El Circo

Contigo sí

Un año ha pasado ya. Un año desde que se conocieron Matías y Ramiro.

Y hoy están juntos para ver lo que Ramiro creía imposible. Su boda.

Se casaba con ese precioso rubio quien la misma noche en medio de aquél solitario parque, se arrodilló y con una sonrisa sádica lo miró desde abajo ante la mirada atónita de un confundido Ramiro.

—¿Estás loco?, Es un parque ¡joder! y ¿quieres hacer una mamada aquí?

—Eres un pendejo Ramiro, lo que quiero es pedirte que te cases conmigo para mamártela siempre..

Ramiro se sentía feliz, contrariado y avergonzado por la rudeza de Matías. El hombre, el femboy de mil facetas.

El fotógrafo cubriéndose la boca con una mano y tocándose el pecho con otra respondió, —¡Sí... Sí quiero!

Karen había organizado las invitaciones y Uriel y su asistente un bello jovencito de cabellos negros decoraban el teatro.

César sería el fotógrafo.

Ramiro había pedido a su amigo que haga una pequeña galería en la recámara de un departamento que había comprado la pareja.

Era una galería por demás erótica. Y la encabezaba aquella fotografía con sábanas manchadas, y otras varias en donde se observaba a un Ramiro recibiendo placeres orales.

César no daba crédito a lo que veía.

—Viejo, has traumado mi existencia, jamás vuelvas a pedirme algo así.

Un divertido Ramiro se disculpaba sin sentir demasiada culpa en realidad.

—Estoy tan nervioso que no hubiera podido hacer yo la secuencia fotográfica, por eso pedí tu ayuda, esa es mi sorpresa para Maty.

Todo el personal de ambos estarían presentes.

Dorian la niña de las flores y a quien la niña llamaba tíos a Matías y a Ramiro entraría primero en el cortejo, ellos entrarían juntos tomados de la mano.

Ya que ellos eran el apoyo del uno y del otro.

La juez los observó caminar y todos los presentes suspiraron emocionados y felices.

Mientras una orquesta tocaba Cannon de Pachelbel

Matías vestía un hermoso frac blanco con corbata rojo cereza, se veía precioso. Con el cabello liso cayéndole por los hombros.

Ramiro vestía igualmente un frac pero en un sobrio color negro. Se miraba como un príncipe.

Los amigos se imaginaban quien según ellos era el pasivo. Y Matías tan retorcido como siempre adoraba jugar con la imaginación de aquellos, pero en la cama bien sabía que era Ramiro quien gritaba por más, quien le rogaba que lo llenara.

Carajo recordar eso era mala idea, y más en medio de su boda.

—Te ves hermoso, Ramiro veía a Matías con adoración.

Ya nada los separaría, porque ellos creían en el compromiso y en el amor.

—Tú te ves más apuesto aún Matías se ponía de puntillas para besarlo.

La ceremonia pasó hasta llegar a la hora de los votos.

Y fue Ramiro quien empezó.

—Quiero decirte mi pequeño tesoro, que citando a Pablo Neruda te afirmo...

De nadie seré, solo de ti.

Hasta que mis huesos se vuelvan cenizas y mi corazón deje de latir.

Con manos temblorosas colocó la hermosa alianza dorada rodeada de diminutos diamantes.

Una Karen lagrimaba y un César besaba su cabeza.

Mientras sonreía a la hija de ambos quien miraba una vez más una boda, pero ahora no la de sus padres, sino la de sus tíos a los cuales adoraba.

Fue el turno de Matías, quien mirándolo con aquellos ojos azules sonrió tiernamente mientras su mano acariciaba la mejilla de Ramiro.

Yo seré tu paladín, tu sustento, tu refugio y tu cómplice. Ya que decidí que quiero que seas tú quien cierre mis ojos cuando sea la hora de partir o yo cierre los tuyos hasta que nos veamos de nuevo.

Matías colocó la alianza y beso la punta de los dedos de un lloroso Ramiro.

—Ante la ley y la sociedad y por el poder y autoridad que se me confiere los declaro legalmente unidos.

La risueña juez los animaba pues estaban indecisos.

—¡Vamos demuéstrense su amor chicos!

Unos aplausos rechiflas y vivas invadieron el lugar.

Mientras la pareja se fundía en un beso con una promesa de... para siempre.