Capítulo 35

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Victor

—No te estreses tanto, mi vida —mi esposa toca mi hombro suavemente a mi lado—. Tal vez les cueste entenderlo al principio, pero luego todo estará bien.

Yo me vuelvo para mirarla. Es hermosa. Es muy diferente de Rosa, la madre de Raquel, pero me alegro que sea así. No me deja espacio para compararlas y sinceramente eso sería injusto para ambas. La única semejanza entre las dos es que a Rosa la amé con el alma y a Nora también la amo de igual manera.

—Tienes que fingir que no sabías nada de esto cuando se lo diga.

—¿Por qué? —pregunta, desorientada.

—Porque Catalina se enterará de que sabías desde hace mucho tiempo qué pasó realmente con la muerte de su esposo y esta vez será bastante difícil que te perdone —ella cierra los ojos. Sabe que tengo la razón.

—Pero entonces estarás solo. No podré defenderte como quiero —trata de argumentar, pero sabe que es inútil. Es cierto que todos se van a volver en mi contra. No puedo culparlos. Eso es lo que pasa cuando ocultas la verdad tanto tiempo como yo lo he hecho.

—Como dijiste hace un minuto, todo estará bien —tomo su cara en mis manos y le doy un beso en la coronilla. Su cabello huele al shampoo floral que tanto le gusta. —Después de todo, ¿qué es lo peor que puede pasar? —pregunto con una media sonrisa.

—Te podrían demandar —parece que a ella si le preocupa.

—No tienen pruebas de nada —lo pienso un momento antes de decir lo siguiente—. Además, aún si tuvieran pruebas sólidas contra lo que hice, tengo poder suficiente para salir indemne, cariño.

Ella me mira con temor y un poco de juicio.

—No utilizarías la influencia que tienes para librarte de cargos serios, ¿verdad? —por su tono puedo notar que es algo importante para ella.

—Por supuesto que no, Nora —le miento, mirándole directamente a los ojos. Ella me cree. No quiero que me crea un monstruo, pero haría lo que sea necesario para no ir a la cárcel, aunque esté moralmente mal y contra la ley.

—¿Me lo prometes?

—Lo prometo.

***

Al llegar a casa, ya tenemos el plan en marcha. Nora fingirá que está cansada y se irá a nuestra habitación a "dormir", llevándose a Abby para contarle ella misma la verdad. Mientras tanto, yo convocaré a Raquel a mi oficina para contarle todos los secretos que giran alrededor de ella.

Así que, cuando giro la llave en la cerradura de la puerta de entrada, solo le pido a Dios que me ayude y me dé un poco más de valentía. Puedo sentir todas las miradas en nosotros. El comedor se puede visualizar desde la entrada y sala de estar, y viceversa. Esta fue una de las primeras casas que diseñé. La que diseñé para vivir con Rosa y nuestros hijos; con vistas hacia el mar. Me imaginaba verlos crecer aquí, luego ir a la universidad y finalmente envejecer junto a la primera mujer que amé.

Esos eran mis planes. No eran los de Dios.

Dejo las maletas en la alfombra persa de la sala de estar, frente a Nora. Alzo la vista y me encuentro con los ojos amables de Carmen, la hermana pequeña de Rosa. A ella también le debo una disculpa. Luego, miro a Raquel. No es mi hija biológica, pero de todas maneras siempre la quise tanto como a Christian. Se parece tanto a su madre...

El mundo se paraliza cuando me encuentro con sus ojos, o al menos a mí me parece que lo hace. Lo sabe, ella lo sabe. Es lo único en lo que puedo pensar mientras sus ojos grises, iguales a los de su verdadero padre, me juzgan. A su lado, el muchacho de Catalina también me mira y de verdad que no sé cómo es que descubrieron la verdad. La única vez que hablé de ello en voz alta fue... en la boda.

Reacciona corazón | 1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora