—Vamos, busquemos a la recepcionista para que nos lleve con la persona indicada,— Ramiro bajaba su pequeña maleta y le tiraba a César su pequeña mochila.

Ramiro iba vestido muy relajado, una playera ajustada blanca de los sex pistols, pantalones de mezclilla rectos pegados, cinturón negro con hebilla plateada y unas botas tipo industrial.

La playera se ajustaba a su torso que sin ser muy marcado dejaba ver un pecho y abdomen bien trabajados, sus brazos lucían sus múltiples tatuajes hasta el cuello.

Más parecía una estrella de rock.

Entraron en el recibidor del teatro y vieron a un guardia de seguridad al cual saludaron y preguntaron en dónde se encontraban las oficinas.

El hombre mayor los guió hasta un cubículo bastante agradable, con paredes blancas decoradas con hermosos anuncios de presentaciones ya muy antiguas enmarcadas en color negro.

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