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Después de aquellas palabras de la Taiwanesa Mina no tuvo más opción que volver a casa sin tener una idea de lo que había pasado allí, pues ninguna de sus compañeras supo darle una explicación, y en cambio sólo la miraban con pena, por lo que con un tierno mohín que tuvo hasta que llegó a casa se mantuvo en su boca hasta que después de saludar a su madre y hermana se fue a su habitación.

Le había escrito un par de mensajes a la menor y esta había contestado sólo con monosílabos, aunque seguía agregando emoticones de guiños, señal de que no estaba molesta con ella.

Pero seguía sin entender porque la había tratado de ese modo y se había ido con esa chica, tal vez por lo vulnerable que se veía, pero no tendría forma de averiguarlo hasta que no tuvieran una conversación decente.

Había intentado hablar con su novio, pero este también estaba desaparecido desde esa mañana que la sorprendió con su regreso antes de tiempo y la promesa de que la recompensaría.

¿Que les pasa a todos hoy? Murmuró decidiéndose por tomar una tomar una siesta que la ayudara a olvidarse de aquel día, y así fue, hasta que la risa de su pequeña hermanita la despertó.

Observó por su ventana y notó que ya había anochecido, y cuando salió de su habitación se dio cuenta de que la pequeña no estaba sola sino que reía sin control por las cosquillas que la castaña le hacía. — ¿Tzuyu? — Preguntó al llegar a la sala llamando la atención de las dos chicas.

— ¡Mina Unnie! — Exclamó la pequeña Yeji corriendo en su dirección y abrazándola cuando se agachó para quedar a su altura.

— Hola bebé. — Le dijo Mina acariciando su cabello suavemente dejando un beso en su cien. — ¿Donde esta mamá?

Salió y como tu dormías, me quede con Chewy Unnie. — Contó la pequeña sonriendo y la ojiazul dirigió su mirada a la nombrada que las veía con una pequeña sonrisa en su rostro, lucía tan tranquila y radiante aquella noche que Mina no entendía como le hacía para verse tan bien sin tanto esfuerzo.

Pero sacudió su cabeza tratando de concentrarse en algo más que su belleza. — ¿Llegaste hace mucho? — Preguntó haciendo una mueca apenada.

Si quieres saber si te capturé dormida, la respuesta es no. Bromeó la menor en respuesta haciéndola suspirar aliviada de volver a tenerla de vuelta. — Pero como dijo Yeji, tu madre salió hace algunos minutos, una emergencia o algo así, aunque dijo que no tardaba. Explicó moviendo sus hombros y haciendo una mueca que a ambas hermanas Myoui les gustó.

Decir que la ojiazul estaba más que fascinada por su menor, ya era quedarse corto, pero debía mantener la calma o todo lo que había querido evitar por tanto tiempo, sería justo lo que sucedería. — De acuerdo yo... — Empezó a hablar mordiendo su labio antes de caminar hasta el sofá donde se encontraba esta, quedando frente a ella, con la pequeña sentada en medio. — Lamento no haber despertado antes.

— Esta bien, sabes que me gusta pasar tiempo con esta linda peque. — Y con la sonrisa ladina que le dedicó junto a las cosquillas que le hizo a la niña, que provocaron mas risas de esta, otro suspiro salió de los labios de Mina.

Estaba empezando a sentir que la vida quería darle un mensaje, uno que involucraba directamente a aquella Taiwanesa que toda su familia adoraba, y que ella misma no podía parar de querer, pero una vez más salió de su mente recordando lo que quería hablar con la menor.

— ¿Y todo esta bien? — Cuestionó viendo como la pequeña que había bajado del sofá ahora jugaba con uno de sus peluches en la alfombra.

Adicta al Cielo || MITZUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora