Pandemónium: Pride

3

Los días de la semana habían pasado muy lentos, apenas era jueves y no había visto a Jeff, Jona me evitaba, por lo que decía Minerva seguía enojado y hacía berrinche, por eso no respondía mis mensajes o llamadas. La investigación de Sally aún no arrojaba algo sobre su paradero, todas las tardes, después de clases se habían armado los grupos de búsqueda, para entrar al bosque, pero salíamos sin ninguna pista o hallazgo importante.

El alcalde había convocado a una junta de emergencia a primera hora, por lo que las clases se habían suspendido. Todo el pueblo se encontraba reunido en el ayuntamiento, tomé asiento entre mis hermanas London e Italia.

En todo el ayuntamiento se escuchaba el bullicio de la gente. Estaban muy alterados, no era muy usual que el alcalde convocara a este tipo de juntas. El alcalde subió al estrado y golpeó un poco el micrófono, hizo unas pruebas de audio y procedió a dar el mensaje.

—Buenos días a todos—su voz era neutra, pero no parecía estar feliz como otros días—. Ciudadanos de Lakeville, tengo un importante aviso.

Los habitantes de Lakeville estallaron en murmullos, muy alarmados. Sujeté la mano de mi hermana London con fuerza, temía lo que el alcalde fuera a decir, porque todo señalaba que no eran noticias buenas.

El alcalde le cedió el micrófono al alguacil y fue él, quien procedió a hablar ahora.

—Se han reportado tres desapariciones más, las señoritas Valerie Carson, Ceci Davies y Lizza Smith han sido reportadas hoy por la mañana. Desde el miércoles, por la noche no se les vió más. Es por esto que se ha tomado la decisión de que nadie entra más al bosque. Las búsquedas serán realizadas únicamente por cuerpos de la policía local.

Más murmullos se soltaron. La gente se puso de pie un tanto histérica. Todo esto era muy nuevo en nuestro pueblo. Nunca había pasado algo parecido o al menos no, durante el tiempo que yo llevaba viviendo aquí. Prácticamente, toda mi vida.

Mi hermano Denver se giró a verme, estaba en espera de mi reacción ante el reciente aviso. Aunque sinceramente no sabía como reaccionar, si enojada por saber que no podría seguir ayudando a la búsqueda de mi mejor amiga, aterrada por las recientes desapariciones o confundida por todo lo que pasaba a mi al rededor. Me sentía realmente aturdida.

La gente comenzó a alterarse bastante, unos señores habían comenzado a discutir fervientemente, se empujaban el uno al otro. El alcalde les pedía amablemente que intentaran guardar la calma, pero nadie hacía caso.

—Vámonos niños—mamá se puso de pie—. Esto no terminará bien.

Miramos a nuestro al rededor y no, definitivamente no tenía pinta de terminar bien. Varios habitantes del pueblo se habían sumado a la reciente pelea y discutían entre ellos.

—Pronto comenzarán a volar sillas aquí—comentó Denver.

Intenté buscar con la vista a Jeff, Jona o Minerva. Pero entre todo el caos que comenzaba a formarse me fue imposible. Seguí a mamá y a mis hermanos hasta la salida, durante el camino tuvimos que esquivar algunos objetos que volaban por el ayuntamiento, la gente comenzaba a ponerse violenta.

Al fondo del ayuntamiento algo llamó mi atención. O más bien alguien. Un chico, recargado en la pared, llevaba gafas oscuras y tenía una sonrisa retorcida que señalaba que estaba disfrutando de la paranoia colectiva. Él lucia tan tranquilo, como si nada pudiera irrumpir su calma. Lo observé durante unos segundos y él pareció notarlo porque me sonrió socarrón y se bajo las gafas hasta la punta de la nariz para regalarme un guiño.

Desvíe de inmediato la mirada, avergonzada por haber sido descubierta. Tal vez era algún hermano de Jeff, aunque no me había mencionado nada sobre tener hermanos. Pero no era alguien que hubiera visto antes, tenía que ser de los nuevos vecinos.