El profesor Sebastián es un hombre apuesto, para tener más de 30 años no parecía feo, ni estaba gordo. Era más bien normal, con un gran sonrisa y bonitos ojos.
Siempre había querido que me tocara, siempre lo provocaba pero parecía que no caía en mis provocaciones, ya no sabía que hacer con respecto a eso, a su indiferencia, hasta que un día de milagro pasó un incidente.
Las clases se habían terminado pero Dorian y yo nos habíamos quedado en la biblioteca, el me gustaba y yo a él, así que encontramos ese momento para juguetear. Nos habíamos escondido en la parte más alejada de la biblioteca. Varios estantes nos tapaban eso nos dio oportunidad hacer lo que nos plazca.
Dorian me besaba con fervor y yo se lo devolvía, besaba tan bien y sus labios eran muy suaves. Nuestras lenguas se enredaban haciendo más profundo el beso. Yo lo agarraba del cabello y el apretaba mis nalgas. A veces tan fuerte que me hacían jadear.
— Quiero follarte en este momento. — Me dijo entre besos.
— Hazlo— lo incite.
Una de sus manos dejó mi trasero para sujetar mi pierna y hacer que la enrollara en su cadera, para luego bajar hasta mi entre pierna y tocarme sobre la fina tela.
Sus dedos me daban pequeñas palmadas que me hacían saltar además de jugar con mi clitoris que aún no había sido tocado. Daba movimientos circulares haciendo que me removiera en mi lugar.
Así fue la tortura hasta que al fin separó la tela y lo sentí, piel con piel, estaba tan mojada que sus dedos resbalaban, introdujo dos de golpe y grite sin importar que me oyeran. No lo hacía nada mal, en círculo y luego un mete y saca.
Estaba apuntó de correrme aún faltaba algo que me incitara. Y eso llegó cuando note la presencia del profesor Sebastián, el se había quedado estupefacto al ver la escena, trago saliva, la cabeza de Dorian me tapaba perfectamente así que el no sabía que lo había descubierto.
Ser observaba por el lo hizo más fantasioso y sólo eso bastó para que me viniera sobre los dedos de Dorian. Cuando el estaba listo para sacar su pene y metermelo, Sebastián nos regaño, fingiendo que recién nos había encontrado.
— ¿Qué creen que hacen? — Nos regaños ocultando su excitacion con enojo.
Dorian trató de cerrar su bragueta y yo me acomodaba la falda fingiendo vergüenza.
— A mi oficina, rápido.
Cuando llegamos a la oficina Sebastián nos dio la regañiza de nuestras vidas. Yo fingi tristeza y temor, pero solo era una actuación sabia que eso lo había incitado a hacer lo siguiente.
— Dorian, puedes ir. Señorita usted se queda.
— ¿Pero porque?
— Porque Dorian vive cerca en cambio usted no, esperare a su madre para hablar con ella, ya citaré al papá de Dorian.
Dorian agarro su maleta y prácticamente huyó dejándome sola.
— Porfavor, no le diga a mi madre. — Suplique, si el plan salia mal, no quería una retada.
— Lo siento señorita, esto se debe notificar.
Me acerque hasta el del otro lado del escritorio.
— Profesor, haré lo que sea.
Él dudo.
— ¿Lo que sea? — Yo asentí y ese fue el empujón que necesitaba.
El me sujeto del brazo en hizo que mi pecho se acostara sobre sus piernas, alzó mi falda dejando mi culo expuesto y me dio dos nalgadas. Como si de una niña pequeña se tratara.
— Sabes que lo que hizo esta mal, ¿no señorita? — Otra nalgada.
— Si profesor Sebastián.
— Y sabe que debo castigará. — nalgada de nuevo.
— Aceptaré cualquier castigo.
Me dio una última nalgada antes de hacer que me parara de nuevo. Metió la mano bajo mi falda y bajó el interior. Sacó todas las cosas de su escritorio y me acostó allí. Alzó mis piernas haciendo que las sujetará con mis manos. El viento golpeó mi zona sencible haciéndome temblar.
Sebastián se agachó hasta mi entrepierna y con su lengua lamio de arriba a abajo. Eso me hizo gemir y hechar mi cabeza hacia atrás. Se sentía de maravilla. Sus labios se posicionaron en mi clitoris, en el cual lamio, succiono y beso reiteradas veces.
Su lengua lamia como una paleta mi centro, no podía sostenerme más, el orgasmo estaba llegando, el uso su lengua como un mini pene, salía y entraba hasta que al fin todo mi líquido salió mancahndole la cara.
— Sabe de maravilla, señorita.
Pensé que lo iba a dejar allí, tuve que soltarme y dejar que mi cuerpo descanse. Pero oí el cierre de su pantalón bajar y vi como sacaba su pene que prácticamente estaba levantado, era largo y se veía apetitoso. Pero no me dejó lamerlo.
Hizo que pusiera mis pies sobre el escritorio para que quedarán otra vez abiertas. Golpeó mi zona con su pene y lo movía lentamente en el exterior. Me estaba torturando de nuevo. Hasta que al fin la punta de su falo quedó en mi entrada y lentamente lo metió, haciendo que arqueara la espalda.
Se recosto sobre mí cuerpo, quedamos cara a cara, me dio un pequeño beso y empezó su trabajo. El vaivén se sentía grandioso. Lo hacía con rapidez como si no quisiera perder ni un segundo de su tiempo. Un de sus manos se apoyaba en el escritorio y la otra apretaba mi cuello.
En un momento hizo que cambie de posición moviendo mi pierna para que mi cuerpo quede de lado. Eso le permitió penetrarme y darme nalgadas al mismo tiempo. Parece que eso le gusta y a mi más, no podía dejar de gemir.
— Ahhhh, así profesor Sebastián, no sé detenga.
Eso parecía incentivarlo para que le dé con más rapidez, las cosas de su escritorio se caían con el movimiento. No quería que esto acabe jamás, el orgasmo se aproximaba, sentía mi interior removerse con su pene adentro. Y al también porque la intensidad aumentó. Mete y saca, una y otra vez hasta que al fin explotó dentro de mí.
Eso hizo que aminorara el movimiento, cuando sacó su pene lo sacudió haciendo que pequeñas gotas cayeran en mi trasero lo cual amablemente limpio. Al final me ayudó a levantarme y ponerme mi ropa interior.
El limpio su pene y lo acomodo dentro del pantalón como si nada hubiera pasado.
— Creo que eso arregla el asunto con su familia. No vuelva a hacer nada indecente en la biblioteca, ¿de acuerdo?
— Cómo usted diga, profesor Sebastián.
Le dio un beso que el correspondió, mi madre vino a verme y él solo fingió preocuparse por unas notas. Después de eso nuestros encuentros se hicieron más frecuentes que el colegio ya no era una opción. Alquilo un departamento donde hicimos tantas cosas.
Pero esas son historias para una próxima charla.