[0.10 | penumbra ]

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No eran más allá de las ocho de la mañana, Aren yacía detrás de la de mechas verdes en el asiento para acompañantes de su moto, andaba un poco más apurada de lo usual, por lo que tenía que sostenerse bien de su cintura si no quería salir del vehículo en el que andaban a más de cien kilómetros por hora.

Kuboyasu juraba que se le saldría el corazón por la boca en cualquier segundo, Aoki no tenía ni una más mínima sutileza para doblar en las curvas o bajar la velocidad en las lomas de toro, es más, hasta creía que apretaba más fuerte el acelerador cuando se acercaban a una. Por eso mismo, cuando llegaron a la gran casa de la chica, tuvo que sostenerse de ella para no caer de la adrenalina.

Si, aparte de que hace bastante no andaba en una moto, conducir él y que otra persona lo llevara -sobre todo si se trataba de Fuyuka- eran dos cosas totalmente distintas para él.

Desde antes de ir a su casa, se aseguraron que su progenitor no estuviera en ella, así que los dos, sigilosamente, se introdujeron con sutileza en el hogar de la chica.

-¿Y Kairi?- susurró el peli morado, a su vez que abría la puerta de entrada con las llaves que le había pasado Aoki.

-Debe estar en su cuarto, no va al colegio sin mi, además que sabe que hacer en el caso de que yo me fuera de casa, como ayer.- respondió mientras caminaba detrás de él por el salón principal y miraba a los alrededores asegurándose de que su progenitor no estuviera por allí sin que se hubieran dado cuenta.

-¿Quieres que vaya a ver si Kairi está en su cuarto?

-Está bien, yo iré a por nuestras cosas.- le respondió mientras abría la lista de cosas esenciales que tenía que asegurarse de tener. Aren la miró de reojo un poco dudoso.

-¿Qué pasa?- habló de nuevo la chica, esta vez corriendo la mirada del arrugado papel a sus ojos violetas.

Kuboyasu tragó nervioso.

-¿Me das un beso?

Aoki sonrió suavemente de lado y acercó rápidamente sus labios a los suyos en un corto y húmedo beso.

-¿Está bien así?

Aren juntó sus labios en un pequeño signo de molestia y estiró su mano para tomarla de la cintura y apegarla a su trabajado cuerpo.

-Uh, vaya, que atrevido.

Los dos rieron avergonzados, pero sus risas cesaron de golpe cuando una tercera voz se escuchó desde las escaleras, con pasos rápidos hacia ellos.

-¿Qué haces con mi hermana, Aren Kuboyasu?

Los dos se separaron con rapidez aún sorprendidos por el susto que les había dado el pequeño de los Aoki. Fuyuka al instante sonrió al ver a su pequeño hermano menor y se acercó para desordenar su azabache cabello. Kairi le miró con fingida molestia, pero devolvió el gesto con un abrazo.

Kuboyasu sonrió.

No se tardaron más de media hora en ir de vuelta a la casa del mayor, esta vez la de mechas verdes si condució signitivamente más despacio, frenando adecuadamente en los semáforos y reduciendo la velocidad en las curvas como en los lomos de toro.

Aren ya pensaba que Aoki no podía ser más brusca, pero como a veces le sorprendía, la chica también tenía ese lado suave, que de alguna u otra manera, le encantaba tanto como su carácter fuerte y decidido.

Cuando llegaron a su casa, los tres empezaron a ordenar todas sus pertenencias y quedaron en que Kairi y Fuyuka dormirían en un colchón grande que por suerte la familia de Aren había guardado, solo que los tres tendrían que acomodarse en la misma pieza ya que mucho espacio no había.

Velocidad a límite [Aren Kuboyasu] © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora